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En busca de un break

Diana Miriam Alcántara Meléndez

Estoy harta de que no haya buenas películas que ver. Estoy harta de que no haya películas relevantes, que sólo vea películas olvidables, que no me dejan nada, que nada hubiera pasado si no las hubiera visto, que pasaron por mi vida, se fueron y simplemente, nada.

Tal vez sea mi obsesión por ver una película diaria, o el sobresaturado análisis a cada una de ellas, pero comienzo a encontrar un vacío al toparme con tantas películas que probablemente olvidaré dentro de unos años, con ese tipo de películas con las que me toparé en la tele y diré: Sí, creo que ya la vi, no muy buena.  Algo está mal.

Este año, excluyendo la lista de aclamadas y nominadas para el Oscar, en cualquiera de sus categorías, me he encontrado con que las mejores películas que he visto son películas viejas, de años no sólo pasados, sino incluso lejanos. Películas ochenteras, películas en blanco y negro, películas que marcaron época y que representan a su año, películas de ayer, pero nada de actualidad. ¿Será que en un futuro sólo recordaré las películas premiadas y alguna que otra por ahí? ¿Será que en un futuro alguien recordará el 2010 por Toy story 3 (EUA, 2010), El Origen (EUA-Reino Unido, 2010) y Red Social (EUA, 2010)?  ¿Qué así como yo ahora pienso en los años ochenta y digo: El Club de los Cinco (EUA, 1985), Los Cazafantasmas (EUA, 1984) y Los Muchachos Perdidos (EUA, 1987) alguien dirá de los noventas: 10 cosas que odio de ti (EUA, 1999), Matrix (EUA-Autralia, 1999) y Entrevista con el Vampiro (EUA, 1994)?

Estoy obsesionada con un sitio en internet que cuenta con diferentes galerías de imágenes, se trata de esas páginas de chismes que titulan artículos como “Dónde están ahora”. Básicamente se trata de listados y fotografías de personalidades y estrellas comparando cómo se veían en su época y en la actualidad. Estas galerías además de entretenerme me hacen pensar que la vida es pasajera, el momento es efectivamente algo instantáneo y temporal, lo que importa ahora pudo no importar antes y puede no importar mañana. Así que si hubo películas que vi y de las cuáles ahora casi ni me acuerdo, es porque en su momento tuve ganas de verlas, pero ahora ya no importan tanto porque no hubo nada en ellas que mereciera recordar.

El otro día estaba en el local de renta de películas y me preguntaba cuántos títulos y variedad de películas podía haber frente a mí, tal vez dos mil, pensé; y me pasé casi una hora rondando por el lugar para encontrar tan sólo tres títulos que me apeteciera rentar. Una hora para tres películas. Creo que tardo menos tiempo eligiendo el tipo de helado  que quiero comprar o de qué manera prefiero tomar mi capuchino en la cafetería, incluso estoy segura que elijo un vestido o un barniz de uñas en el centro comercial con más rapidez, y eso ya es decir mucho.

Me di cuenta que ha pasado mucho tiempo desde que vi una película buena,  buena en el sentido de que me entretuviera lo suficiente como para querer algún día volverla a ver, como para encontrarla en la televisión y alegrarme de que la estén pasando y entonces dejarla sintonizada. Recuerdo que mi familia me tomó por loca aquella ocasión que rentamos Más barato por docena (EUA, 2003) porque la vi cinco veces. ¡Cinco veces! La rentamos y la puse, el siguiente día la vi en la mañana y en la noche, y antes de devolverla logré ponerla otro par de veces más, no me pregunten cómo. Obviamente en cuanto la encontré en venta la compré y la vi otras cien veces más, hasta me gustaría comprar otra copia de repuesto por si se llegara a rayar pronto. ¿Dónde están ese tipo de películas en estos días? Creo que hay películas que nos marcan, que cambian nuestra vida, que nos hacen reflexionar y nos convierten en mejores (o peores) personas, y de esas sólo he encontrado dos en toda mi vida: Mi vida sin mí (España-Canadá, 2003) y Las Vírgenes Suicidas (EUA, 1999). Así que basándome en estos estándares, entre arte y entretenimiento, entre mensaje y show, lo único que pido es una película que me haga sentir bien al rodar los créditos.

Creo que sobre-pienso las cosas, creo que debo alejarme del cine de grandes nombres y regresar a las historias sencillas pero bien contadas. O tal vez lo mejor fuera que el cine nos diera mejores historias para ver, que dejen de pasarnos en cartelera películas cuyo año de producción marca que fueron realizadas hace más de dos años, o películas que en su propio país fueron enviadas directo a DVD; o tal vez, sólo tal vez, lo que necesito es un break con buenas películas.

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