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Un PAN opositor y moderno

GENARO LOZANO

Toda elección es un momento de división, de elegir entre opciones, de propuestas y contrapropuestas y, cada vez más, de ataques y descalificaciones personales. Las elecciones son momentos esquizofrénicos que lo mismo presentan ideales, la mejor cara de una candidat y de los postulados de su partido, pero también desnudan realidades, nos muestran lo peor de un candidato y de su partido, destapan cloacas.

La contienda interna del PAN fue precisamente eso. Un momento de división, con dos opciones. Por un lado, la de Ernesto Cordero, quien prometía el "cambio"- aunque ese cambio era un regreso de Felipe Calderón - y por el otro, la opción que resultó ganadora, la de Gustavo Madero, cuyo triunfo se debe más a la dinámica de la elección interna, que a la oferta de sus propuestas a quienes estaban llamados al voto- por primera vez a un padrón de casi 220 mil afiliados.

El consenso entre los pocos que han escrito sobre la elección del PAN es que al perder Cordero, perdió Calderón, y honestamente ¡qué bueno! Comparto esa lectura. Pocas formas de ejercer el poder tan dañinas a la democracia y a los derechos de los mexicanos como durante el sexenio calderonista. El vínculo entre Cordero y Calderón está claro desde la contienda por la candidatura presidencial del PAN en 2012 y el abandono a la campaña de Vázquez Mota. El vínculo más claro de Calderón con Cordero está en el artículo con el que Margarita Zavala anunció su apoyo a Cordero previo a la elección.

Ahora bien, ganó Madero y su triunfo trae diversas lecturas y consecuencias. Parece indiscutible decir que con el triunfo de Madero gana también Peña Nieto, quien ha tenido en el dirigente panista a un aliado, a un colaborador que lo ha acompañado principalmente en el Pacto por México y en las reformas que de ahí han salido. El PAN que dirige Madero, y en eso tenía razón Cordero, se ha comportado como una oposición complaciente con el gobierno de la República, en un partido de oposición que desde su dirigencia aplaude, en lugar de cuestionar, defiende, en lugar de criticar, firma acuses de recibido, en lugar de proponer - y lamentablemente se puede decir lo mismo de la dirigencia del PRD.

En el año y medio que Madero seguirá al frente de su partido, toca a los panistas exigir un cambio de timón en la relación de su partido con el Poder Ejecutivo, un cambio que lo vuelva a hacer un partido que recupere la razón por la que nació: un partido que formaba masa crítica al PRI y que denunciaba y desnudaba lo peor del ejercicio del poder priísta, antes del intermedio de los 12 años del PAN.

Por eso, la elección panista y el resultado de ese proceso debería importar no sólo a militantes de ese partido, sino a todos. Debería importarnos porque el PAN es el segundo partido más grande de México, el que tiene la segunda fuerza en el Congreso de la Unión, el partido que gobierna en 391 municipios, que representan el 16% del total nacional, de acuerdo con la Federación Nacional de Municipios de México. Debería importarnos porque en el voto del PAN está el futuro de muchas de las leyes reglamentarias de las reformas aprobadas en 2013.

Justo por ello toca a panistas y a no panistas vigilar que el triunfo de Madero y Anaya sea un triunfo para quienes deseamos un país con mejores pesos y contrapesos, mejores vigilantes de quien nos gobierna, mejores contrapropuestas a lo que se propone desde Los Pinos.

De igual forma, el triunfo de Madero lleva un reto doble para el PAN. Por un lado, el de limpiar la imagen de corrupción que se fue creando durante los sexenios de Fox y Calderón, pero que también se presentó en la campaña de Madero y que con ello salpicó y dañó la imagen del PAN, quitándole la marca de ser un partido asociado con los valores de honestidad y democracia, como escribió Ricardo Raphael. Superar ese reto es hacer al PAN competitivo en las elecciones de 2015.

Finalmente, a lo largo de toda la contienda entre Cordero y Madero ambos hablaron sobre un PAN moderno, sin decir de qué se trata éste. Si un "PAN moderno" significa uno más cercano a los jóvenes, entonces integrar a Ricardo Anaya, de 35 años, al equipo de Madero no es suficiente, por mucho respeto que los panistas y los no panistan tengan respecto al trabajo de Anaya. ¿Cuáles son los ahora compromisos de Madero con los jóvenes de su partido? Si un PAN moderno significa un PAN fortalecido, ¿cómo podrá Madero recuperar algo del padrón de afiliados que perdió el año pasado? ¿Cómo podrá volver a tener una lista de más de 500 mil afiliados? ¿Cómo podrá el PAN ser un partido más atractivo cuando se posiciona de una forma tan distinta a cómo piensan hoy los jóvenes de los centros urbanos del país respecto al derecho a decidir? ¿Hasta cuándo podrá el PAN explicar la incoherencia de afirmar que defiende la dignidad de las "personas humanas", en los binomios libertad-responsabilidad derechos-obligaciones, pero sólo si esas "personas humanas" son heterosexuales.

Un "PAN moderno", rejuvenecido, fortalecido, que se deshaga de sus prejuicios y que vuelva a ser una oposición comprometida sería algo bueno no sólo para los panistas, sino para nuestra democracia atrapada en la satanización del disenso.

Politólogo

e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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