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Economía y libertad

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

El libro titulado "Por qué fracasan los países" constituye un éxito editorial que ha merecido los elogios de al menos seis Premios Nobel de Economía, así como de una pléyade de académicos y periodistas a nivel mundial.

La obra que suscriben James A. Robinson profesor de Harvard de origen inglés y Daron Acemoglu, catedrático de origen turco que ejerce en el MIT de la ciudad de Boston, ha sido comparado con el clásico de Adam Smith, La Economía de las Naciones.

Destaca el hecho de que a contracorriente de las doctrinas económicas deterministas que inspiradas en el pensamiento de Hegel y Marx han acaparado el escenario en los últimos ciento cincuenta años, el libro en comento considera la historia humana como contingente, y a la economía condicionada por influencias culturales de toda índole e inclusive por hechos fortuitos como la peste negra que asoló al viejo mundo en el siglo trece, y que los autores consideran decisiva para el inicio de la primera revolución inglesa que con la firma de la Carta Magna por el Rey Juan sin Tierra, significó el principio de la modernidad política en Europa.

La tesis fundamental del libro sostiene que la diferencia que existe entre países exitosos y fallidos en materia económica, reside en las instituciones políticas. Los países que padecen gobiernos autoritarios cuyas políticas públicas extractivas propician la acumulación de poder y de riqueza en favor de de las élites dominantes son generadoras de pobreza, en tanto que los sistemas incluyentes que respetan los espacios de los organismos intermedios de la sociedad y del ciudadano y reparten el ejercicio del poder político en instituciones democráticas que operan en equilibrio, protegen la propiedad privada y como consecuencia, incentivan el trabajo, la producción y el ahorro.

Desde luego que el reconocimiento de los derechos civiles no es gratuito, sino que está fincado en una fuerte participación ciudadana y en un amplio consenso de los liderazgos, como fundamento de la convivencia social y la organización política.

A la usanza de Harvard, la tesis de los autores genera conclusiones teóricas a partir de casos reales que son objeto de análisis, que establecen la comparación en pequeña escala en el caso de las ciudades de Nogales Sonora y Nogales Arizona en la frontera entre México y los Estados Unidos, y de otros ejemplos a escala mundial como son los casos de Corea del Norte y Corea del Sur, Alemania Oriental y Alemania Occidental, el Imperio Español en comparación con el Imperialismo Inglés, el Imperio Turco Otomano, etcétera.

La conclusión invariable es la misma: los estados autoritarios generan pobreza y los estados que fomentan la libertad generan riqueza, y las experiencias en contrario como ocurrió en el caso de la extinta Unión Soviética, que durante algunas décadas mantuvo un impulso creciente de su economía, tienen un éxito sólo en el corto plazo y desembocan en el colapso. Se trata de un libro interesante que combina temas de economía y de política desde una perspectiva histórica, de una manera muy semejante al tratamiento que contiene el clásico de los años ochenta del siglo pasado, La verdadera guerra, de Richard Nixon, aunque este último con mayor rigor y profundidad.

El contenido de la obra "Por qué fracasan los países" se encuentra impregnada de sentido común y por ello su lectura es imprescindible, en un momento en que las tendencias autoritarias bajo el manto del populismo y las oligarquías burocráticas, amenazan malograr la experiencia democrática impulsada a raíz de la caída de la Cortina de Hierro. No es extraño que Denise Dresser opine con entusiasmo que es el mejor libro que ha leído en el último año, con independencia del acierto o exageración que dicha afirmación implique.

No obstante sus méritos, el libro cuyo comentario nos ocupa incurre en una gran omisión, porque carece de un estudio crítico de la finanza y sus relaciones con el poder, que debió ser tema obligado en una obra de tal naturaleza y pretensiones. En el momento histórico presente, el sistema financiero internacional se erige más que nunca como un protagonista extractor que es cómplice del endeudamiento irresponsable de los gobiernos, cuya voracidad devasta al mercado, empobrece a la sociedad y desestabiliza a los estados.

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