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Criminales velan por el orden en Yenákievo

EFE

Yenákievo, patria chica del depuesto presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, vive estos días una sublevación tranquila contra Kiev de la mano de un grupo de hombres que no se ruborizan al identificarse como criminales.

"Somos delincuentes y hemos tomado el poder para garantizar el orden en nuestra ciudad. No queremos revoluciones ni escándalos aquí", dijo a Efe Vasili, apodado "el Búlgaro", un hombre de unos 40 años que presume de haber estado tres veces en prisión.

Tomaron el Ayuntamiento sin una sola ventana rota ni resistencia alguna, porque aparentemente, en esta ciudad de unos 80,000 habitantes, gris y deprimida como pocas en la rebelde región de Donetsk, todo se hace de mutuo acuerdo.

"Siempre ha tenido fama de ser una ciudad criminal. En la región se dice que aquí viven algunos de los líderes criminales más importantes de toda Ucrania", asegura Leonid, un taxista de Donetsk que se inquieta al subir en su coche a Vasili.

La rebelión en la patria natal de Yanukóvich dista mucho de otras ciudades de la región minera, donde cada edificio oficial asaltado y tomado termina rodeado de barricadas y protegido por jóvenes veiteañeros con bates de béisbol o milicianos uniformados y armados con Kaláshnikov.

"Aquí todos tenemos varias condenas encima. Pero no queremos armas ni gente armada en nuestra ciudad. No vamos a tomar comisarías para hacernos con sus armas", dice el Búlgaro mientras saca del bolsillo una pistola de gas comprimido para disparar en campo abierto.

Yenákievo es una ciudad de contrastes, en la que edificios ennegrecidos por el humo de su gigantesca fábrica metalúrgica, en pleno centro, contrasta con las obras 'benéficas' del expresidente, del que todavía se enorgullecen muchos vecinos.

"Yanukóvich es uno de los nuestros, y claro que ha cuidado de su ciudad. Con él cobrábamos todas las ayudas y los precios no subían como ahora con estos fascistas que han llegado al poder", se queja una mujer de unos 60 años.

En el periférico barrio de Pivnovka, famoso a mediados del siglo pasado por su banda criminal, los niños van a un colegio digno de los barrios más elitistas de cualquier capital europea.

El hombre que ahora se refugia en Rusia, perseguido en su país por ordenar presuntamente el asesinato masivo de manifestantes, no escatimó en gastos para reconstruir su antigua escuela, que esconde en su interior un museo secreto dedicado al hombre que más lejos ha llegado en la historia de la ciudad.

El guarda del colegio explica que el 'santuario', al que sólo se puede acceder con el permiso de la dirección del centro, alberga algunos efectos personales de la etapa escolar de Yanukóvich.

"Ya me habría gustado tener esto para jugar cuando era pequeño.

Quizás no habría terminado como muchos aquí", dice al admirar el césped del campo de fútbol de la escuela Vasili, guía de Efe por los recovecos de una ciudad en la que casi nadie quiere hablar con los periodistas.

Recuerda que también Vítia, diminutivo con el que se refieren a Yanukóvich muchos vecinos de Yenákievo, fue condenado dos veces y pasó por prisión, la primera vez por atraco como miembro de la banda Pivnovka, cuando tenía 17 años, y otra por propinar una paliza a un hombre tres años más tarde.

A finales de 1978, once años después de su primera condena, el tribunal regional de Donetsk rehabilitó al entonces dirigente de una importante empresa de transportes de todo el historial delictivo que pesaba sobre él.

La Justicia soviética atendió a una petición personal del cosmonauta de origen ucraniano Gueorgui Beregovói, que vivió casi toda su infancia y buena parte de la juventud en esta ciudad, donde al igual que Yanukóvich trabajó algún tiempo en la Fábrica Metalúrgica de Yenákievo.

A los pies de esta mole industrial que no ha dejado de funcionar desde su creación en 1897, a pocos metros de sus imponentes hornos, se crió el pequeño Yanukóvich, en un pueblo llamado Zhukovka que hoy ya no existe.

Nikolái, que vive en la cercana Gapúrovka, señala con la mano una gran cantera de arena que se ve no muy lejos, justo debajo de la fábrica.

"Allí estaba Zhukovka. Ahora ese lugar ha quedado enterrado", explica este jubilado de 72 años, cuyo barrio rural, a orillas de un lago y habitado hace años por cientos de trabajadores de la industria y de las minas de carbón, también vive sus últimos días.

Junto a su esposa, comparten la última calle del barrio con una sola mujer que no quiere dar su nombre, pero que no duda en llamar traidor al más insigne de sus vecinos.

"Yanukóvich nos ha traicionado, nos ha dejado a merced de este Putin, que es un 'chequista' que se quiere aprovechar de que somos un país débil", dice con mucho sentimiento, convencida de que Rusia está detrás de la grave situación que vive el sureste de Ucrania.

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