“Ocultan gastos de Ediles”, “Aprueban finanzas pese a diferencias”, “Diputado y Senador señalados por enriquecimiento inexplicable”, “Ayuda Congreso a Villarreal”, son algunos de los encabezados, que recientemente, desde los diarios locales de esta querida Comarca Lagunera, nos exponen el cinismo con que la tristemente llamada clase política se conduce frente a una ciudadanía cada vez más lastimada y menos sorprendida ante las ruindades de quienes deberían servirnos y procurar el Bien Común.
La historia reciente de México en términos del quehacer del gobierno es la repetición de lo que hace 150 años sucedía: para aspirar a un cargo público era más importante la relación, parentesco, o lealtad como características, que la capacidad, habilidad o institucionalidad de la persona; la sociedad no se escandalizaba cuando un servidor público que ocupaba un cargo de nivel medio, rápidamente se enriquecía; en México a diferencia de otros países, se creaban mas rentas públicas -cargos- que las necesarias.
El gobernante desde entonces ha hecho lo que ha querido, sin considerar más que su punto de vista o su interés, ante la ausencia de contrapesos y la presencia de complicidades entre poderes; la incapacidad, la corrupción, la impunidad de los servidores públicos ha sido consecuencia del mantenimiento de viejas y consolidadas prácticas.
El hecho de que se mantenga vigente este esquema, que en esencia es el gran problema de este país, es también una oportunidad que debe ser debidamente identificada y aprovechada; toda situación problemática trae consigo una oportunidad para resolverla en la medida que podamos diagnosticar bien ese problema. Si padecemos gobiernos deshonestos, incapaces, corruptos, e inconscientes de sus responsabilidades, debemos impulsar formas, reglas, métodos y acciones que contrarresten estos efectos.
La participación es una de las alternativas para hacerlo. Si bien es cierto que desde el punto de vista gubernamental se ha promovido la organización de los ciudadanos y su ´participación en asuntos de su interés, estas formas de organización se diseñan por el promotor a modo; me explico: establece los mecanismos, reglas y formas de organización que le permitan controlar su acción, lo que limita el desarrollo de la participación misma y genera un proceso de simulación de la participación organizada de los ciudadanos (ejemplo: los múltiples “consejos ciudadanos”, que ni aconsejan ni actúan muchas veces con perspectiva ciduadana).
Sin embargo este no es el único problema – el control corporativo de las organizaciones sociales-, ya que la generación de este espejismo de participación crea un acondicionamiento de las actitudes y la conducta de los ciudadanos, hecho que es evidente en la transformación práctica de la mayoría de lo que conocíamos como ONGs, en organizaciones si gubernamentales.
Pero es un hecho que no todas las organizaciones se corrompen, ni claudican en sus esfuerzos por lograr sus cometidos.
Roberto Carlos Robles Medrano.
Torreón, Coahuila.
