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Llegó a mis manos el disco de Nevermile, banda mexicana que con rapidez de carterista va abriéndose paso en el gusto de los adolescentes. Muy buenas referencias tenía ya de esta banda por mi talentosa amiga Dëa Mêsic, que es la joven bajista de la agrupación. El disco, grabado en el transcurso de 2013, está compuesto por siete cortes: Love Machine, Do you remember, Don’t let me down, In the night she cries, Blood on the rain, Fallin’ apart y un bonus track titulado Take me home.

A los veinte segundos de iniciado el disco, nos percatamos de que estamos frente a una muy buena grabación, cuidada en todos sus detalles, del registro a la mezcla, y que ha sido distribuida en México por el sello independiente Flying Dog Records. Además de los graves riffs que corren por parte de Dëa Mêsic, los implicados en esta travesura son Fernando Ríos en la guitarra, Fernando Lluck en la voz y la guitarra, Hugo Rojas en la batería e Iván Gómez en la tercer guitarra.

Así, a diez manos, logran un sonido cálido que recuerda mucho las producciones de bandas como Greenday o My Chemical Romance: melodías pegajosas sostenidas por una voz de registro agradable, powerchords distorsionados y tarolazos decididos que dan lugar a un disco muy disfrutable.

Rock and roll cuidando en todos los detalles, estas «rolas» tienen mucho de lo que los gringos llamarían hook, gancho, anzuelo. Es justo también decir que la producción hizo un buen trabajo tanto en lo visible como en lo escuchable: nunca se exceden en efectos de sonido -ni en la voz ni en los instrumentos-, y si algún desafine asoma por sus compases, se entiende que es a favor de conservar la calidez y la fuerza que la banda ofrece en vivo.

Además, con gusto me he enterado de que, como parte de un premio de una «guerra de bandas», y en recompensa a su esfuerzo, Nevermile iniciará muy pronto una gira por el sur, arrancando en Cancún y visitando varias ciudades mexicanas. Aprovecho el rábano para felicitar a estos jóvenes músicos: no es frecuente encontrar bandas que empollen así, tan amorosamente, a sus polluelos.

Sólo me gustaría añadir algo. Un «algo» que no quisiera obviar y que trataré de decir de la forma más suave que mi tacto de cangrejo me permita. Desde mi perspectiva, y a pesar de las canciones con hook, el disco es muy condescendiente con los parámetros que marca el mercado internacional. Ese mercado que, desde los lentes oscuros a la distorsión, ha terminado por homologar la voz y la imagen de miles de bandas por todo el mundo: de Tokio a Buenos Aires, de Moscú a Bogotá, muchas bandas son un espejo de la industria.

Y eso puede ser muy bueno o muy malo, dependiendo de los objetivos que ellos mismos se hayan planteado al componer sus temas y grabarlos. Aclaro que por condescendencia no me refiero al idioma, sino al resultado general, una concepción «global» del rock que no pertenece a ningún lugar en específico, sino que es llevada y traída por la televisión, esa maestra ubicua y omnipresente que siempre intenta decirnos de qué lado masca Godzilla. Confieso que en el fondo me gustaría escucharles algo más desafiante, más en desacuerdo con MTV, pero eso, claro está, es sólo mi deseo.

En fin que no es este un argumento para la descalificación. Insisto, se trata de un gran primer disco, grabado y producido profesionalmente por músicos muy jóvenes. Nadie madura en la cuna. Festejemos y sigamos pendientes de los próximos movimientos de este quinteto, que sin duda dará mucho de qué hablar en los próximos años.

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