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Nuestra Salud Mental / Puentes a cruzar en San Francisco

Dr. Víctor Albores García

Cuadragésima primera parte

Aunque definitivamente en nuestra cultura los roles del padre y de la madre se han mantenido bajo ese tipo de estereotipos tan rígidos como parte de nuestras tradiciones, lo mismo podemos encontrar otro tipo de modelos igualmente populares y frecuentes. El hombre que sólo reconoce su capacidad de crear hijos en la cama, como única señal de lo que considera su masculinidad, pero que nunca se responsabiliza de ellos y los niega e incluso los abandona, para dejar que sea la madre quien se ocupe de éstos como pueda. El hombre que padece esa dificultad para estar presente tanto en lo emocional como en lo físico en su hogar, justificado naturalmente por su trabajo y por sus múltiples ocupaciones externas, pero que en el fondo ha sido el resultado de tampoco haber tenido una imagen paterna presente durante su infancia, como un modelo con quien pudiera haber entablado un estilo de apego seguro. Por otro lado, la madre que a su vez presenta carencias emocionales importantes desde su niñez, quien tampoco tuvo un buen modelo de madre con un vínculo de apego seguro, lo que determina que deje a los hijos al cuidado de la servidumbre o de otras personas. Los nuevos modelos que están surgiendo en la actualidad, como el de la madre soltera que en realidad sólo necesita a un hombre para que la embarace, porque después quiere vivir su vida sola con su hijo o hija, pero sin necesitar a ningún otro hombre. Puede ser el tipo de mujer que desea vivir independiente sin amarres con el hogar de origen, o por el contrario, aquélla que hace pareja con su propia madre para criar así entre ambas a uno o varios hijos, como parte de una dinámica familiar muy sui géneris. Las parejas que en el presente se ven obligadas a trabajar ambos debido a las limitadas y críticas condiciones económicas, que no desean inclusive tener hijos, o que si los tienen, buscan a otros que se los cuiden, sea dentro de la familia o mediante la ayuda de instituciones tipo guarderías.

Así se podría seguir interminablemente, con una serie de modelos contemporáneos sobre lo que significa casarse y tener hijos a principios del Siglo XXI, con los nuevos obstáculos así como las responsabilidades a las que hay que enfrentarse y los actuales tipos de soluciones que se utilizan en la vida y el desarrollo de cada pareja. La diferencia en nuestra época, es quizás que hasta cierto punto, los hombres y mujeres estamos más conscientes de estos retos cuando los enfrentamos, vacilamos y reflexionamos más, pero a la vez tomamos un rol más activo en cuanto a tales decisiones, sin dejarlas tanto al destino o a la mano de Dios para responsabilizarlos. A pesar de ello, para muchas parejas aún les es difícil abrir los ojos y tener una mayor conciencia del paso que dan al casarse o al tener hijos. Embelesados todavía por ese aroma que despiden los cuentos infantiles con los que fueron educados, en donde Cenicienta se queda en palacio con su príncipe azul rico y gallardo, o Blancanieves se pierde en la lejanía cabalgando también con su noble pareja rumbo a la felicidad eterna. Hipnotizados aún durante esa etapa de trance al final de las telenovelas o inclusive de la lectura continua de reportajes rosas de las revistas de moda y demás medios de comunicación, tantas parejas toman sus decisiones bajo el efecto maravilloso de ese elíxir de amor que los mantiene en un estado semiinconsciente y fuera de la realidad.

Charles Perrault nunca nos describió a la Cenicienta o a la Bella Durmiente después de su luna de miel o durante el embarazo o el parto. Aunque podríamos suponer que tanto una como la otra con sus respectivos consortes no planearon a sus hijos, una costumbre que estaría fuera de moda en esa época, nunca alcanzamos a conocer cuántos fueron los herederos, si todos pudieron nacer sanos o qué tipo de niños y niñas fueron y cómo los educaron. Igualmente, hubiera sido por demás interesante como modelo para las futuras generaciones, el saber cuáles eran los tópicos que causaban fricciones en la pareja real, cómo discutían, o incluso si había violencia intrafamiliar. ¿Llegaban a resolver sus problemas o tal vez quedaban indefinidamente en el aire? ¿En qué trabajaría el príncipe, porque al menos muchos de los príncipes modernos tienen que trabajar también como los demás seres humanos, aunque a veces sólo sea de imagen? ¿Le daría permiso Cenicienta de que se fuera por las noches con sus cuates a cenar, a jugar cartas o simplemente a recorrer ?antros? todavía, como lo hacía de soltero? ¿Tendrían como pareja su grupo de los jueves, los viernes o de cualquier otro día para juntarse con otras parejas reales, o de qué forma se divertirían en palacio? ¿Cuáles a su vez serían las actividades de ella: saldrían a trotar en los jardines de palacio, asistiría a algún gimnasio o spa de moda ante la preocupación de los kilitos extra o la celulitis a futuro? ¿Tendría algún tipo de trabajo en palacio o en alguna oficina de gobierno, o podría ser que el príncipe una vez pasada la luna de miel, la hubiera puesto nuevamente a lavar y fregar los pisos, como la tenían antes su madrastra y sus hermanastras? Después de todo, los seres humanos tendemos a repetir nuestros patrones de origen a pesar de los pesares.

Es una lástima que tales cuentos no muestren modelos más realistas que nos lleven más allá del ?vivieron muy felices, o vivieron eternamente felices?, para dejar a nuestra imaginación lo que sucedió posteriormente, cuando sabemos que la boda es apenas el principio de la aventura que representa el matrimonio como un camino largo y complicado. Quizá hasta ahora, varios siglos después, los paparazzi buscan ilustrarnos sobre la intimidad de estos personajes de la realeza del cine o del espectáculo en general que un público muy heterogéneo explora afanosamente para usar como modelos a seguir en sus vidas, ante el vacío de otros modelos. Los paparazzi luchan así por satisfacer esas necesidades del público, entremezclando chismes, aspectos secretos o lo cotidiano de las vidas de tales personajes, a través de reportajes fotográficos, salpicados con el siempre útil y sabroso condimento de la fantasía de sus autores, publicados en tabloides o en revistas como Hola, Vanidades, Ella y tantas otras que se digieren con gran avidez en diferentes idiomas, lo que confirma sin duda alguna esa búsqueda de una respuesta fantasiosa a tantas preguntas. Es así como se convierte definitivamente en los ilusorios, frágiles y fragmentados modelos a seguir en nuestra época. (Continuará).

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