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Contra las gasolineras

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

En años recientes, la arquitectura que florece en Torreón son las gasolineras, además de una serie de cadenas comerciales con el número siete. Por aquí y por allá, en cualquier rincón siempre aparece una gasolinera. No importa que una esté enfrente de otra, o a un lado. Olvídense también de la lógica económica o el sentido de competencia. Lo que importa es construir una. ¡Qué viva la Reforma Energética! Pero lejos de pensar en las gasolineras como un signo de desarrollo (habrá quien sí lo considere), no veo cómo la multiplicación de las estaciones aporta a la ciudad. Me explico: en el modelo actual de ciudad, donde se privilegia el uso del automóvil por sobre todas las cosas, las gasolineras son casi un derecho. Por lo tanto, su presencia no sólo es justificada, sino indiscriminada. Al mismo tiempo, quienes transitan en carro, son una minoría no sólo en Torreón, sino en el país, con todo y que en los últimos veinte años el número de vehículos automotores creció tres veces hasta alcanzar 35 millones.Todavía lejos de representar a los 117 millones de mexicanos. En otras palabras, la mayoría de los mexicanos no se mueve en automóvil, pero casi toda la inversión pública va destinada a la minoría que sí se mueve en automóvil: puentes, segundos pisos, bulevares, desniveles, pavimentación y más pavimentación…

No obstante las condiciones de movilidad, la visión dominante privilegia el desarrollo de unos, en detrimento de muchos. Tan lejos vamos del desfile, que por primera vez el Gobierno federal, incluyó en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, las palabras "peatones" y "bicicletas".

Regreso al punto: una ciudad no es mejor en su nivel de vida por el número de gasolineras y automotores en las calles, sino por su capacidad de integrar a los ciudadanos a un sistema más equitativo y eficiente de movilidad urbana. De esa manera, no admiramos a las mejores ciudades por sus gasolineras, y mucho menos admiramos una inmensa fila de autos, sino la capacidad para integrar con humanidad sus espacios.

Veamos algunos datos. En Torreón, el padrón de vehículos automotores registrados por el Inegi hasta 2012, fue de 150 mil 814, sin contar "Onappafas" y "copropafas" (el chiste se cuenta solo). Aun así, sólo representan el 23% de la población de la ciudad. Sin embargo, la mayoría de las inversiones públicas que se han hecho y se harán va destina a esa minoría. ¿Y el resto de la población? El metrobús todavía es un proyecto, y ni qué decir de las ciclovías o los cruces peatonales seguros. En el atroz modelo de ciudad, la visión necesaria es del automóvil. Si los ciclistas son un estorbo, los peatones ni siquiera existen. Abundan las baquetas destrozas, pero en los nuevos desarrollos urbanos de la ciudad, las banquetas ¡ni siquiera existen!

De ahí mi argumento. Una ciudad como Torreón no necesita de más gasolineras para ser competitiva, sino un sistema incluyente de movilidad, donde todos aquellos que no se mueven en vehículos reciban la mejor inversión. Tan mal se han hecho las cosas en la ciudad, que actualmente hay altas probabilidades de morir como peatón. Refiero una serie de datos del Inegi entre los años 2000 y 2012. En Torreón 6 de cada 10 muertes asociadas al transporte, son de peatones, mientras que 3 de cada 10, son automovilistas. Y a pesar de la mala prensa, sólo 3 de cada 100 accidentes mortales están relacionados a los ciclistas.

Cual fue mi sorpresa que al estudiar los datos, encontré una terrible correlación entre las muertes de automovilistas y peatones. Dicho de otra manera, cada vez que hay un accidente vehicular, tenemos una probabilidad alta depeatones muertos. ¿En verdad es la ciudad que queremos?

Esas muertes serían evitables si en los próximos años el Gobierno invirtiera el dinero público en un sentido radicalmente distinto: No para autos, sí para las personas. La fórmula parece obvia, pero no lo es, sobre todo, cuando los puentes y bulevares lucen por encima de amplias banquetas y ciclovías. En toda esta historia de distorsión urbana, nos urge una modelo de ciudad que cuide y proteja la vida humana. Quizá sea mucho pedir.

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