Se realizaron varios trabajos de mantenimiento, logrando que la Torre, que tiene una inclinación actual de cuatro grados, pudiera mantenerse de forma tal que ha sido declarada estable para por lo menos otros 300 años. (ARCHIVO)
Para prácticamente todas las naciones, construir monumentos o edificios para dejar huella de un momento de éxito histórico es algo común, pero en pocos casos esas construcciones llegan a convertirse en algo más que historia y pasan a ser un emblema.
Tal fue el caso de Italia, que en el año 1177, cuando gozaba de plenitud militar y política decidió impulsar la edificación de la Torre de Pisa que, curiosamente, gracias a una condición que hubiera podido resultar problemática se volvió famosa.
Dicha condición es su inclinación, la cual empezó a notarse desde la construcción de la Torre que actualmente tiene 55 metros de altura y un peso de 14 mil 700 toneladas.
En un principio, la Torre se inclinó hacia el norte debido a la colocación de cimientos débiles; esto provocó que su construcción estuviera detenida durante un siglo, aunado también al periodo de guerra que se vivió.
Esta suspensión temporal favoreció, en realidad, a que el suelo se asentara y la construcción no se derrumbara por las condiciones desfavorables.
Para contrarrestar la inclinación, hacia 1272 inició la construcción de cuatro plantas con un ángulo en específico. Para 1284 la obra fue nuevamente suspendida y reanudada nuevamente hasta un siglo después, cuando se construyó su última planta, en la cual se instalaron campanas.
No obstante lo pretendido, una vez quedó concluido el campanario, la Torre comenzó a inclinarse de nueva cuenta, pero esta ocasión hacia el sur.
Ante tal situación, se realizaron varios trabajos de mantenimiento, logrando que la Torre, que tiene una inclinación actual de cuatro grados, pudiera mantenerse de forma tal que ha sido declarada estable para por lo menos otros 300 años, según detalla The History Channel.
