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El extraño retorno de Humberto Moreira

PATRICIO DE LA FUENTE
"La moral es un árbol que da moras"— Gonzalo N. Santos

Angustiados con Michoacán, nadie pareció notar que el profesor Humberto Moreira -ave de tempestades- está de vuelta en México. Según información vertida por cercanos colaboradores del controvertido político, al igual que la música de Radio 620 am, Moreira llegó para quedarse.

El lunes lo consignaba el periódico Vanguardia través de su portal de Internet. Íntimos del profesor autorizados por él, difundieron la primicia al rotativo coahuilense. Moreira pasó las fiestas decembrinas en el país y renta, en Cuernavaca, Morelos, una casa. "Su estadía será temporal", dicen, "pues la intención del profesor es regresar a Saltillo".

"Vive Moreira en Cuernavaca…por mientras", cabecea la nota y afirma que "de hecho pasó aquí las fiestas navideñas y de Año Nuevo con todos sus hijos y familia; estuvo unos días en Saltillo, pero la verdad fue sólo de paso, pues decidió fijar residencia en Cuernavaca por lo pronto".

Contrario a lo que se piense, Humberto Moreira, el de marcado abdomen y estilizada figura, no contempla entre sus planes, impartir clases de fisicoculturismo ni competirle a Evelyn Lapuente, querida gimnasta de otros ayeres. Tampoco parece ser menester a sus intereses, velar por el buen funcionamiento del negocio de mermeladas light del que dice ser propietario. Mucho menos el clima amable de Cuernavaca y la calidez del pueblo morelense, es lo que lo trae de regreso.

Cuando del profesor Moreira se trata, las lecturas a su retorno son muchas. Lo son por la prominencia de su participación política, compleja y barroca personalidad, días de gloria que se veían imparables, y el posterior linchamiento público que diera al traste a una carrera vertiginosa.

Insoslayables también, las tristes y trágicas circunstancias en las que murió su hijo, José Eduardo, el escándalo de la deuda de Coahuila -herida que supura-, el peso de la justicia sobre varios de sus más íntimos y cercanos colaboradores, y la complicada relación, en apariencia rota, con el hermano Rubén, hoy gobernador del estado.

Acostumbrado a no dar paso sin huarache, el término del exilio en Barcelona del profesor ni es cosa baladí ni puede, en ningún momento, interpretarse como un simple cambio de planes. Los motivos, que hoy ignoramos, bien podrían ser muchos. De paseo no viene.

Todo político que cae en desgracia busca, de algún modo, su reinvención. No importando lo grave del pecado ni el tamaño de la falta, los hombres y mujeres de poder habitan en un universo paralelo donde se sienten incomprendidos por la ciudadanía. Llega a ser tan grande la ceguera de quienes mueven los hilos, que olvidan sus mismos errores o se los atribuyen a terceros, a las circunstancias o al clima.

"El incomprendido soy yo", dijo alguna vez Humberto Moreira, en alusión a los ataques en su contra, que consideró como injustificados y desproporcionados. Su regreso al país, aunque no lo diga ni se atreva a espetarlo en voz alta, obedece a la absolución que todos los políticos buscan, pero que quizá nunca llegue.

Chasco tras chasco, escándalo tras escándalo, al ciudadano hace mucho que se le agotó la paciencia y perdió la capacidad de perdonar a quienes viven del erario y en la esfera de lo público. La falta de explicaciones y omisiones de Humberto Moreira, extraviada toda proporción y sensatez en un hombre que no nota el tamaño de la ofensa hacia quienes confiaron en él, hacen imposible reconsiderar siquiera, volver a creerle.

No sé a qué venga, las lecturas son demasiadas, sus razones tendrá. De él esperaríamos una admisión de culpa, o en su caso de corresponsabilidad en hechos que dañaron la confianza del ciudadano hacia los políticos y las instituciones, y que sumieron a Coahuila en una crisis financiera de proporciones épicas.

Desgraciadamente y conociéndolo, Humberto Moreira no viene a pedir disculpas ni a ofrecer explicaciones, sino a tratar de recuperar, de algún modo, las glorias de ayer, los años perdidos y un poco de aquél gran poder sin el cual a los políticos, se les terminan las razones, los motivos y las ganas de respirar.

A tomar el sol morelense no vino Humberto Moreira. El caso es que está de regreso. Son tiempos priistas. Imagino, que se sentirá a sus anchas. Las aves del mismo plumaje, reza el dicho, vuelan juntas…

Twitter @patoloquasto

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