En los últimos años de su vida Pablo de Tarso lloraba un crimen de su juventud.
Asistió al martirio de Esteban, que fue muerto a pedradas por la turba. No arrojó él ninguna piedra, pero les detuvo el manto a varios que se lo quitaron para poder lapidar mejor al mártir.
Tibios, medrosos, a veces no hacemos el mal, pero ayudamos con nuestra tolerancia o indiferencia a quienes lo hacen. No hay bien alguno en no tirar la piedra si les detenemos el manto a quienes sí la tiran. A veces mirar el mal sin denunciarlo, sin protestar por él, es lo mismo que causarlo.
No tiremos la piedra, porque eso es malo. Pero tampoco les detengamos el manto a quienes sí la tiran. Eso a veces es peor.
¡Hasta mañana!