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El sacrificio de todos

ANA MARÍA SALAZAR

Desde el obrero que tendrá que pagar más por su desayuno "chatarra" de un refresco y unas galletas, hasta el empresario que está tomando la difícil decisión de cuántos empleados dejará de contratar, posiblemente despedir, definitivamente el 2014 no pinta bien. Y es que, por más que quieran convencernos de que el 2014 será un año de mejoría para el país -con crecimiento pronosticado de 4.2% del PIB, una positiva evolución de la economía de EU y una mejor ejecución del gasto público- no hay elementos suficientes para decir que se traducirá en un buen año para todos. Argumentan los optimistas que las expectativas que se han creado alrededor de las famosas reformas estructurales han fortalecido el "Mexico Moment" en el exterior, lo cual promoverá que crezca la inversión y por ende la creación de empleos.

La verdad es que muchos cruzamos los dedos para que no se vuelva a repetir el 2013, donde estuvimos coqueteando con una recesión y muchos empresarios, profesionistas y trabajadores, tomaron antidepresivos por la crisis en sus bolsillos.

Lo fascinante de las reformas promovidas este año es que el gobierno, y en especial el presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, han asumido la responsabilidad política y económica de lo que sucederá no sólo este año venidero, sino lo que resta de esta administración. Y si las cosas salen bien, seguramente habrá aplausos y otro sexenio priísta. Si se equivocaron, no sólo dejarán un país en llamas, sino que el PRI será el villano histórico donde cualquiera que presuma ser parte de esa corporación política recibirá abucheos, posiblemente golpes de familiares y amigos.

En nuestra democracia "funcional" (así lo definió a México el Washington Post en su editorial felicitando al presidente Peña Nieto por la reforma energética) el mandatario y su equipo decidieron que sería el gobierno el que dirigiría la economía del país con políticas un tanto esquizofrénicas.

Por una parte, al exigir que todos paguen más impuestos durante la actual crisis económica es un mensaje de que "papá gobierno" tiene mejor conocimiento y capacidad de dirigir la economía del país. Será el "papá gobierno" quien recabará nuestro dinero y lo gastará de tal forma que promoverá la creación de empleos, crecimiento de empresas y reducción de la obesidad en el país. El mensaje es "dame tu dinero y yo, papá gobierno, sabré cómo gastarlo". Esta forma de centralizar la economía también asume que el gasto del gobierno federal es tal que puede tener un impacto extraordinario en el crecimiento del país y la creación de empleos.

La otra opción hubiera sido aprobar reformas que promovieran la incentivos fiscales a corto plazo, para que los empresarios crearan más empleos, abrieran más empresas, pagaran más impuestos, se formalizaran más negocios y se dependiera menos de los fondos estatales y federales.

Seamos claros, no estoy argumentando que el gobierno no debe de jugar un papel fundamental en promover crecimiento en un país, pero la pregunta es qué tanto. Con las reformas aprobadas es claro que buscan reducir los vaivenes del mercado y las "malas" decisiones de los empresarios, profesionistas y trabajadores.

Lo que me preocupa de esta fórmula es que asumimos que el gobierno no se equivoca, y que no es corrupto.

Y es el tema de la corrupción lo que podría socavar el éxito de las reformas. Hoy la corrupción se traduce en una pérdida fundamental en la credibilidad del gobierno. Y, sin esto, las reformas que tanto se presumen van a fracasar.

¿Cómo recordaremos el 2014 en unos 20 años? ¿Cómo el parte aguas histórico donde, a pesar de los sacrificios de muchos mexicanos, el país inició el rumbo hacia la modernidad y crecimiento que permitió a México convertirse en una potencia económica? ¿O se recordará el 2014 como el momento histórico cuando el autoritarismo económico promovido por Enrique Peña Nieto llevó a México a una crisis social que no se había vivido en el país por décadas?

Lo que suceda el año que entra depende de la paciencia de la población y la credibilidad del gobierno de Peña. Y, como sabemos, la única forma de promover la credibilidad es ejercer un buen gobierno con pocos errores, reducir la corrupción y perseguir a los corruptos sin piedad y sin importar a quién. Sobre todo se requiere de liderazgo extraordinario para este momento extraordinario en México.

¿Es mucho pedir? Sí. Pero señor Presidente, si se está exigiendo tanto sacrificio de todos, lo mínimo que podemos demandar de ustedes es que hagan las cosas bien.

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