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El corazón de Andrés Manuel

PATRICIO DE LA FUENTE

"Pero hoy tu buena suerte la espalda te ha volteado, fallaste corazón, no vuelvas a apostar".

Lo soltó a bocajarro a mitad de la entrevista así, sin avisar, quien ha sido uno de los grandes protagonistas de la vida política de México durante los últimos años. Esos ojos tristes lo delataban desde el comienzo, las tribulaciones de sus ochenta años a cuestas y los demonios que persiguen a las grandes inteligencias, sueltos.

"Se perdió en un mar de sueños, tristezas y demasiada fiesta. Extraviado el destino, los días y las horas pesan en su ánimo", alguien me confiaba. Siempre atormentado, Porfirio Muñoz Ledo dijo: "No he sido feliz", y bajó la mirada. Así resumía una vida excepcional, brillante como pocas. La infelicidad como constante, la duda perenne, y la recapitulación en el ocaso. Todo lo vivido, sin ser feliz. De ese tamaño el precio. ¿Habrá valido la pena?

Semanas después, a Andrés Manuel López Obrador le falló el corazón y fue a parar al hospital. Amigos y detractores por igual, se preocuparon. Todos reconocemos sus contribuciones en aras de un México más justo y democrático. Yo, que tanto lo critico, sentí preocupación. Y es que a todos, tarde que temprano, el destino nos cobra las facturas pendientes.

Lo que sigue para quien sufre un infarto, es el sube y baja de emociones, de cuestionamientos, de recapitular. Pienso en mis muertos, en quienes se han ido o estado a punto de hacerlo, por un corazón débil o roto, que sufre, que en el fondo no es feliz. Para López Obrador, los días que vienen no serán nada fáciles. Por experiencias muy difíciles en mi entorno familiar, lo sé.

Conmovido, ya fuera del hospital, el tabasqueño escribió en Twitter a manera de vaticinio, de amenaza, pero agradeciendo al percatarse quizá, que hasta en sus enemigos cupo la bondad en un momento difícil. "A mis amigos del alma y de lucha les agradezco sus muestras de cariño. A mis adversarios les reconozco su humanismo. Pronto volveré", sentenció.

Equivocado quizá en las formas, López Obrador es un idealista. Creo y sé, en el fondo, de su bondad. Sus modos, ésos no me gustan. ¿Será, como Muñoz Ledo, un hombre infeliz?. Pienso en estos días de incertidumbre colectiva, del México que a pasos agigantados, se le escapa la posibilidad de la grandeza.

¿Será realmente feliz Andrés Manuel?, me cuestiono al ver que el corazón le falla y juega malas pasadas. Y es que la infelicidad, tantas veces, es condición natural de quienes piensan. ¿Le falló el corazón dada la tristeza? ¿Es el tabasqueño un hombre frustrado por el México que no ve? ¿Qué piensa y siente alguien que nos ha acostumbrado a lo indescifrable de su personalidad, que es un acertijo de emociones y esconde a rajatabla lo privado de lo público?

Y de nuevo, viene a mi mente la entrevista, esas confesiones íntimas de Porfirio Muñóz Ledo, para la televisora donde trabajo. "No he sido feliz". Con algo tan corto y lacónico, resume ocho décadas de existencia. Dentro de veinte años, cuando cumpla la edad de Porfirio y recapitule su vida, me gustaría preguntarle a Andrés Manuel López Obrador si lo fue o no, y si su corazón se quedó roto después de tanto peregrinar.

Reza una vieja canción: "Hay gente que de dolor se muere". ¿Has sido feliz, Andrés Manuel, o la infelicidad te quiebra? En lo que respondes a mi interrogante, te deseo una plena y total recuperación pero sobre todo, que seas feliz. Sin ello, poco vale la pena.

Twitter @patoloquasto

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