Siglo Nuevo

Amargas píldoras: el cine de François Ozon

El poder de una filmografía empalagosa

Jeune et jolie, 2013.

Jeune et jolie, 2013.

Miguel Báez Durán

Desde su primer largometraje, François Ozon no ha dejado de darle al cine entregas fílmicas. A veces, cada año. Otras, hasta dos en un período tan limitado para un esfuerzo cinematográfico.

Desde entonces, su obra provoca tanto rechazo como elogios. Nadie permanece tibio, ni siquiera la crítica especializada. No es para menos con sus tremendas patadas contra las buenas conciencias, muchas de ellas amargas píldoras dentro de empalagosos manjares. Y si se analizan las líneas argumentales de sus primeros filmes, se entenderá mejor la razón por la cual incita reacciones tan disímiles.

LOS CHOCANTES INICIOS

Sitcom (1998) es la historia de una familia aparentemente perfecta, nuclear y tradicional. Tanto que parece una caricatura. Sus miembros están sacados de las series de televisión inofensivas a las que hace alusión su título. Eso, hasta hacer su aparición una rata blanca que empieza a provocar ciertas mutaciones en cada uno de ellos. Lo retorcido abundará.

Esta ópera prima fue suficiente para sacar a Ozon del anonimato.

No conforme con ello, el siguiente año aparece Los amantes criminales, una reescritura de “Hansel y Gretel” desde la perversión. La historia gira alrededor de una jovencita manipuladora que seduce a su virginal novio para así matar a un compañero de clase de origen árabe. Cuando se dirigen a enterrar el cuerpo al bosque, los dos adolescentes se pierden y terminan apresados por un ogro hambriento de efebos.

Ese mismo año, el incansable Ozon lleva a la pantalla grande una obra de juventud de Rainer Werner Fassbinder, Gotas de agua sobre piedras calientes, y al siguiente, teniendo como protagonista a la actriz inglesa Charlotte Rampling, logra rodar Bajo la arena. Sin embargo, es hasta 2002 cuando el incansable director logra reunir en una sola película a algunas de las más grandes actrices del cine francés. El resultado, una cinta única por su hibridismo de géneros, 8 mujeres, la cual podría clasificarse como una tragicomedia musical-policíaca.

SÓLO LAS MUJERES

La primicia forma parte de una fórmula conocida y ha sido recreada hasta el hartazgo. Ozon está consciente de este hecho. Corren los años cincuenta en la campiña francesa cuando un magnate muere apuñalado en su mansión. Nadie puede escapar del sitio. Hay una tormenta de nieve y el teléfono ha sido cortado. Las ocho mujeres que rodeaban en vida al hombre son las sospechosas. Y cada una, por supuesto, tiene un motivo para enviarlo al camposanto. A las ocho las interpretan Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Danielle Darrieux, Virginie Ledoyen, Firmine Richard y Ludivine Sagnier. Desde los créditos, cada mujer es una flor deslumbrante, aunque plantada en un jardín de divas.

Desde Sirk hasta Minnelli, desde Crimen por muerte hasta Gosford Park, pasando por Agatha Christie, así podrían resumirse las influencias de Ozon en su quinto largometraje. Pero las principales serían la obra base de Robert Thomas y Las mujeres (1939) de Cukor. En el reparto no había ningún actor. El protagonismo era sólo para el género femenino. La misma soberanía vista en Las mujeres, navega a lo largo del filme del realizador francés. Marcel, el dueño de la mansión, apenas es visto de espaldas y, aunque todos los personajes se relacionan entre sí en función de sus lazos con él, los espectadores sólo podrán contemplarlas a ellas.

No sólo se nota la huella de los melodramas y las comedias musicales por los aspectos formales de la cinta -el vestuario, la dirección artística, el maquillaje, la música- sino también por los colores. Cada combinación de colores es característica de un personaje y de la flor que lo representa en los créditos iniciales. Tanto artificio es más que evidente desde el comienzo y a él le sigue una teatralidad donde la abulia pequeño burguesa se refleja sin pudor.

LA SCARLETT O’HARA DE LAS LETRAS<7strong>

Ozon vuelve a anotarse puntos con películas menos volcadas a la exageración del estilo, películas como Swimming Pool (2003), 5x2 (2004) y por supuesto Tiempo de vivir (2005). En cambio, Angel (2007) es una cinta relacionada de nuevo con el lado esteticista y metacinematográfico del francés. Angel se compone con la intención de rendir homenaje a los melodramas de los años cuarenta y cincuenta, plenos de fastuosidad y cromatismo, grandilocuentes más que grandes filmes épicos y de época, donde la proyección de escenarios exóticos era lugar común.

Son los mismos que tenían como personajes centrales a mujeres en situaciones emocionalmente extremas. Lo que el viento se llevó, la máxima exponente del género. Para Ozon, Angel Deverell es su Scarlett O’Hara. Ignorando este dato, entonces, se le puede malinterpretar porque la Scarlett O’Hara de Vivien Leigh era persistente, una niña-mujer que pensaba tener siempre la razón y que estaba convencida de hacer lo mejor para sí y para sus seres queridos.

El nombre de la cinta (y el de la heroína) destellan con esplendor al comienzo. Una adolescente escapa del camino de la escuela para recrear golosamente su sueño frente a la reja de una mansión llamada Paraíso. Anhela ser la dueña del lugar. Tiene una forma para lograrlo: escribir como loca. Altiva y orgullosa, Angel presenta una seguridad sólo reservada a los genios literarios. No lee ni investiga nada. Sólo se deja llevar por sus sentimientos. Todo sale de su cabeza, de su delirante imaginación.

El cuento de hadas se vuelve realidad; a medias, claro. La fama y el dinero llegan. Sin embargo, ésta es la Cenicienta cuando lleva por dentro un monstruo carente de empatía. La persigue la vergüenza de que su madre haya tenido durante años una tienda de comestibles. Y al presentársele de rodillas una de sus muchas admiradoras la adopta como a su perrito faldero.

Esa misma noche conoce al rebelde hermano pintor. No duda en conquistarlo y domarlo. La intensa personalidad de Angel traga y nulifica a todas las personas a su alrededor. Sólo la esposa de su editor -encarnada por Charlotte Rampling, a estas alturas ya actriz fetiche de Ozon- la mira con frialdad, y aunque en un principio se burla de su obra no puede dejar de sentir cierta admiración por la mujer.

Tomar en serio la estética de Ozon, tan artificiosa y empalagosa como la obra de Angel, es no entender que ésta es una reescritura paródica del melodrama de épocas pasadas. Destaca la ambivalencia ante la heroína tanto del director como de los espectadores. Como con Scarlett O’Hara, en momentos se le odia, en otros se le ama. Hacer una cinta sobre una escritora de novelas románticas de principios del siglo XX parece totalmente anticuado, pero es todo lo contrario: la reflexión definitiva de Ozon se enlaza con la efímera celebridad de algunas estrellas de hoy. Al final, la obra de Esmé continúa siendo admirada mientras la de Angel se olvida por completo.

NARRATIVA VOYEUR

Ozon continúa su carrera con filmes como Sólo los niños van al cielo (2009), Le refuge (2009) y Potiche (2010). Con En la casa (2012) retomará varios de los temas presentes en su filmografía. En el liceo que lleva el ilustre nombre de Flaubert, empieza el año escolar y el señor Germain tiene el ánimo marchito ante la nueva oleada de estudiantes. Es el profesor de literatura.

Cada año sus alumnos escriben de forma más básica, y se queja ante su mujer Jeanne, una curadora que trabaja en cierta galería de arte con problemas graves para vender cualquier obra. Él está hastiado de sí mismo, de sus obligaciones laborales y en primer grado de la mediocridad de los estudiantes reflejada en el nivel de sus composiciones. Hasta que recibe una extraordinaria: el texto de Claude. En él, este adolescente solitario describe con sarcasmo la relación con su mejor amigo, Rapha, descrito en los textos de Claude como un chico normal. Demasiado normal: un bobo ingenuo que necesita con urgencia la ayuda del otro en matemáticas. Ésta será la excusa para que Claude entre en la perfecta y suburbana casa de los Artole y así conozca a los padres de su amigo, el primero y original Rapha y Esther, epítome de la mujer de la clase media.

El voyeurismo, el poder de la narrativa, el deseo reprimido y la crítica ácida contra la pequeña burguesía se encuentran presentes una vez más. Así, el relato por entregas de Claude se convertirá en una tentación demasiado poderosa para Germain. El profesor estará dispuesto a tirar por la ventana su ética como académico con tal de mantener al alumno entrometido en la casa y continuar leyendo la historia de los Artole.

Él lo justificará ante Jeanne argumentando que sólo ayuda al muchacho a convertirse en un escritor de verdad, lo que -dicho sea de paso- Germain nunca pudo lograr. Parte de la tentación está conformada por el peligro que representa el intruso (Claude en cuerpo, Germain en alma) escudriñando los rincones más escondidos de la mente de una familia nuclear.

El alumno usurpa el rol del maestro y manipula a su mentor para obtener sus propios deseos. Con En la casa se confirma la calidad de la obra de Ozon. El suyo es un cine armado con sofisticación, inteligencia, crítica y un humor mordaz. En suma, una amarga píldora en empalagoso manjar.

Twitter: @ mbaezduran

Sitcom, 1998.
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8 mujeres, 2002.
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Tiempo de vivir, 2005.
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Angel, 2007.
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Potiche, mujeres al poder, 2010.
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