Hoy, como parte de las actividades de la Feria del Libro de Monclova (que tiene sede en el Museo Biblioteca Pape) se llevará a cabo una mesa de homenaje a un autor coahuilense que falleció en 2010, y que puso a nuestro Estado en el mapa de la narrativa contemporánea. Un escritor que rompió los moldes con que se contaban las historias coahuilenses, mezclando elementos tan distintos como la métrica de los poetas del siglo de oro, las argucias de los novelistas europeos y las truculencias de los cantantes de polkas y corridos, por mencionar algunos ingredientes. Un autor que falleció hace tres años exactamente. Me refiero a Daniel Sada. Los comentarios correrán a cargo de Héctor Iván González y de Federico Campbell.
Escuchar al maestro Campbell es siempre provechoso e interesante: lo mismo puede abordar temas tan actuales como la procrastinación y su efecto en las nuevas generaciones de escritores, que tópicos antiquísimos como el tratamiento literario que a lo largo de la historia ha recibido la figura del padre. En esta ocasión entiendo que su charla desarrollará el tema de las dificultades que implica traducir una obra como la del autor homenajeado. Pero además esta mesa resulta relevante porque significa la primera presentación en Coahuila de "La escritura poliédrica", compilación de ensayos sobre Daniel Sada publicada por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 2012.
En días pasados me dediqué a leer este libro compilado y muy bien prologado por Héctor Iván González que, en 147 páginas, brinda al lector una idea del vasto territorio que significa la obra de Daniel Sada, y por qué sus libros han cobrado tanta resonancia. Con excelentes ensayos de la pluma de Alfonso Nava, Nicolás Cabral, Antonio Ramos Revillas, Luis Jorge Boone y Luis Felipe Pérez Sánchez, entre otros autores, el libro es más un animado contrapunto donde cada quien sostiene su punto de vista, que un dócil coro donde las voces cantan al unísono. Me atrevo a afirmar que dicha polifonía sólo es favorable, sino necesaria.
Con un ejemplo quedará más claro de qué hablo: para quienes leemos de un tirón los nueve ensayos que integran este libro, no pasa inadvertido un debate en el que prácticamente todos los autores se involucran. ¿Cabe llamar "barroco" a Daniel Sada, o es otro adjetivo el que debe aplicársele? Unos dicen que sí, otros que no. Puestos los argumentos sobre la mesa, la última palabra es de cada lector.
Desde la introducción al volumen, Héctor Iván González nos recuerda que una de las características más notables de Sada fue dejar atrás la postura acartonada, falsa y solemne que suelen adoptar otros escritores, e incluyó el humor en la ecuación. Incluyó también muchísimas lecturas y vivencias personales. "Se torea como se es" nos recuerda el prologuista y compilador del libro, explicando con ese conocido aforismo taurino que las múltiples inquietudes de Daniel Sada no podían sino cobrar cuerpo en una forma compleja (que no complicada), de escribir. Así pues, queda claro que la experimentación y la voz tan personal de don Daniel no eran una pose, sino una forma de ser-en-el-mundo. Una forma de ser y de escribir en la que cada quien advierte el reflejo de sus propias obsesiones.
Quisiera hacer énfasis en el trabajo que cierra el volumen, titulado "El tino deleitoso", de la autoría de Luis Felipe Pérez. En 14 páginas, Luis hace un análisis impecable de "Casi Nunca" novela que le valió a Sada el prestigioso Premio Herralde. El libro, como sabemos, aborda el accidentado romance entre un agrónomo y una señorita provinciana. Una de esas historias que ocurren todavía en Coahuila. Pero Luis Felipe lo lleva más allá: nos recuerda que dichas historias son universales, y nos demuestra que se contaban ya en otro tiempo y en otro lugar: ni más ni menos que en la Europa medieval. Con ello, mientras la redoba resuena al fondo, nos recuerda el viejo adagio: "cuenta tu aldea y contarás el mundo".
Comentarios: @vicente_alfonso
