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Ese interesante objeto llamado libro

ROLANDO CRUZ GARCÍA
“Apaga el televisor

y enciende un libro”— Anónimo popular

A todos los profesores y a los padres de familia en especial, nos corresponde promover el hábito de la lectura y proveer a nuestros niños y jóvenes de textos valiosos, de libros que les despierten el interés, que les permitan la comprensión, que les lleven a la reflexión, que les promuevan el pensamiento crítico; pero sobre todo, que les posibiliten maravillarse con las extraordinarias imágenes y evocaciones que nos regalan los libros.

Es por ello que se vuelve fundamental reflexionar acerca de ese extraordinario objeto llamado libro y que sigue siendo considerado como el material de comunicación escrita por excelencia; ese objeto tan especial, tan familiar y tan cotidiano, sobre el que pocas veces nos detenemos a pensar. Tanto para los autores, editores, críticos y bibliotecarios, como para los lectores, es indispensable conocer y revisar sus antecedentes históricos, sus fundamentos teóricos, su estructura, etc., con la finalidad de conocerlo más de cerca.

Ya ni hablemos de la trascendencia de las temáticas que aborda el libro, ya que existen tantos y tan variados temas, que nos perdemos en la cantidad y la calidad de los libros que podemos encontrar; lo importante es leerlos para poder sugerirlos como lectura valiosa. Es indiscutible entonces, la importancia del conocimiento acerca de la evolución técnica y tecnológica del libro, sobre todo en el acercamiento a este maravilloso artefacto, considerado como el objeto más sui géneris de la creación humana.

Las particularidades de los textos, provienen de reconocer que existen al menos tres modalidades o áreas de estudio del libro: la primera se enfoca hacia el éste como transmisor o atesorador del conocimiento humano, acumulado a través de su historia. Desde este punto de vista, el libro se convierte en el objeto de estudio de semiólogos (que estudian los signos utilizados en un libro), filósofos y hermeneutas (interpretadores de textos), que han tratado de explicar esa memoria social en términos de la información transmisible a partir de los significados encerrados en los libros.

Otro acercamiento al libro como transmisor de conocimiento o de cultura, es aquel que lo aborda desde la perspectiva gnoseológica (teoría del conocimiento), protagonizada por los bibliógrafos, que han investigado y compilado todas las fuentes escritas en las diferentes esferas del conocimiento y la práctica del hombre; es por ello que ahora existen dos disciplinas que se derivan de la citada perspectiva: la bibliografía y la bibliotecnología, esta última encargada del registro, clasificación y ordenamiento universal del los libros.

La segunda gran área de estudio del libro, es aquella que lo asume como portador de la escritura, como soporte o medio material de la comunicación escrita, es aquí donde se estudia al libro como fenómeno sociocultural o filológico (Filología: ciencia que estudia la lengua y la literatura de un pueblo, a través de sus textos escritos).

Filológicamente, estos estudios pueden darse desde una perspectiva idiomática (característica de un idioma), como por ejemplo la lingüística, o bien, desde una perspectiva estética (estudio de la belleza y el arte), como son los estudios literarios; además en este campo de estudio se incluyen la historia y la sociología del idioma y del libro.

Una tercera manera de acercarse al estudio del libro, es aquella más centrada en su análisis y comprensión, más como un fenómeno peculiar que como un simple portador de la lengua y la literatura. Este nuevo enfoque da lugar a un campo disciplinario llamado bibliología, que estudia el sistema integrado por la producción, circulación y consumo de libros, en el que intervienen la totalidad de sus componentes: el autor, el editor, el impresor, el librero o bibliotecario, el libro mismo (como producto), y el lector (como consumidor).

Este enfoque sistémico, que nos permite estudiar al libro como un sistema completo y complejo, es muy útil para analizarlo desde el autor (proceso de creación), el editor (proceso de producción), el impresor (proceso de reproducción), el librero o bibliotecario (proceso de difusión) y finalmente el lector (consumidor final). Este último componente del sistema es el que nos obsequia la retroalimentación, con la que se establece la comunicación escrita.

Cuando el autor genera su proceso de creación, establece una comunicación diacrónica (no simultánea, que se desarrolla a lo largo del tiempo), una comunicación escrita con un número indeterminado de lectores anónimos, con los que se vinculará teleológicamente (es decir, con un fin último) y de manera por demás explícita.

Mención aparte merece el editor, que con su proceso de producción de textos nos permite acceder al mágico mundo de los libros; sin su valiosa función simplemente no sería posible la lectura. La importancia del editor es indiscutible, pero desgraciadamente, al día de hoy es considerado como un auxiliar anónimo del autor.

Aprovecho para enviar un afectuoso saludo, un amplio reconocimiento y mi más sincero agradecimiento a los señores editores de El Siglo de Torreón, sin cuya labor no sería posible comunicarme por escrito con todos Ustedes, mis lectores. Gracias totales.

Agradezco sus comentarios a: [email protected]

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