Fotografía de principios del Siglo XX. En primer plano, la Academia De Villa de Matel A.C., fundada en 1906 , al fondo el Cerro de la Pila, escenario de la Gran Batalla de Gómez Palacio, Dgo., durante los días del 22 al 26 de marzo de 1914.
Estamos a escasos cinco meses de que se cumpla el Primer Centenario de la Gran Batalla de Gómez Palacio acontecida durante la Revolución Mexicana (del 22 al 26 de marzo de 1914), antesala de la Toma de Torreón del 3 de abril, y preámbulo de la Batalla de Zacatecas (23 de junio de 1914), que pusieron fin al régimen usurpador de Victoriano Huerta, y justo es que, para celebrar tan trascendente suceso se disponga con toda anticipación de un programa digno de tal conmemoración.
En principio, consideramos de la más elemental justicia se valoren los acontecimientos de marzo-abril de 1914, dándosele la dimensión histórica y militar que merece la Gran Batalla de Gómez Palacio; evitando quede difuminada esa epopeya guerrera que costó ríos de sangre y miles de vidas, en el parco concepto: "Toma de Torreón de 1914", tomando en consideración que a nuestra hermana ciudad Lagunera, las tropas de la División del Norte entraron sin encontrar resistencia.
La reivindicación de la Gran Batalla de Gómez Palacio, pudiera promoverse a través de un encuentro de los historiadores más connotados de la Revolución Mexicana, quienes después de analizar y valorar los acontecimientos emitirían un manifiesto fundado y explícito donde se pondere la trascendencia de ese momento que forma parte fundamental de nuestro patrimonio histórico.
La celebración del Centenario que nos ocupa, debe contar con la decidida participación del Gobierno federal a través de las diversas dependencias de Obras Públicas, Educación, Cultura y, muy especialmente, de la Secretaría de la Defensa Nacional, por tratarse de un suceso relativo a la milicia, entre otras dependencias. Lo anterior, sin soslayar a los gobiernos estatal y municipal, que seguramente son los más interesados en resaltar nuestra heroica efeméride.
Para empezar, sería prioritario se deslindara el terreno del Cerro de la Pila (escenario de la Gran Batalla), que estaría destinado a monumento nacional, y posteriormente corroborar si se encuentra debidamente escriturada la donación a favor del patrimonio del ayuntamiento de Gómez Palacio, para estar en posibilidades de realizar un proyecto arquitectónico digno del acontecimiento revolucionario.
Hemos tenido conocimiento de que se planea un espacio para deportes extremos en un sector del Cerro de la Pila, ojalá no sea la única obra proyectada. Una buena gestión ante el Presidente de la República, nos puede redituar un gran monumento a la Revolución Mexicana, tomando en consideración que en los Pinos, ya no se hospedan ni Fox ni Calderón.
El Cerro de la Pila (campo de aventura de nuestra infancia, al término de clases en la Escuela Rafael Valenzuela, en aquel entonces bajo la dirección de la vertical luchadora sindical maestra Minerva Martínez y con la querida Tommy Wong, como maestra de tercer grado), ha esperado pacientemente 100 años para que pueblo y gobierno le reivindiquen plenamente. Pudiera construirse una balaustrada a manera de mirador, un museo de sitio, un altar cívico en honor de los caídos (en la especie de socavón, donde se situó el banco de piedra) o alguna otra obra digna de ese girón de nuestra más pura historia.
No está lejos la amarga experiencia sufrida en la Hacienda de La Loma, el pasado 29 de septiembre, en que por una escrupulosa y mal entendida interpretación de los hechos, se privó a Lerdo y a La Laguna entera, de conmemorar con todos los honores el Centenario de la Constitución de la División del Norte, no obstante, la tradicional celebración, desde tiempo inmemorial, de parte de los gobernadores del Estado.
Los gomezpalatinos necesitan en este invierno político, sentir el calor del Gobierno estatal, sobre todo en lo que se refiere a conmemoraciones de acontecimientos añejos y significativos. La oportunidad no está para menos, confiamos y en su oportunidad lo expresaremos.
El próximo día 20 de noviembre, pudiera ser el arranque de los actos conmemorativos en los que se involucre a las escuelas universitarias, de educación media, primarias y jardines de niños, entidades culturales, organizaciones civiles y pueblo en general, para incentivar el espíritu cívico y la solidaridad, ahora que nos sentimos tan desprotegidos y atenazados por el infortunio.
Todo lo que se emprenda para fortalecer el optimismo y las acciones comunitarias, debe ser premisa de toda autoridad que se precie de estar identificada con las más caras aspiraciones de su pueblo. Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.
