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Lleva Goran Bregovic su música a Cuernavaca

EL UNIVERSAL

Eran cerca de las siete de la noche del sábado, la Plaza de Armas de Cuernavaca lucía llena y en el escenario, solo faltaban los músicos para que diera inicio el tan esperado concierto y con ello, el Encuentro Internacional de Bandas, Morelos 2013.

Más que escuchar a las agrupaciones tradicionales, gran parte del público esperaba bailar al ritmo del serbio Goran Bregovic y su Banda de Bodas y Funerales, icono internacional del género. Pero antes que el músico llegó la lluvia, un diluvio bíblico que si no pudo con los ánimos de la audiencia, no tardó en dejar sin sonido al grupo de música michoacana encargado de abrir el evento.

Un mensaje desde el escenario anunció que por cuestiones de seguridad, el concierto quedaba suspendido hasta que calmara la lluvia. Media hora y hectólitros de agua después, la explanada de la Plaza había quedado vacía. Todo indicaba que esa noche iba a tener como única banda sonora el estallido de gotas cada vez más gordas en lonas y andamios cada vez más empapados. Sin la multitud, la propia Plaza parecía indicar que la cancelación del evento era ya una mera cuestión de tiempo.

Afortunadamente, el público iba decidido a ver a su ídolo; no iba a curiosear, quería ver a Goran. Aglutinados en la entrada principal de la Casa Morelos y en espera de información, los jóvenes improvisaron su propia fiesta, gritaron, bailaron e invocaron a gritos el nombre del serbio quien, como su público, deseaba que el evento se celebrara.

Incertidumbre e impaciencia comenzaba a reinar entre los asistentes, hasta que a las 10 de la noche, un vocero del Gobierno del Estado de Morelos anunció lo que todo mundo quería escuchar: aún tarde, en un escenario cerrado y con mucho menos cupo que en la plaza, concierto sí habría.

En cuestión de minutos, la entrada del lugar elegido, el Teatro Ocampo, fue asaltada por los cientos de jóvenes que corrieron bajo la lluvia para conseguir lugar. Con gritos y consignas, con alegría y desesperación, a cuentagotas primero y de un solo empujón al final, se abrieron camino hasta el escenario improvisado donde las horas de espera, bajo el frío y la lluvia, tuvieron su recompensa.

Tres notas de trompeta del primer músico que pisó el escenario fueron más que suficientes para que el carnaval balcánico se apoderara del lugar. Con un cupo normal para casi 850 personas, el Teatro acogió en esta ocasión a poco más de mil personas.

En los pasillos, balcones y rincones, los jóvenes bailaron, brincaron y corearon las canciones de la agrupación. Ahí no importó más que gozar el momento, aún si nadie entendía palabra alguna del serbo-croata.

Y cuando después de dos horas de concierto el maestro de ceremonia decidió que ya era "hora de ir a descansar", las luces del Teatro Ocampo revelaron a una multitud eufórica, con la ropa empapada de lluvia y sudor, algunos sin camisa. Entonces quedó claro que esa noche, dos huracanes distintos habían azotado a la ciudad de Cuernavaca.

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Escrito en: Goran Bregovic

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