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México mestizo

OPINIÓN / JAQUE MATE

México mestizo

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Sergio Sarmiento

La historia oficial nos presenta un México que no existe. Nos habla de un idílico período prehispánico en que el país vivía en un sistema de equidad y felicidad, seguido por 300 años de oscuridad que sólo terminaron con el inicio de la guerra de independencia. A partir de entonces el país fue nuevamente libre y feliz.

La realidad es muy distinta. El México prehispánico distaba del idilio. Un sangriento imperio, el mexica, llamado azteca por los españoles, sojuzgaba a los pueblos de la meseta central y les cobraba tributos en especie o en vidas a través de guerras floridas y sacrificios humanos. La conquista no fue sólo una aventura de un pequeño grupo de españoles, sino una guerra con la que cientos de miles de indígenas lograron su libertad ante los abusos de la Gran Tenochtitlan.

El período colonial, lejos de ser un tiempo de oscuridad, fue uno de los momentos de mayor esplendor de nuestra historia. Tanto en economía como en cultura, la Nueva España fue una lustrosa joya de la corona española. La guerra de independencia no trajo prosperidad y libertad, sino que hundió a los mexicanos en una recesión y guerras que duraron medio siglo y que sólo pudieron superarse en la presidencia de Porfirio Díaz.

Quizá la parte más importante del legado colonial es el surgimiento de un pueblo mestizo, el verdadero pueblo mexicano. Las visiones que pretenden hacer creer que México es sólo descendiente del imperio mexica son tan equivocadas como las de algunas películas de Hollywood que nos ven como un mero apéndice español.

El carácter mestizo no deja de tener relevancia. México es muy distinto de Argentina, Uruguay o Costa Rica, con un claro predominio étnico europeo, pero también de Guatemala o Bolivia, mayoritariamente indígenas. La mezcla de razas y tradiciones es parte integral de nuestra cultura. Por eso la virgen de Guadalupe, que el cura criollo Miguel Hidalgo enarboló en un estandarte para llamar a la rebelión de 1810, es una imagen tomada de la tradición cristiana europea, pero marcada por símbolos indígenas del culto a la Coatlicue, la diosa mexica de la fertilidad. La bandera nacional combina el águila que devora una serpiente sobre un nopal, símbolo de la fundación de Tenochtitlan, con tres colores que originalmente significaban la independencia (el verde), la religión católica (el blanco) y la unión entre europeos y americanos (el rojo).

El doce de octubre era el día de la raza. El descubrimiento de América se consideraba el origen de la etnia mexicana que José Vasconcelos llamó la raza de bronce. Con el tiempo, y por un rechazo de nuestra parte española, la idea de la fusión se fue eliminando. Hoy, España considera el doce de octubre como el día de la hispanidad, mientras que en México la fecha es motivo de protestas contra Cristóbal Colón. No tenemos manifestaciones contra Hernán Cortés, a quien el historiador francés Christian Duverger considera el padre del mestizaje, quizá porque no tenemos estatuas de él.

Pero aunque uno puede entender las reacciones políticamente motivadas de quienes repudian nuestra mitad española, la verdad histórica es innegable: somos un producto de dos mundos, el indígena y el español, que sólo en su conjunción dan lugar al pueblo mexicano.

Twitter: @sergiosarmient4

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