Siglo Nuevo

Von Trier y la fallida humanidad

Provocador de tormentas en Cannes

Melancolía, 2011.

Melancolía, 2011.

Miguel Báez Durán

La indiferencia no es una reacción que el espectador pueda albergar ante una película de Lars von Trier y así se comprueba con sus créditos más recientes. Un manifiesto radical ya superado, declaraciones megalomaníacas y acusaciones de misoginia han rodeado la carrera fílmica de Lars von Trier.

Sea para bien o para mal ningún aficionado al cine parece permanecer indiferente ante su obra. Lo cierto es que, a lo largo de ella y sobre todo en la última etapa, sobresale una visión en extremo desesperanzadora de la humanidad, que es contemplada como el experimento más desastroso de la creación divina.

DEL DOGMA AL PUEBLO DE PERROS

Hace años la película del escándalo en Cannes fue Anticristo de Lars von Trier. Por un lado, ésta fue la cinta merecedora del Premio a Mejor Actriz por la interpretación de Charlotte Gainsbourg. Y por otro, la receptora del antipremio del jurado ecuménico que galardona aquellos filmes que promueven valores humanistas. En su contra, el jurado afirmó que este largometraje era misógino y opuesto a dichos valores.

El director danés enfrentó incluso el reclamo de algunos periodistas en la conferencia de prensa que siguió a la proyección del filme, donde se vio en la necesidad de defenderse recordándoles a los medios que si estaban ahí era por haber sido invitados y además autoproclamándose -un poco en broma, otro tanto en serio- el mejor cineasta del mundo. El mote de «misógino» es uno que lleva a cuestas desde hace tiempo por los calvarios a través de los cuales obliga a transitar a sus protagonistas femeninas.

Como parte de su mito tal vez fabricado Lars Trier agrega el «von» a su apellido al inicio de su carrera. Eso además de la oscura historia de su progenitor que sale a la luz en los noventa. También agreguemos a su extravagancia Dogma 95, manifiesto fílmico de austeridad, rebeldía y juventud, del cual formó parte y del que sacaron notoriedad sobre todo él y Thomas Vinterberg.

Eso, a pesar de que el manifiesto quedó hace muchos años atrás, pues tanto uno como el otro no han podido evitar la incursión de lo artificioso en su obra. Así, con el paso de los años, Von Trier es responsable -entre otras- de cintas tan admiradas como Rompiendo las olas (1996), Bailando en la oscuridad (2000), Dogville (2003) y Manderlay (2005). Su primera etapa como director culmina tal vez con la Palma de Oro en Cannes por la segunda de las películas listadas. Entonces era el consentido del festival. Ahora hasta en persona non grata se convirtió.

Sería reduccionista afirmar que Dogville es como Fuenteovejuna con final de masacre gansteril más adecuada en El padrino. Sólo que en este pueblo de perros no hay paredes. El de Dogville se transmuta en montaje teatral. La figura central, Grace (Nicole Kidman), se enfrenta a unas personas en principio amables y acogedoras.

Poco a poco esta muestra de la compasión irá degenerando hasta convertir a Grace en esclava. Von Trier continuó la historia de Grace en Manderlay, aunque con resultados menos deslumbrantes. Se trataba de hacer una trilogía sobre los Estados Unidos. Pero una depresión grave cambió los planes del cineasta. Así nació Anticristo.

EDÉN DE CABEZA

Anticristo inicia con un prólogo genial en cámara lenta y en blanco y negro que nos relata el principio del descenso a los infiernos de una pareja teniendo como envoltorio musical Lascia ch’io pianga de Händel. Mientras los esposos hacen furiosamente el amor, su bebé escapa de la cuna y se deja caer desde una de las ventanas del departamento hacia una nívea muerte.

La capacidad para tornar algo tan terrible en bello es lo destacable de éste, sin exagerar, quizás uno de los mejores comienzos de una película en la historia del cine contemporáneo. La arrogancia de Von Trier al menos tiene con qué ser sustentada durante los primeros minutos de su obra.

En Anticristo, Willem Dafoe es simplemente «Él», terapeuta que decide tratar como paciente a su mujer, «Ella» (Gainsbourg), después de la muerte del niño. A partir de este momento se plantea la imposibilidad de sondear los vericuetos de la psique femenina. Pronto, ya en el aislamiento del bosque edénico, ésta se rebela ante la presunción masculina y lo hace convencida de que una maldad milenaria habita en ella. Dicho comportamiento parece sugerir a los espectadores la cercanía de lo femenino con las fuerzas indomables de la naturaleza para culminar con un instinto desbocado de culposa destrucción que se volverá en su contra.

El espectador se preguntará si lo que se despliega ante sus ojos (zorros que hablan, mutilaciones genitales) no es más que la representación de un alma que atraviesa los sombríos senderos de un profundo estado depresivo, los mismos donde vagaba por confesión propia el realizador.

APOCALÍPTICA NADA

Un poco más tarde Von Trier vuelve a provocar tormentas en Cannes. Aunque a estas alturas hacer un escándalo de sus declaraciones precisamente se traduce en caer en el juego del danés. Él mismo demostró haberse pasado de la raya al realizar aclaraciones a la broma sobre si Hitler le resultaba simpático. De plano ese año lo declararon persona non grata y lo corrieron del festival.

Aun con tan desastrosa rueda de prensa, el jurado no pudo obviar la presencia de una de sus cintas en la selección oficial. En la ceremonia durante la cual se anunciaron los premios le concedieron a Kirsten Dunst el de Mejor Interpretación Femenina.

Melancolía, anuncian las notas de prensa, es una cinta de desastre. Aunque desde la mente y los sentimientos de los personajes. Y si tomamos en cuenta quién se encuentra sobre la silla del director se podría predecir que no quedará ni la más mínima partícula de este planeta. Adiós a la esperanza. Adiós a la humanidad. Ésta no se merece ni un segundo de misericordia.

El prólogo de ocho minutos de Melancolía demuestra hasta qué grado Von Trier se ha engolosinado con la cámara lenta y el preciosismo. Dogma 95 quedó ya muy atrás. Terminado el prólogo, la cinta mejora y mucho. La obertura de Tristán e Isolda de Wagner acompaña al espectador más allá del preludio fílmico.

Melancolía se conforma además como un díptico. En la primera parte, titulada “Justine” se muestra la boda de una hermana rubia (Dunst), la de acento gringo. En la segunda parte, titulada “Claire” la trama se centra en la otra hermana (Gainsbourg), la morena de acento británico, la dueña de la mansión, ante la amenaza del planeta azul.

La boda de Justine se convierte poco a poco en un desastre. Los novios llegan tarde por andar bromeando en la limusina. La madre de la novia avergüenza a todos con su amargo discurso. El padre se emborracha y coquetea con dos invitadas. En medio de la conmoción Justine mira hacia la noche y descubre un brillo inédito, nunca antes percibido. La fiesta culmina con el abandono del novio, reacción entendible ante una mujer que anímicamente está en otro sitio. La melancolía se ha apoderado de ella.

Luego de la entrada de la segunda parte (“Claire”) y el regreso de Justine a la mansión, nos enteramos de que la estrella de aquella noche era en realidad un planeta bautizado ya como Melancolía y diez veces mayor que la Tierra. El planeta se aproxima al nuestro. La ya legendaria depresión de Von Trier sigue dando frutos -haya sido o no verdadera. Menos macabros que los de Anticristo.

La visión del universo, empero, sigue siendo en esencia la misma. Estamos solos. Somos insignificantes. Y fallamos como seres humanos. Cuando durante el prólogo esa inmensa bola azul se coma al planeta Tierra no habrá estridencias ni delirios. La aniquilación de la humanidad, vista desde la distancia. Quizás desde el ojo todopoderoso de un dios silente. En esta ocasión no hay campanas en el cielo como en Rompiendo las olas. Adiós a siglos de guerras y destrucción irracional.

Una perspectiva similar donde el ser humano se halla exento de cualquier esperanza de redención se espera en el más reciente crédito de Von Trier, Nymphomaniac (2013). Ahí sí hasta en el título comienza a desafiar a los espectadores. Lo cierto es que tratándose del cine contemporáneo de Europa, resulta imposible obviar la obra de este realizador danés.

Twitter: @mbaezduran

Europa, 1991.
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Bailando en la oscuridad, 2000.
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Dogville, 2003.
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Anticristo, 2009.
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