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No hay de queso

GILBERTO SERNA RAMÍREZ

He estado leyendo día a día, como leo todos los periódicos que se respetan, los vaivenes que se dan en la opinión pública acerca de la presencia en las calles de un sector de la sociedad que hasta ahora levanta el puño como muestra de la inconformidad que priva en el sector educativo. Es indudable que no están de acuerdo en ser evaluados y se muestran hostiles, realizando plantones que en principio les dieron como resultado dejar sentado que el león no es tan fiero como lo pintan, pero que con el transcurso del tiempo se verá lo que en realidad es. Es muy pronto para saber si hay o no debilidad gubernamental, a pesar de que así parece. Ahorita prevalece el criterio de que este gobierno carece de rumbo, por lo que varios grupos se han declarado partidarios de que se use la mano dura. Lo malo es que quienes piden el empleo de la mano dura pertenecen de una manera u otra al sistema. No quieren correr riesgos.

Antaño los grupos que alababan toda acción de gobierno eran conocidos líderes gremiales con los que bastaba para que los gobernantes se sintieran respaldados, eran los tiempos de las hipérboles, de los ditirambos, de los elogios exagerados, de estamos con usted hasta la ignominia. Los que aplaudían eran los abyectos, una especie que se creía en extinción. Hogaño no se han atrevido a reaparecer. Son los beneficiados del sistema que permanecen en silencio, esperando con los periódicos en la mano. Si algo sale mal guardarán sus desplegados de inmediato sin publicarlos. Son los que dan su apoyo, pero condicionado a que no se les quite la máscara y se descubra, un juego macabro en el que no quieren que les involucre a menos que su aliado obtenga el triunfo.

Como decían los niños de tiempos pasados, esto no es un juego de canicas. Tal y como están las cosas la debilidad de las instituciones apuntala a que deben correrse riesgos mayores que los corridos hasta el momento. Aunque ese segmento social que lo pide no sea necesariamente el que se exponga a recibir los reproches por los excesos que lleguen a cometerse. Vistas las cosas se lavarán las manos ya que dirán no se hicieron las cosas como ellos las pidieron. Querían paz a cualquier costo y cuando las cosas se salieron de cauce se hicieron los desentendidos. En la plaza de las Tres Culturas se escribió el epitafio de la tragedia y se sofocó la algarada.

Es cierto que hay un costo político tanto si se reprime como si no se hace. Recuerdo como si fuera ahora que la gente "de bien" le pedía a Gustavo Díaz Ordaz que cómo pensaba meter en cintura a los estudiantes que ya se decía se le habían subido a las barbas. A la hora en que lo hizo lo motejaron de asesino. Si lo fue o no, es otro cantar. La historia lo dirá. La cosa es que no se le da gusto a todos. Si se reprime a los maestros, que se atengan a las consecuencias, si los deja hacer y deshacer, que se atengan a las consecuencias; como decían en el "skech" de los Chifladitos 1970, Chaparrón Bonaparte y Lucas Tañeda interpretado respectivamente por Roberto Gómez Bolaños y Rubén Aguirre: "no hay de queso nomás de papa".

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