El reloj parecería ser ya un invento completo, sin embargo la idea de hoy es perfeccionarlo para lograr cada vez más una mayor precisión. (ARCHIVO)
Para medir lapsos, para ubicarse en el tiempo e incluso para no perderse eventos u oportunidades, el reloj es una herramienta básica, y esto era bien sabido desde culturas muy antiguas, que materializaron las primeras ideas rudimentarias.
Como se sabe, los primeros relojes que existieron fueron solares y eran utilizados por incas, chinos y egipcios desde el año tres mil antes de Cristo.
Eran una primera idea muy útil, pero se convertían fácilmente en algo no práctico en días nublados, durante la noche o incluso al amanecer y en el crepúsculo.
A estos relojes les siguieron los de arena, que surgieron en el siglo III y diez siglos después, en el siglo XIII apareció el primero que era mecánico.
Es importante saber que las ideas eran buenas, no obstante, tenían inconvenientes en cuanto a la precisión.
Fue hasta el año 1656 cuando se avanzó en la corrección de este detalle gracias al invento del reloj de péndulo, desarrollado por C. Huygens, basado en los bocetos de Galileo Galilei.
Ese reloj sólo tenía una falla en la precisión equivalente a cinco minutos diarios.
En cuanto a los relojes portátiles, existen registros de que fueron diseñados desde el siglo XV, según bocetos del genio Leonardo Da Vinci.
Cabe señalar, por citar una curiosidad, que los relojes de pulsera eran usados sólo por mujeres y fue hasta los tiempos de la Primera Guerra Mundial cuando se volvieron también populares en los hombres.
Debe saberse, también, que en la batalla contra el tiempo para lograr la mejor precisión, se ha diseñado ya un reloj atómico, el cual vio la luz apenas en 1999 y tiene un margen de error de un segundo por cada 30 millones de años.
^AC
