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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Doña Burcelaga fue a confesarse con el Padre Arsilio. Le contó: "Ayer me agaché para sacar un refresco del refrigerador. Al verme en esa posición mi marido Salacino se lanzó sobre mí y me hizo el amor apasionadamente. ¿Nos sacará usted de la iglesia por eso, Padre?". "Claro que no, hija mía -respondió el buen sacerdote-. ¿Por qué piensas que los voy a sacar?". Responde doña Burcelaga: "Porque del súper sí nos sacaron"... En la reunión de amigos todos se quejaban del ligerísimo sueño que tenían sus respectivas esposas. Cuando ellos llegaban tarde a casa, por más que se esforzaban en no hacer ruido las señoras se despertaban, y se les armaba la gorda. Dice Babalucas: "Los compadezco, amigos. Mi esposa, en cambio, tiene el sueño muy profundo. Nada menos la otra noche me fui de parranda. Le dije a mi señora que iba a trabajar hasta tarde en la oficina, que no llegaría antes de las 3 de la mañana. La parranda terminó pronto, de modo que llegué a mi casa a la una. Subí de puntillas la escalera, para no despertarla. Al entrar en la recámara un sujeto saltó por la ventana y se dio en el suelo un tremendo batacazo. ¡Y mi señora no se despertó!"... Dulcilí, muchacha ingenua y candorosa, le comentó a su compañera de oficina: "Me daban unos dolores de cabeza muy fuertes, y consulté el caso con amigo mío, pasante de Medicina. Él me dijo que podía curarme haciéndome una serie de trepanaciones. Me está haciendo una cada semana, y los dolores han desaparecido". "¡Dulcilí! -se espantó la otra-. ¡Una trepanación es sumamente peligrosa! ¡Esa operación sólo la hacen los neurocirujanos!". Declaró Dulcilí: "Las trepanaciones que me hace mi amigo no son peligrosas. Nada más se me trepa"... La esposa de don Blandicio les dijo a sus amigas: "Estoy tomando clases de pintura. Pinté a mi marido en la recámara". "¿Eso quiere decir que estás pintando retrato?" -pregunta una de las amigas. "No, -responde la señora-. Naturaleza muerta"... Un sujeto llegó a la granja de don Poseidón hecho una furia, y llamó con grandes golpes a la puerta de la casa. Salió la hija menor del granjero. Le preguntó el iracundo visitante: "¿Está tu papá?". Respondió la chiquilla: "No se encuentra. Pero si viene usted a alquilar nuestro toro semental, el costo es de 500 pesos". "No vengo por el toro, niña" -respondió con impaciencia el tipo. "Entonces le interesa nuestro caballo semental dijo la niña-. Su alquiler es de mil pesos". "¡Tampoco el caballo me interesa! -rebufó el individuo-. ¡Lo que quiero es hablar con tu padre! ¡Tu hermano Pitoncio embarazó a mi hija!". "Ya veo -dijo entonces la pequeña-. En ese caso tendrá que esperar a mi papá. No sé qué alquiler cobra por Pitoncio"... Me permito hacer un pregunta: ¿a quién benefició la Ley Seca que en el pasado siglo se implantó en los Estados Unidos? Los que más provecho obtuvieron de esa legislación equivocada fueron los malhechores. Por efecto de la Prohibición medraron los contrabandistas de licores, los mafiosos que controlaban su distribución y su comercio, los destiladores clandestinos, los dueños de tabernas disfrazadas, los policías, jueces y políticos corruptos. Se elevaron los índices de criminalidad y de violencia, y figuras como la del capo, el gánster y el matón de barrio se volvieron parte del folclor. Cuando desapareció la Ley Seca y cualquiera pudo volver a comprar una botella de whisky, ginebra o vodka en la tienda de la esquina, las cosas volvieron a la normalidad. Ahora bien: ¿quiénes fueron los que más se opusieron a que cesara la Prohibición? ¡Los delincuentes! Con la libertad de consumir alcohol su negocio se les acababa. Lejos de mí la temeraria idea de aplicar a la marihuana y a las drogas en general esa misma vía de razonamiento, pero visto el fracaso de la llamada guerra contra las drogas me pregunto si acaso la experiencia con el alcohol puede servir en este caso. Y otra pregunta me hago: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... Aquel pobre individuo tenía un tic que lo hacía guiñar constantemente el ojo izquierdo. Lo visitó en su casa un amigo, y se sorprendió al ver que tenía una gran cantidad de paquetes de condones repartidos por todos lados: en la sala, en la recámara, incluso en la cocina. "¡Caramba! -comentó el invitado con asombro-. ¡Veo que tienes una gran actividad sexual!". "Ninguna tengo -respondió con tristeza el infeliz-. Pero frecuentemente me duele la cabeza. Cuando voy a la farmacia y pido una caja de aspirinas el dependiente me cierra también un ojo y me da otro paquete de condones"... FIN.

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