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Una pluma polifónica

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Pocos autores contemporáneos se han dedicado a la escritura con el empeño de Armando González Torres, quien a lo largo de casi dos décadas ha plasmado una interesante bibliografía a todas luces polifónica, oscilante de la poesía al ensayo, que sin duda merece la atención de los lectores.

Nació en la Ciudad de México (1964) y su inicial contacto con las letras fue a través de la lectura, adoptándola más como una pasión que como un mero hábito. Aunque comenzó leyendo historietas desde muy joven se adueñó de obras que para muchos resultarían complejas en la infancia: la Ilíada y la Odisea.

Armando González Torres prefiere ser reconocido como un lector “ávido y desordenado” que como escritor. Por ello, si bien comenzó a publicar versos desde los 15 años, fue hasta pasados los 30 cuando vio la luz su poemario debut, La conversación ortodoxa (Aldus, 1996); por él recibió un codiciado galardón: el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen en 1995.

PRIMERAS LETRAS

Las creaciones iniciales de Armando fueron poemas, aunque en su opinión más que ser fruto de una intención literaria eran un acto de desfogue sentimental. “Comencé escribiendo poesía creo que por imitación; en la infancia, en la adolescencia, uno ve en ella un vehículo mediato y prestigioso para expresar las emociones difusas”, comparte. Incluso se refiere a ese periodo como una “etapa hormonal de la vocación poética”.

Tras superar esa faceta, inició su carrera en la crítica. Para cuando circuló su ópera prima, la firma de Armando era reconocida gracias a la continua difusión de crónicas y reseñas suyas en prestigiosos medios impresos, como el periódico Unomásuno y su suplemento Sábado o El Semanario Cultural de Novedades (bajo la dirección de José de la Colina, una de sus grandes influencias). Desde entonces mantiene presencia continua en las más diversas publicaciones, incluyendo las revistas Nexos y Letras Libres.

A algunos les sorprende que Armando estudió Relaciones Internacionales en el legendario Colegio de México. Profesionalmente se desenvuelve en áreas vinculadas a la Economía y los mercados. Y aunque a simple vista podrían suponerse difícil compaginarlo con la literatura, él está convencido de que la exigencia de su disciplina laboral le ha ayudado a mantener un organizado proceso creativo.

PALABRA DE POETA

Hasta ahora Armando ha dado a conocer cinco poemarios. Sería a partir del cuarto, Teoría de la afrenta (Conaculta, 2008), que su obra atrajo a más críticos y lectores.

Le seguiría La peste (El tucán de Virginia-Dirección General de Publicaciones, 2010), donde el verso y la prosa poética se intercalan para detallar en seis apartados lo que acontece frente a una epidemia. El defeño comparte que eligió hablar de esta enfermedad y el fenómeno desencadenado ante a ella porque le parecía una temática intemporal. La realidad le dio la razón: mientras desarrollaba el libro inició la crisis de la influenza que se vivió intensamente en el Distrito Federal, permitiéndole observar la semejanza con lo leído en varios recuentos históricos, reforzando así sus ideas.

Expone que ha buscado asumir la poesía “no sólo como un género sino como una forma de educación de la sensibilidad”. En lo estilístico, algunos detectan en sus poemas notas que remiten al neobarroco. Él lo percibe de una manera más profunda: al escribir intenta hacer con las palabras una modulación, una ruptura con el lenguaje convencional; al mismo tiempo, no oculta que trata de formar una especie de diálogo con los poetas que más admira. Y al ser personajes de distintas épocas, resulta comprensible que en sus versos “haya giros del siglo de oro aunados a giros coloquiales”, comparte.

LA LUCIDEZ DEL ENSAYO

Aunque es aclamado como poeta, puede afirmarse que el nombre de Armando se vincula más al género ensayístico, por los agudos escritos publicados en esa línea. En ellos abarca distintos temas, si bien se ha abocado mayormente a desentrañar los pormenores del medio intelectual en México. De hecho sus ejemplares más vendidos son Las guerras culturales de Octavio Paz (Colibrí, 2002) y ¡Que se mueran los intelectuales! (Joaquín Mortiz, 2005). En ambos elabora una crítica a los usos y costumbres del medio literario. A la par, Las guerras... (por el cual resultó merecedor del Premio Nacional de Ensayo Alfonso Reyes en 2001) recoge textos en torno a las figuras intelectuales más importantes que en su momento rodearon a Octavio Paz.

Más reciente es La pequeña tradición, apuntes sobre literatura mexicana (UNAM-El Equilibrista, 2011, Premio Nacional de Ensayo José Revueltas en 2008) donde habla de “autores raros quienes en un momento en que la literatura se hacía con propósitos de edificación social, defendieron una idea meramente artística: desde Carlos Díaz Dufoo hasta José de la Colina, Salvador Elizondo, Alejandro Rossi, y figuras marginales como Manuel Ponce o Francisco Cervantes”.

TEXTOS SIN FRONTERAS

No siempre resulta fácil clasificar las creaciones de Armando; él mismo reconoce que sus editores han tenido dificultad a la hora de ubicar en catálogo sus más recientes obras: “Eso que ilumina al mundo (2006) salió en la colección de ensayo de Almadía, aunque fue reseñado como poemario; Sobreperdonar (2011), que es de aforismos y escritura varia, se incluyó con Magenta en una colección de narradores, mas las reseñas lo ubican como poesía. Me gusta esa ambivalencia, responde a mi aspiración de no encasillarme en un género convencional, de experimentar con las diversas posibilidades de la literatura a secas”.

En ese contexto comparte que en la actualidad sus esfuerzos están dirigidos a un nuevo libro de “escritura varia”, a través del cual abordará la leyenda de Edipo. Siempre inquieto, combina ese proyecto con un volumen de ensayo y la revisión de Las guerras culturales de Octavio Paz, próximo a reeditarse.

Paralelo a su desempeño profesional y literario, Armando se distingue por ser un ‘tuitero’ activo. Admite que en Twitter ha descubierto una gran afinidad, ligada a la exigencia de concisión establecida por la brevedad de los famosos 140 caracteres. Igualmente, encuentra en esta red social un foro de diálogo, de intercambio. Así, quienes busquen acercarse a sus creaciones pueden hallar la pauta en su cuenta @sobreperdonar.

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