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Nueva cultura del agua

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Las crisis del agua que se enfrentan en la actualidad han obligado a los gobiernos a declarar este recurso natural como un bien común que forma parte de la seguridad nacional, su importancia es por demás significativa en la medida que sin él difícilmente se conservarán los ecosistemas y se desarrollará la sociedad, la sustentabilidad de ambos depende cada vez más de su disponibilidad y calidad.

En gran parte esas crisis se derivan del enfoque predominante adoptado en la gestión del agua, el cual se ha centrado en la oferta y no en la demanda, enfoque que viene siendo revalorado y que ha obligado a ver este recurso como un bien común cuyas prioridades de uso están cambiando, surgiendo con ello lo que se ha llamado una Nueva Cultura del Agua.

Este término se acuña en España a partir de la oposición que presentaron académicos y ciudadanos al trasvase del Río Ebro, durante la última década del Siglo XX, donde destaca la aportación de Javier Martínez Gil al publicar su libro sobre La Nueva Cultura del Agua en España, y Pedro Arrojo por su contribución en la elaboración de este innovador discurso y la participación que han tenido en la modificación de políticas y prácticas de gestión del agua en ese país.

Los cambios en la concepción convencional de Cultura del Agua por el de Nueva Cultura del Agua se centran en tres cuestiones básicas que tienen que ver con las prioridades en su uso: primero, debe considerarse el agua para la vida como la más importante, a lo que se ha llamado agua-vida y agua-sostenibilidad; segundo, el agua debe satisfacer la demanda originada en actividades de interés general, es decir, agua-ciudadanía y, tercero, ver el agua como función económica, como agua-negocio.

Por agua-vida entendemos dentro del enfoque de Nueva Cultura del Agua, que ésta se destine, ante todo, para satisfacer las necesidades de la supervivencia de los seres humanos; como se diría coloquialmente, si nosotros no nos protegemos como especie al priorizar su uso para asegurar a ésta la asignación del agua suficiente en cantidad y calidad, nadie más lo va a hacer.

Lo anterior implica considerar el agua como un derecho humano, es decir, que toda persona tenga acceso gratuito a agua dulce potable en una dotación básica de 30 a 40 litros por día, particularmente aquellas que enfrentan mayores dificultades para acceder a este recurso por su ubicación geográfica, en la estructura social u otra causa que le limita o impide hacerlo y con ello asegurar su supervivencia.

El agua-sostenibilidad o agua-ambiente, debe verse también como un derecho que tienen los demás seres vivos en la naturaleza, como un recurso que asegure la sostenibilidad de los ecosistemas; este concepto está estrechamente vinculado al anterior puesto que considera implícitamente el derecho de los pueblos a ríos y acuíferos sanos, en buen estado de conservación, por definición y por los servicios ambientales que prestan a la población.

Agua-ciudadanía refiere a la satisfacción de los servicios urbanos de agua y saneamiento, disponer de agua de calidad en nuestras casas durante veinticuatro horas al día y durante todo el año; significa destinar el agua como un recurso de interés general, como un derecho ciudadano.

Agua-ciudadanía también significa el derecho que tienen los ciudadanos a la información pública que este en poder de las autoridades y que sea de interés general, derecho a la participación incluyente en la toma de decisiones sobre el manejo y uso del agua en tanto que este es un bien común, que es un derecho a ser consultados.

Finalmente, Agua-negocio significa reconocer que el agua puede tener una función económica como insumo para la producción o en otros procesos en que se mercantiliza, siempre y cuando se hayan cubierto los dos requerimientos anteriores.

Si nosotros observamos la gestión del agua en regiones como La Laguna, nos damos cuenta que predomina el enfoque convencional de Cultura del Agua, donde damos más importancia a la oferta como ha sucedido con la intención de realizar trasvases, la actual sobreexplotación del acuífero principal o la potabilizadora que implica transferir aguas superficiales concesionadas a agricultores para uso urbano doméstico sin reconocer que esto se deriva del anterior, problema al cual se evade para no afectar los intereses de quienes sostienen dicho enfoque.

Por ello, es indispensable promover la Nueva Cultura del Agua entre todos los segmentos de la población como una de las estrategias clave para enfrentar la crisis de agua que vivimos, paradójicamente, en una región donde el recurso es suficiente para cubrir los elementos descritos en este nuevo enfoque y no pensar en opciones poco viables, onerosas y evasivas de las causas centrales que originan la problemática de disponibilidad, pero sobre todo de calidad, que vivimos los laguneros.

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