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Cervera Pacheco

Miguel Ángel Granados Chapa

Víctor Cervera Pacheco cumplió sesenta y ocho años el 23 de abril. Festejó su aniversario en plena campaña para alcanzar la alcaldía de Mérida, un cargo que ya desempeñó hace más de tres décadas. En ese ínter, además de otros puestos, ocupó un lugar en el gabinete federal (secretario de la Reforma Agraria) y fue dos veces gobernador: la primera en un prolongado interinato de cuatro años y la segunda en el término sexenal previsto por las leyes, que en su caso entrañó violar la Constitución de la República.

¿Qué significa que con ese historial (y el otro, el que sirve de trasfondo al formal, el de la ruda lucha por el poder sin reparar en medios), Cervera Pacheco pretenda volver a gobernar? Ya que él mismo recuperó para el PRI la presidencia municipal de Mérida, ganada en 1967 por Víctor M. Correa Rachó con Acción Nacional, ¿se busca que repita esa victoria, que logre colocar al PRI de nuevo como el primero en la capital de Yucatán? Sería un propósito estéril en sí mismo, dadas las diferencias entre aquel escenario y el actual.

En 1970, cuando fue elegido alcalde, Cervera Pacheco era un impetuoso dirigente campesino, que contaba apenas con 34 años y era cabeza de quilla de uno de los grupos priistas que hacían la política en Yucatán, donde todo lo dominaban esos grupos. En esta ocasión, exactamente con el doble de aquella edad, cuando Cervera Pacheco lo intenta de nuevo, no gobierna el estado un grupo priista antagónico al suyo como entonces, sino el Partido Acción Nacional, que también rige a Mérida, desde hace más de una década. Otros municipios son igualmente gobernados por el PAN, que controla casi a solas la legislatura, cuyas bancas serán ocupadas también por nuevos miembros tras las elecciones del próximo domingo.

Aunque podría decirse que Cervera Pacheco llegó a la alcaldía hace 34 años contra la voluntad y en franco antagonismo con el grupo que en 1969 había alcanzado la gubernatura con Carlos Loret de Mola y que, por lo tanto, el ahora envejecido cacique formaba parte de una especie de oposición dentro del PRI, esta es la primera vez que hace campaña en un ambiente formal y materialmente adverso, sin el eficacísimo apoyo financiero y político provisto por el Gobierno.

Sólo este domingo sabremos si Cervera Pacheco es capaz de ganar elecciones limpias, porque él carece de esa experiencia. ¿Qué significa que el PRI lo presente de nuevo como candidato para una responsabilidad de menor jerarquía que las desempeñadas por él antes? Puede ser que el debilitamiento del PRI sea tan intenso en Yucatán, en Mérida en particular, que sus dirigentes concluyeran que sólo una presencia contundente (para bien y para mal, pero conocida) tenga posibilidad de recuperar ese baluarte panista.

Es una apuesta riesgosa para el tricolor, que puede renacer con una victoria así de significativa, o puede hundirse sin remedio, al menos durante un largo tiempo.

Pero es más riesgoso para quien acepte quedar como mártir, derrotado.

Es más lógico suponer que Cervera Pacheco haya resuelto, por encima de los intereses del partido, anteponer los suyos propios, subrayar que el hombre fuerte en su entidad sigue siendo él. Los gobernadores priistas quedaron dueños de espacios de poder que antaño ejercía el Presidente de su misma filiación. El predicado puede ser cierto también respecto de los ex gobernadores priistas. En la mayor parte de las entidades donde ese partido ha perdido la gubernatura, el antiguo partido oficial queda desarbolado, sin ingresos y sin rumbo. En pocos lugares se mantiene un factor de control político sobre los restos priistas como en Yucatán.

Aparte esa entidad (y quizá Tlaxcala, donde de otro modo la fuerza de Beatriz Paredes dentro y fuera del PRI la hace un necesario punto de referencia) en todos los demás estados perdidos por el PRI el partido tiende a desvanecerse, de lo cual se aprovecha quien puede.

Y pocos pueden. El peso del poder personal de Cervera Pacheco le permite y aún lo obligaría, en esa tesitura, a buscar no sólo el liderazgo de la oposición sino a volver al desempeño de un cargo de autoridad, con disponibilidad de recursos, para obrar como a la antigua usanza.

Varias indicaciones muestran que en la fabricación de la candidatura de Cervera Pacheco privó el poder personal sobre el interés partidista. Hubiera querido aspirar a la alcaldía otro ex gobernador, Federico Granja Ricalde, menos polarizante frente a la sociedad. Ni siquiera demandó la realización de un proceso interno que esclareciera las posibilidades de cada quien.

Simplemente se allanó ante la pretensión de Cervera Pacheco. Que, sin embargo, la candidatura de este último es más un asunto suyo que del PRI, lo muestra que la semana pasada Roberto Madrazo haya pasado de largo en Mérida y dedicara su atención a municipios de menor importancia política, sin siquiera encontrarse con el candidato de su partido en la capital.

Cervera Pacheco ha sido el factótum de la política yucateca durante más de tres décadas. Aunque obviamente no fuera candidato a la gubernatura hace tres años, puede afirmarse que más que el senador Orlando Paredes, quien perdió la elección de gobernador fue Cervera Pacheco. No puede permitirse pasar a retiro con ese baldón en su historia. Necesitaba por eso ser candidato y por eso necesita ganar la alcaldía. Aun en mayor medida que J. Natividad González Parás en Nuevo León, que enmendó su derrota con una victoria, Cervera Pacheco aparecería como campeón de la restauración priista.

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