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Ser borderline

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Roberto Iturriaga

Existe un padecimiento psicológico que se apropia de la frase “vivir en el límite” de manera muy literal: el trastorno límite de la personalidad, enfermedad que ocasiona un desorden generalizado en el temperamento de quienes lo padecen.

El trastorno límite de la personalidad (TLP) es un padecimiento que se diagnostica cada vez con mayor frecuencia, a tal grado que se ha convertido en una de las alteraciones mentales con mayor demanda de atención en los consultorios psicológicos y psiquiátricos.

Aunque no se habla mucho de él, es más común que la esquizofrenia o el trastorno bipolar. Se estima que entre el uno y el tres por ciento de la población mundial padece esta afección, cuya presencia desencadena un contexto difícil para quien lo sufre y las personas que le rodean.

A la gente con TLP se le llama borderline, término extraído del inglés por su concepto de límite. En esencia se trata de una anomalía que afecta la personalidad; el individuo percibe con distorsión al mundo que le rodea, a los hechos que acontecen a diario e incluso al juicio que tiene sobre sí mismo.

Y es que los borderline se ven afectados en su capacidad de crítica. Suelen ser sujetos incapaces de tener un control o equilibrio en su trato con los demás, en el ámbito laboral, amistoso, amoroso y familiar. De hecho el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV, por sus siglas en inglés), especifica que estas personas tienen como rasgo principal un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la efectividad, y una notable impulsividad.

Así, la gente tiende a describir a los borderline como ‘intensos’ o ‘dramáticos’, pues ante una situación cualquiera, su reacción (positiva o negativa) es exagerada; el absoluto se vuelve un factor habitual a la hora de juzgar a los demás y a su medio ambiente.

El TLP impacta de manera directa en el temperamento y por eso despliega algunos síntomas muy evidentes como los cambios drásticos de humor, la ansiedad, el enojo, la desesperación, el estrés, la falta de confianza, la frustración, el sentimiento de vacío y la tendencia al aislamiento.

ESTACIONES DIFÍCILES

El también llamado trastorno limítrofe puede manifestar diferentes etapas e intensidades, dependiendo en gran medida del carácter de cada persona, del entorno y de otros factores. Pese a que esas variantes hacen que todo caso sea distinto, se clasifican tres principales estaciones de diagnóstico.

Durante la primaria, el individuo presenta alteraciones en el equilibrio de su juicio hacia los grupos más cercanos a él. Así, en el ámbito privado tiene roces con familia y amigos, derivados de la ‘falta de compresión’, sentimientos de incompatibilidad y las desilusiones que experimenta constantemente. En el plano laboral puede tener conflictos causados por frustraciones, metas incumplidas o impresiones erróneas sobre el desempeño ajeno.

La segunda estación es la más común. En ella hay complejidad para armonizar en casi todos los planos de la vida social; el paciente considera difícil encontrar aspectos positivos en situaciones que implican plazos prolongados, debido a su facilidad para desilusionarse. El desengaño y el enojo se convierten en constantes para él a la hora de empezar nuevos proyectos, relaciones de pareja y básicamente cualquier enlace con el exterior. También afloran sentimientos de decepción hacia sí mismo y puede registrar episodios de ira o de violencia. Por ello es trascendental para quienes enfrentan el TLP buscar solución inmediata a sus frustraciones. La mayoría modifica de forma radical sus hábitos alimenticios y sexuales. Además tienden a realizar de manera desmedida cualquier actividad que les cause placer.

En la tercera estación las alteraciones pueden acentuarse hasta alcanzar dimensiones más severas e incluso peligrosas. Aquí el borderline manifiesta graves niveles de ira, enojo, depresión y ansiedad. Su autoestima juega un papel importante pues al ser el principal objetivo de los ataques por parte de la enfermedad, el sujeto corre el riesgo de externar violencia física dirigida a su propia persona, provocándose golpes, cortadas o hasta llegando a intentar el suicidio.

LA PERSONALIDAD EN CONTRA

Aunque se investiga desde hace años, todavía no se conoce con exactitud qué ocasiona la aparición del padecimiento limítrofe. La comunidad científica establece que existe un 60 por ciento de probabilidad de que sea hereditario, y la cifra se acentúa ante ciertos factores externos o en ocasiones por la presencia de desórdenes químicos en el organismo (algo frecuente en los casos más graves). Una constante descubierta en un 25 por ciento de los individuos que son borderline es que carecen de suficiente vitamina B12 y tal deficiencia facilita que el organismo genere respuestas como fatiga, ansiedad y dolores de cabeza.

Hasta donde se ha observado, el TLP afecta a personas de cualquier raza y sexo; hay estudios que reflejan mayor incidencia en mujeres, pero también se sabe de zonas geográficas que registran más casos de hombres. Tiende a surgir en la adolescencia o durante la edad adulta, aunque hay un número significativo de individuos que lo desarrollan antes o después.

Ante la sospecha de este trastorno es primordial acudir a un psiquiatra, el único especialista capacitado para diagnosticar con exactitud este problema. Algunos criterios para reconocerlo (de acuerdo al DSM-IV) son si la persona muestra:

-Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado.

-Relaciones interpersonales inestables e intensas.

-Autoimagen inestable.

-Conducta impulsiva, potencialmente nociva para sí misma.

-Intentos o amenazas suicidas recurrentes; automutilación.

-Sentimientos crónicos de vacío.

-Dificultad para controlar la ira.

Una vez que se ha confirmado la presencia del TLP, el psiquiatra determinará un tratamiento acorde al paciente. La base de éste es una terapia que a su vez puede combinar elementos de distintas vertientes terapéuticas.

Dependiendo de la gravedad del individuo, el médico evaluará si requiere o no la administración de ciertos fármacos que lo auxilien en la regulación de los cambios de humor y el combate de otros síntomas. Es asimismo fundamental que quienes conviven con él a diario reciban la orientación que les provea de herramientas para acompañarlo y saber cómo actuar ante ciertas situaciones recurrentes, variaciones de conducta y más. Resulta fundamental que la familia del borderline lo apoye procurándole un ambiente libre de presión y estrés, ya que cualquier confrontación o problemática puede desatarle un episodio ‘límite’ y la consecuente recaída. Y desde luego, es básico garantizar que el enfermo cuente con supervisión continua para garantizar que los resultados sean prolongados.

Tanto dentro como fuera del consultorio, la mayor labor para ayudar al borderline es aquella orientada hacia la construcción de su autoestima y el fortalecimiento de su personalidad. A pesar de que no existe una cura para este padecimiento, hoy en día los borderline tienen más posibilidades de ser bien diagnosticados y en consecuencia, de recibir el tratamiento que les permita tener acceso a una mejor calidad de vida.

Correo-e: [email protected]

Fuente: Licenciada en Psicología Martha Gabriela Hernández.

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