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El pajarito de Nicolás

PATRICIO DE LA FUENTE
"Creo que ya es tiempo de ir con el psiquiatra, lo dijeron en mi casa y me trajeron casi a rastras…no estoy loca, no estoy loca, no estoy loca, sólo estoy, desesperada"— Gloria Trevi, Doctor Psiquiatra

Te pido paciencia, querido lector, pues por aquí hoy leerás ciertas declaraciones que bien podrían haber salido de cualquier psiquiátrico, pero desgraciadamente no es así; provienen de un aspirante a la Presidencia y con enormes posibilidades de arrasar en las urnas. Ignoro si te causarán risa, preocupación o ambas cosas, sin embargo las someto a la amable consideración del público. Finalmente, tú eres quien decide.

"De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas", dijo el suspirante moviendo la cabeza e imitando un aleteo. "Se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé, pues. El pajarito me vio raro, ¿no? Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él (Hugo Chávez)", remató nada más y nada menos que Nicolás Maduro, Presidente encargado de Venezuela, hace un par de días.

Lógicamente, las reacciones y burlas tras los dichos de Maduro, no se han hecho esperar, desconcertando incluso a los medios de comunicación internacionales. Y es que en un período de tiempo muy corto y cada vez que abre la boca, el candidato oficialista espeta alusiones desafortunadas y le atribuye a Hugo Chávez, ya muerto, poderes casi sobrenaturales.

Porque sobre la proclamación del Papa Francisco como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, también Maduro habría de opinar. "Nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hasta esas alturas, está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un Papa sudamericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo: llegó la hora de América del Sur. Así nos parece", consideró.

Y ni qué decir del discurso pronunciado durante las exequias fúnebres del Comandante Chávez frente a la comunidad internacional, los jefes de Estado y de Gobierno ahí reunidos, además de quienes lloraban la partida del hombre que por muchos años encabezó el estrepitoso fracaso de la "Revolución Bolivariana". Nicolás Maduro, un funcionario tímido que en vez de hablar, casi susurraba en cualquier evento público, aprovechó el foro y engolando la voz cual barítono, no pronunció sino alusiones de fuerte tufo marxista-leninista, consignas antiimperialistas, endiosó a Chávez cada vez que podía y, ya encarrerado, también tuvo palabras para Fidel y Raúl Castro, otoñales dictadores en declive.

El dolor de muchos -el de Maduro por supuesto- es algo que puedo entender, pero el comportamiento del Presidente encargado, quien estallaría en llanto varias veces durante el interminable sermón, recordó más a Amalia Mendoza, La Tariácuri, que a un político moderno.

Para bien o para mal, Hugo Chávez es irrepetible. Malo, bueno, loco o cuerdo, héroe o villano, por lo menos supo lo que hacía y su gobierno mantuvo la misma dirección. Equivocado para algunos, pero hasta en eso, en regarla, el finado Chávez era constante.

La bronca con Nicolás Maduro, es que vive escudándose en el ayer y en la sombra de Hugo Chávez, y nadie lo conoce realmente. Porque en lugar de trazar un plan de gobierno y proponer para que así los electores tomen la mejor decisión posible, el candidato oficialista dice cosas que a broma o en serio, ponen seriamente en duda sus capacidades para conducir los destinos de una nación metida en serios problemas, que reclama de un verdadero estadista con visión de largo plazo. Porque en Nicolás Maduro me es imposible adivinar tales capacidades ni, mucho menos, el potencial para convertirse en el hombre que esté a la altura y pueda resolver el cisma que se avecina y llevar el barco a puerto seguro.

No, Nicolás Maduro no es ni será nunca un estadista. Para lo que sí estaría bueno, apreciable lector, es para cómico. Desde que falleciera Hugo Chávez, nunca en la vida un "político" me ha hecho reír tanto, y vaya que conozco a muchísimos…

Pobre Venezuela. Ni Antonioni, Fellini, Buñuel, Dalí y Walt Disney juntos en sus mejores tiempos, hubiesen sido capaces de inventar a un personaje tan chusco y disparatado.

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