Se me olvidó correr las cortinas de mi cuarto, y en la alta noche me despertó la luna.
Llenaba todo esa luna llena; se metió de rondón en mi recámara como Petra por su casa. A su luz hubiera podido yo seguir leyendo el libro que leía cuando el sueño me puso a leer sueños.
Fui a la ventana y miré el huerto al que la luna también había desvelado. Los árboles que el otoño ha empezado a desvestir tendían sus ramas a la luz como queriendo beberla para iluminarse por dentro. Si yo no fuera este hombrecito que soy, temeroso del ridículo, habría tendido los brazos a la luz, para disipar mis sombras.
Pero tengo miedo de la luz. No sé lo que me mostrará. Cerré entonces las cortinas, y volví a mis sombras mientras afuera la luz me llamaba inútilmente.
¡Hasta mañana!...
