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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"¡Voy a saciar mis bestiales instintos de lujuria en ti y en tu abuela !". Así le dijo con ominoso acento el Lobo Feroz a Caperucita Roja. "¡Oh, no! -gimió ella con desesperación-. ¡A mí hazme todo lo que quieras, pero a mi abuelita no la toques!". "Niña, niña -la reprendió la abuela-. ¿Cuántas veces te he dicho que no debes contradecir a las personas mayores?"... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, vivía en su granja a orillas de la ciudad. Cierto día vio a una mujer que bebía agua del arroyo tomándola en el hueco de su mano. Le gritó: "¡No tome agua de ahí, señora! Está muy contaminada. Lleva toda clase de suciedades y desechos; podría usted enfermar gravemente". La mujer levantó el rostro, y entonces Capronio se percató de que era su suegra. Le preguntó ella: "¿Qué me decías, yerno? No pude oírte bien". Responde el tal Capronio: "Le sugería que recogiera el agua con las dos manos, suegrita. Así podrá beber más y mejor"... Un soldado que perdió la vista en la guerra fue a una casa de mala nota. Madame Ovary, la propietaria del local, le asignó la mujer más fea del establecimiento, valida de la circunstancia de que el cliente no veía. Ya en la habitación el soldado empezó a palpar el rostro de la maturranga. Al hacerlo retrocedió asustado. "No te asustes, guapo -lo tranquilizó la mujer-. Son sólo unos granitos". "Ah, menos mal -respondió el soldado con alivio-. Yo pensé que era la lista de precios"... He aquí un breve mensaje para mis cuatro lectores en el Distrito Federal. Hoy a las 11 horas, en el Foro General de la Feria del Libro del Zócalo, presentaré en vivo y a todo color, directamente desde La Otra Historia de México, mi más reciente libro: "Antonio López de Santa Anna, ese espléndido bribón, y la guerra de Estados Unidos contra México, esa infame bribonada". Contaré algunas de las más grandes picardías de ese tremendísimo señor, y narraré también cosas pertenecientes a mi vida de escritor. Te espero a ti, que eres uno de mis cuatro lectores, para conocernos por fin y darnos el abrazo que nos une en la amistad y en el común amor a esos amigos buenos: los libros... Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite el adulterio a condición de que se haga sólamente en la posición del misionero), recibió de los elders de su iglesia el encargo de ir al norte de Alaska a proclamar la palabra del Señor entre los esquimales. El reverendo aceptó la comisión. Dijo al consejo: "Iré con gusto, pues nunca he visto una aurora polar ni un oso boreal". Le dijeron: "Es al revés". "Iré con gusto -repitió el pastor-, pues nunca he visto un oso boreal ni una aurora polar". Llegó, pues, don Rocko a esa gélida región, y fue recibido en su iglú por un forzudo esquimal de anchas espaldas y estatura procerosa. Nanuko -así se llamaba el habitante de las zonas árticas- le dijo al reverendo: "Seguramente sabe usted, señor, que los esquimales acostumbramos ofrecer nuestras esposas a los visitantes a fin de que no sientan frío por la noche. Por desgracia yo no puedo seguir la tradición, pues nunca me he casado". Añadió luego al tiempo que se acercaba sugestivamente al azorado pastor: "Pero no quiero que vaya usted a pensar que soy un groserote a quien no le interesa su comodidad"... Ese episodio en la vida del reverendo Fages me hace recordar otro interesante suceso que le aconteció. Un sábado por la tarde estaba en su jardín orando, meditando en las cosas de la vida y hablando con Jesús. Sin poderse contener dijo en voz alta: "¿Por qué, Jesús, debo trabajar tanto, incluso los domingos?". Una voz lenta y grave le respondió: "El trabajo es una forma de colaborar en la obra divina de la creación, y es también un modo de ganar dinero". "Pero, Jesús -replicó el pastor-: ¿acaso el dinero no es el origen de todos los males?". "No -se escuchó la respuesta-. La codicia del dinero es origen de todos los males. Bien empleado, el dinero es un instrumento que puede servir al bien propio y al de los demás". "Entonces, Jesús -preguntó el pastor-, ¿cuál es el significado de la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?". Le contestó Jesús: "Reverendo: son demasiadas preguntas. Con todo respeto, ya no me esté jodiendo. No vengo aquí a perder tiempo platicando. Déjeme trabajar, pues después de terminar con su jardín debo ir a arreglar otros". Así diciendo, Jesús el jardinero tomó sus tijeras podadoras y siguió haciendo su trabajo... FIN

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