Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que escucha las sonatas de Scarlatti, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-La falta de religión es muy nociva, pero el exceso de religión es más nocivo aún. La demasiada religiosidad nos lleva al fanatismo, y el fanatismo causa más males que la indiferencia. Cuando Yavé entregó a Moisés los diez mandamientos en el Sinaí debió añadir este otro: "Sed tolerantes". Pero le dio el decálogo entre centellas, truenos y relámpagos, y en tales condiciones es muy difícil recordar la virtud de la tolerancia. Hubo de venir Jesús para predicar el amor hasta a los enemigos. No dejemos que el celo religioso oscurezca en nosotros la luz serena de ese amor.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...