Siglo Nuevo

¿Soy puro mexicano?

25 atributos para elegir

¿Soy puro mexicano?

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Que somos de carácter muy alegre y fiestero, tanto que hasta nos reímos de la muerte y hacemos chistes de las situaciones más desagradables. Que estamos orgullosos de nuestras tradiciones y raíces aztecas. Que llegamos tarde a todos lados. Que somos muy trabajadores. Que traemos el gen de la corrupción en las venas. Que somos... ¿Se ha preguntado si en realidad somos así? ¿Acaso hay una forma única de comportarnos, como si nacer en un país nos condicionara a tener una determinada manera de ser?

No hace falta salir al extranjero para escuchar que los mexicanos somos “esto” o “lo otro”, nosotros mismos solemos etiquetarnos de diferentes maneras y repetir lo que a menudo se expresa acerca de nuestra población: “Jorge, como buen mexicano, es un machista de primera”; “se casó con un francés, es una malinchista”. Y como esos, podemos agregar otros ejemplos, positivos o negativos, con tono de broma o de reproche; seguramente a usted mismo le vienen varios a la mente.

En definitiva abundan las calificaciones o descalificaciones respecto a nuestro ‘ser mexicanos’; personalidad, conducta, hábitos, reacciones. Para infinidad de situaciones hay ideas preconcebidas. Generalizaciones que a veces provocan una sonrisa, otras causan molestia y en ocasiones un simple encogimiento de hombros aceptando que así somos.

¿Se ha preguntado alguna vez de dónde surgen esas concepciones, esas ideas -a veces contradictorias-de lo que según la voz popular ‘somos’ los mexicanos? O ¿qué hay detrás de la costumbre de colocarnos etiquetas?

LA NECESIDAD DE ETIQUETAR

En los seres humanos hay una tendencia por catalogar todo lo que vemos. Desde la Psicología se considera una forma de ‘procesar’ el entorno de tal manera que nos resulte más sencillo interpretarlo y responder rápidamente a las situaciones que se van presentando. En ese contexto, tratándose de la gente encontramos más sencillo establecer comunicación con alguien sabiendo quién o cómo es. Por eso al estar con otros solemos prestar atención a alguna de sus características y nos enfocamos en ella; así, inconscientemente reducimos su personalidad a un atributo.

Esa misma inclinación surge al hablar de comunidades enteras: acostumbramos catalogar a los diferentes pueblos del mundo a partir de conocer apenas a unas cuantas personas, incluso una sola; con la impresión que ese individuo o grupo nos da, creamos una imagen del resto de sus coterráneos como si pudieran ser medidos con un estándar único. Así decimos que en X ciudad son hospitalarios o en Y son tacaños. Lo mismo hacemos tratándose de países enteros, nos formamos una imagen con base en lo que percibimos en un sujeto o grupo. E incluso repetimos las generalizaciones que escuchamos de una comunidad como certeza, aun sin constarnos de primera mano que haya gente con esas características.

Hablando de las preconcepciones que se repiten sobre los mexicanos, éstas han venido elaborándose desde de la Conquista. Los españoles se crearon una imagen mental de los pueblos prehispánicos y empezaron a hablar de los mexicanos como una unidad. Siguiendo esa línea, la Historia nos muestra cómo otras culturas que nos han dominado de alguna manera (política, económica), se han dedicado a difundir una imagen parcial e inexacta de cómo somos.

Pero los estereotipos no son sólo impuestos por los externos a una sociedad. Más allá de dónde se originen, para su continuidad influye que esa misma sociedad repita lo que se dice de ella, lo cual con frecuencia se hace como reflejo ante la necesidad de construir una identidad.

A veces ni siquiera hacen falta las palabras “los mexicanos somos” para reforzar una etiqueta. Basta con ver la transmisión de un mundial de fútbol o de las olimpiadas: cuando las cámaras captan a un grupo de mexicanos podemos ver que más allá de llevar una bandera, muchos lucen enormes sombreros de charro... y luego se sorprenden de que todavía haya extranjeros que llegan y preguntan dónde están los mariachis y los caballos.

GENTE MADE IN MÉXICO

Y entonces ¿es cierto o no lo que se afirma de nosotros, tanto dentro como fuera del país? Consultamos a especialistas en la materia acerca de los estereotipos más comunes que se aplican a los mexicanos. A continuación le presentamos el resultado de nuestra investigación y al mismo tiempo le preguntamos: ¿se identifica con estas etiquetas, o al menos cree que los mexicanos -en mayoría- somos así?

1. Pachangueros

Las festividades son parte fundamental de la cultura nacional. Se ha cotejado a través de trabajos etnográficos que desde la época prehispánica destacan la importancia de las celebraciones como parte de la riqueza simbólica de nuestro pueblo. La aceptación o la búsqueda de la fiesta se aprenden en el hogar. Está muy arraigada la costumbre de no dejar pasar sin celebrar las fechas y acontecimientos especiales para nuestro grupo.

La manera de festejar no es única en todo el país, varía de una zona a otra y de un grupo social a otro. En los pueblos, por ejemplo, las fiestas patronales tienen un peso que no se ve en las ciudades. Vale la pena aclarar que la buena disposición para celebrar no debe confundirse con la falsa idea de que queremos estar de fiesta todo el tiempo.

2. Ingeniosos

Los especialistas coinciden en calificar a la sociedad mexicana como ingeniosa, incluso creativa. Más allá de la proporción de habitantes que muestran talento para alguna disciplina artística o de los numerosos casos de mexicanos que registran patentes o son reconocidos por un invento o aportación valiosa al mundo, se habla de una facilidad para encontrar nuevas maneras de resolver cuestiones de todo tipo. Esto abarca desde las llamadas ‘mexicanadas’ (como se conoce a los arreglos improvisados y un tanto burdos que se efectúan para que un aparato funcione sin repararlo formalmente), hasta la búsqueda de soluciones a problemas cotidianos, así como la facilidad para improvisar chistes y comentarios agudos.

3. Machistas

Se reconoce que la nuestra sí es una cultura machista, es decir, que favorece al hombre por encima de la mujer e incluso se alardea del poder de ellos sobre ellas. Aun así, desde hace ya algunos años empezó a percibirse un menor auge de las conductas propias del machismo, pero a pesar de haber más equilibrio, no puede esperarse que este rasgo vaya a desaparecer por completo, ya que de generación a generación se sigue transmitiendo, de manera consciente e inconsciente, tanto por hombres como por mujeres.

Cabe decir que el machismo no fue ‘inventado’ en México y que tampoco es exclusivo de este país; recordemos que el tema de la equidad de género está siempre en discusión.

4. Impuntuales

En México predomina una aparente incapacidad para cumplir con las horas pactadas para toda clase de compromisos. Lo curioso es que tratándose de obligaciones laborales la mayoría sí respeta los horarios. No obstante, en cuestiones personales hay tanta informalidad que es casi una regla no escrita llegar tarde. A diario se escuchan ejemplos: “Vamos a citar a las 10:30 para poder empezar a las 11:00”; “son las 8:00, me voy porque quedé de ver a mis amigos a esta hora”; “la invitación dice 9:00, o sea que está bien si llegamos a las 10:00”; “nada empieza a la hora”.

Por otro lado, es importante decir que la percepción del tiempo varía mucho a lo largo del país. En las ciudades del norte se ve más apego por la puntualidad que en el sur, donde la gente suele ser más flexible con los plazos.

5. Cálidos

Todavía se considera que los mexicanos somos un pueblo cálido, incluso dulce en el trato; sin embargo, en el transcurso de los últimos 30 años esta cualidad se ha ido debilitando como resultado de la globalización y de la incursión del sistema neoliberal en todo el orbe, lo cual ha deteriorado las relaciones interpersonales.

Así, se cree que cada vez un mayor porcentaje de la población va dejando de lado la calidez para dar lugar a una conducta agresiva-defensiva. De hecho hay estadísticas que reflejan el incremento en los niveles de agresividad en la sociedad mexicana, elaboradas por instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro de Estudios Educativos (CEE).

6. Valientes

A menudo se confunde valentía con agresividad. La primera se define como esfuerzo, aliento, vigor. En ese sentido y desde la perspectiva psicológica, sí se considera que la gente mexicana es valiente, o como se dice popularmente “aguantadora”, capaz de mostrar resistencia y disponibilidad para esforzarse ante las situaciones difíciles; desde luego, el grado de fortaleza que posee cada persona es distinto, no podría decirse que todos los mexicanos mostramos la misma resistencia.

Tampoco es una característica exclusiva de nuestra nación. Y como en otros rasgos, se puede atribuir al cine, la música y la literatura posrevolucionarios, la creación y transmisión del estereotipo del mexicano valiente, fuerte y osado, el héroe siempre dispuesto a enfrentar cualquier reto que se cruce en su camino.

7. Alegres

Las opiniones en este renglón son encontradas. Respetados psicólogos han dictaminado que los mexicanos somos y nos percibimos como expresivos y alegres.

Otros especialistas indican que la naturaleza del mexicano es más bien melancólica y con una marcada predisposición a la ansiedad. Desde esa perspectiva, la idea de que somos alegres viene del exterior, pudiendo originarse en que el contacto de los extranjeros con México se ha dado usualmente con fines de diversión, vienen a festividades o a sitios turísticos y se van con la imagen que construyen de un mero aspecto circunstancial y no de personalidad. Las películas del cine de oro mexicano en donde se presenta a nuestra gente como una comunidad que canta todo el tiempo, también pudieron contribuir a difundir la idea de un mexicano siempre feliz.

Resulta justo decir que la melancolía es un rasgo que no sólo se relaciona con los mexicanos sino con el mundo occidental en pleno.

8. Borrachos

La fama del mexicano borracho es otro ‘efecto secundario’ de numerosos filmes que nos retratan bebiendo tequila como si fuera agua. Es cierto que en las últimas tres décadas el consumo de alcohol en los mayores de 15 años ha ido en aumento: según la OCDE subió en un 73.5 porciento. Pero la misma organización registra que aun con ese incremento nuestra ingesta de alcohol continúa siendo baja: en promedio 5.9 litros anuales por persona, cifra mínima comparada con países que suman arriba de 12. Debe Es preciso aclarar que ese número refleja sólo el consumo, no la dependencia. Por ello no debe subestimarse (ni descartarse) el hecho de que el alcohol pudiera volverse un problema más severo en México; incluso, según información difundida por la publicación digital Animal Político, más del 13 por ciento de la población ya presenta síndrome de dependencia a esta sustancia.

9. De familia muégano

La familia es un eje muy valorado para los mexicanos, acaso el de mayor peso para el funcionamiento de la sociedad. Aun así, el concepto de familia ha ido cambiando. Por ejemplo, se ve como una transformación positiva que si bien la opinión de los padres sigue siendo fundamental, ya no necesariamente se toma como ‘ley’. Hoy es más común que los hijos cuestionen sus órdenes y opiniones, la comunicación es más igualitaria al menos en buena parte de la población.

En las grandes ciudades comienza a extenderse una tendencia que domina en otros países: el deseo de independencia en los hijos; aunado a que los padres pasan menos tiempo en el hogar, a que hay un mayor índice de divorcios y menor convivencia con los abuelos, es de esperarse que el valor de la familia siga transformándose.

10. Conformistas

Aunque esta es una creencia ampliamente difundida, según los expertos la idea del mexicano ‘pasalón’, poco comprometido con su realidad, es una falsa percepción que pudiera confundirse con la fuerte capacidad de adaptación que sí poseemos.

De hecho se observa una búsqueda de superación constante, reflejada por ejemplo en la gran demanda de espacios en escuelas de todos los niveles académicos, lo cual prueba el constante aumento del número de personas con aspiraciones de instruirse.

Por otro lado, se ha visto como algo permanente la manera en que ciertos grupos de poder dentro del mismo país se esfuerzan por difundir la imagen del mexicano conformista pues de esa manera favorecen el sentimiento de inferioridad en la gente, y propician que sea más susceptible a ser dominada, manipulada.

11. Elitistas

Lamentablemente, el clasismo se detecta como un ingrediente de la realidad en el país. En parte esta característica surge inevitablemente al ser México (y Occidente en general) una sociedad consumista; en esa dinámica, el poder adquisitivo se considera necesario para “tener más=ser más”, y por lo tanto suele desdeñarse lo opuesto.

No olvidemos que por más que se promueva la igualdad social en el mundo, sigue (y seguirá) existiendo una fuerte división marcada por el factor económico, y podemos confirmarlo a diario en situaciones tan variadas como la buena aceptación de las universidades privadas contra la fama negativa de las públicas, o la vigencia de los transportes divididos en ‘clases’ (regular o de lujo).

12. Hacendosos

A lo largo de las décadas se han efectuado estudios y el veredicto es unánime: la sociedad de México es trabajadora. Esta conclusión surge porque la mayoría de la gente asume el esfuerzo que implica salir adelante y ayudar a que su círculo (familia-amigos-comunidad) prospere, ante casi cualquier circunstancia.

En el mismo contexto se ha dictaminado que gran parte de la población no sólo se limita a cumplir con el trabajo que realiza, sino que lo hace con una actitud positiva y busca perfeccionarlo, lo cual también contradice la idea de que somos ‘pasalones’.

Algunos incluso han propuesto cambiar la interpretación del cliché del mexicano recostado al pie del nopal: no se encontraba durmiendo, sino pensando qué quiere hacer y cómo hacerlo.

13. Tragones

Aunque las estadísticas de la OMS y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) muestran a México en el primer lugar en índice de obesidad mundial, y además el 70 por ciento de la población general tiene sobrepeso, quienes saben del tema no encuentran acertado decir que el nuestro, es un país de tragones.

Según la opinión experta, las cifras mencionadas no indican que la gente coma mucho o todo el tiempo (como se define al término ‘tragón’), sino que tiene malos hábitos nutrimentales.

Es de suponerse que a la etiqueta de comelones también contribuye que a lo largo del territorio nacional es posible hallar puestos de comida (callejeros o no) vendiendo toda clase de ‘antojitos’ (ricos en grasa o azúcar), siempre con clientela.

14. Enajenados por el fútbol

Las ciudades con equipos de primera división notan un cambio en la dinámica del diario las fechas en que su escuadra sale a alguna cancha a jugar. De ahí surge la ‘leyenda urbana’ de que los mexicanos somos capaces de abandonar cualquier ocupación por sintonizar un juego o ir al estadio -y de paso echarnos unas chelas-, lo cual no es exacto: en efecto, muchos ajustan su rutina para no perderse los partidos, pero ni se desentienden de sus obligaciones, ni son mayoría.

Y aunque los aficionados suelen mostrar un entusiasmo muy fuerte, la realidad es que hay ‘fiebre de fútbol’ en casi todo el orbe y es imposible medir cuál afición es más apasionada. La falsa idea de que los mexicanos se entregan más a sus equipos, es promovida por los medios de comunicación con un afán mercadotécnico y las personas la defienden porque les gusta pensar que apoyan más a sus equipos.

15. Carismáticos

Algunos estudiosos estiman que los mexicanos poseemos en efecto la capacidad de atraer a los demás y que dicha característica es fruto del deseo de ser agradables, aceptados.

No obstante, otros analistas ven en la afirmación de que los mexicanos somos simpáticos por naturaleza un mero estereotipo, pues creer que alguien es carismático es una percepción totalmente subjetiva. El ejemplo lo podemos ver a diario: es de lo más común que una persona nos parezca simpática y le caiga mal a los demás.

Tal y como sucede en otros casos, a la imagen del mexicano ‘buena onda’ podrían haber contribuido las producciones cinematográficas, las cuales muestran a nuestra gente como de ‘sangre ligera’.

16. Malinchistas

Históricamente, en los mexicanos se detecta una marcada predilección por todo lo que llegue del extranjero, sean personas o productos. Se tiene la creencia de que lo fabricado fuera del país “es mejor” y de acuerdo a lo que se ha concluido a través de diversas evaluaciones, esa manera de pensar está muy arraigada. Ya en la época posrevolucionaria existía una fuerte inclinación europeizante; por otra parte, en las décadas más recientes la influencia mayor ha sido la de Estados Unidos.

Desde la Psicología se percibe que esa tendencia ha ido en declive y hoy el favoritismo no es tan marcado como antes. Pero dados los antecedentes, especialistas en otras áreas consideran que la preferencia por todo lo hecho en países del primer mundo continúa vigente y está lejos de desaparecer.

17. Metiches

Ser entrometido se entiende como inmiscuirse en cuestiones que no son del interés propio; no se considera una cualidad, sino como un defecto.

Según varias investigaciones los mexicanos no somos propiamente metiches, sino que la aparente curiosidad en realidad puede interpretarse como un interés auténtico por estar al tanto de lo que ocurre a quienes integran nuestro círculo cercano. Esa inclinación sería entonces parte de nuestra sociabilidad y preocupación porque el grupo al que pertenecemos se encuentre bien

Existen igualmente evidencias de que en efecto hay un gran número de personas empeñadas en enterarse de cuanto ocurre a los demás, aun tratándose de meros conocidos y hasta de extraños. En esos casos, se habla de una conducta aprendida en el hogar.

18. Flojos

Quién no recuerda la imagen del mexicano acostado, con el rostro cubierto por un sombrero. A ella se vincula la creencia de que el nuestro es un pueblo flojo. Más allá de ese referente, hace años se ha venido probando lo contrario.

La concepción del mexicano flojo se generó a partir de que en el amplio territorio nacional no se veía ni se ve uniformidad en cuanto a las formas y horarios laborales, los cuales llegan a variar según las necesidades y costumbres de cada región.

Se cree que los grupos de poder han contribuido a difundir la idea del mexicano flojo como una forma de mermar la autoestima de la población y ejercer mayor control sobre ella.

19. Solidarios

Análisis psicológicos realizados desde los años cincuenta han demostrado que la gente en México tiende a ser muy empática y por lo tanto muestra una respuesta solidaria ante la necesidad de los demás.

Actualmente, ante el contexto de crisis económica, social y política de los últimos tiempos, los vínculos de solidaridad se están viendo afectados, ya que un significativo porcentaje de la población tiene dificultad para sortear su propia realidad y por lo tanto no está en condiciones de prestar apoyo a otros.

La solidaridad se aprende en el hogar y se refuerza en el entorno educativo, social y religioso. Así, existe la posibilidad de que si los contratiempos siguen impidiendo que las personas se ayuden entre ellas, podría dejar de formar parte de las cualidades de los mexicanos.

20. Morbosos

El morbo no es una característica presente por naturaleza en el ser humano. Se estima que de unos años a la fecha, los medios de comunicación en todo el orbe han contribuido a generar un público que al principio consumía información amarillista como una imposición y hoy la demanda. Esta problemática es global, no exclusiva de México, ni tampoco dominante en la mayor parte de nuestra población. Lo preocupante es que se ha vuelto prácticamente inevitable tener contacto con información -llámese notas y/o imágenes- de contenido sanguinario. Y aunque todavía no se sabe cómo puede llegar a influir a nuestra sociedad la sobreexposición (voluntaria o no) a contenidos de tipo violento, las expectativas en definitiva no son favorables.

21. Procrastinadores

Aunque las opiniones al respecto son encontradas, predomina la visión de que sí es distintivo de los mexicanos “no hacer hoy lo que podemos dejar para mañana”. En el artículo ProcrastiNACIÓN (publicado en marzo de 2011 en un diario de circulación nacional) el periodista y politólogo Miguel Ángel Vargas cita que la prueba de la tendencia a procrastinar puede detectarse en otros rasgos como la impuntualidad, la aparente renuencia a cambiar de hábitos alimentarios, que no sería una negativa sino un “mañana empiezo” (así como imperan los “ya el lunes voy al gimnasio”, “ahora que empiece el año me voy a cuidar”), y la falta de costumbre para ahorrar como representación no de desinterés, sino de creer que esta previsión puede esperar.

22. Corruptos

México continúa ocupando uno de los peores lugares en índices de corrupción a nivel global. Conforme al Índice de percepción de la corrupción efectuado por la organización Transparency International, estamos en el puesto 100 de 183 de un listado donde los primeros lugares son para las naciones con sistemas de gobierno menos corruptos.

En su escala, que mide el 10 como libre de corrupción y el 0 como altamente corrupto, México alcanzó 3 puntos en 2011. Cabe decir que nuestro puntaje ha ido empeorando con los años, pues todavía en 2008 teníamos un 3.6.

Si bien suele decirse que la corrupción es un problema focalizado en un sector de la población (la gente vinculada al sistema político), hay quienes refieren que este es un rasgo conductual que marca al pueblo mexicano desde la época colonial.

23. Patriotas

En este rubro hay mucha ambivalencia. Por un lado se palpa un fuerte apego a las tradiciones, un respeto hacia el legado de nuestros ancestros y se promueve el orgullo por las raíces. Incluso se ha vuelto común la venta y uso de vestimentas típicas de algunos pueblos indígenas, hoy integradas en el guardarropa de muchos. Pero también hay tendencia a depreciar nuestros valores culturales, o al menos a mostrar hacia ellos cierto desdén, por parte de quienes los consideran inferiores. Nuevamente, las comunidades indígenas pueden tomarse como ejemplo: se les reconoce como guardianes de nuestras tradiciones ancestrales, y a la par permitimos que sufran discriminación.

Es de subrayarse que no debe confundirse el orgullo por la cultura, con el patrioterismo (alarde excesivo del amor a la patria) que se manifiesta en ciertas fechas, como hoy.

24. Amigueros

El pueblo mexicano es altamente sociable. La gente busca integrarse a grupos, sentir que pertenece a ellos y que además en estos domine el bienestar. Por eso se considera que sí existe una propensión a ser amigueros -palabra con la que se describe la facilidad de las personas para entablar amistades.

Como la generalidad de los rasgos de la conducta, la búsqueda de buenos vínculos con la comunidad a la cual se pertenece es algo que se aprende fundamentalmente en el hogar. Es decir, desde niños vemos a quienes nos rodean compartiendo estrechos lazos con personas ajenas a la familia; incluso llega a ser más frecuente encontrar en casa a los papás conviviendo con sus amigos, que con tíos o primos. Por lo tanto, tratamos de formar lo antes posible nuestros propios círculos.

25. Comodinos

Se dice que queremos todo regalado y en la mano, como si esperáramos a que cualquier asunto a nuestro alrededor sea resuelto por alguien más. Tal creencia se origina porque en efecto un porcentaje importante de la población ha aceptado el paternalismo ejercido por la clase política. Aun así, se considera mayoría a la gente que se esfuerza a fin de resolver sus necesidades y de ser posible, ayudar a solucionar las de los demás.

La percepción del mexicano como un ser dependiente también pudo surgir de la aún predominante permanencia de los hijos en la casa paterna, pues a diferencia de otros países lo usual en México continúa siendo que los descendientes no se muden del hogar que los vio nacer a menos que se casen (aunque como ya mencionamos, poco a poco empiezan a notarse cambios en ese renglón).

MEXICANOS DIFERENTES

En términos generales, lo dicho puede percibirse o no en la personalidad del mexicano. No obstante, por ningún motivo deben entenderse esas aseveraciones como absolutos. Ni en México ni en otra nación podría afirmarse categóricamente que todos los pobladores poseen las mismas características

Y es que en realidad no existe una ‘identidad mexicana’. Desde los años cincuenta expertos en varias ciencias han revisado esta cuestión con distintos ángulos. Los puntos de vista y resultados de análisis han sido diversos, pero lo cierto es que hoy se acepta como una realidad que los más de 112 millones de personas nacidas en este país compartimos derechos y obligaciones, pero el acta de nacimiento no nos dota de un carácter específico.

Los rasgos presentes en un porcentaje mayoritario de la población no son características que poseamos sólo por haber nacido en México, sino conductas o costumbres aprendidas o transmitidas en el núcleo familiar y social. Pero aun así, no hay cualidad que pueda tomarse como un dictado irrefutable para cada uno de nosotros.

Por otro lado, se cree que los mexicanos llegan a utilizar los estereotipos como una necesidad de confirmación: al repetir las etiquetas positivas se construyen una autoimagen agradable. A su vez, las negativas los ayudan a ‘justificar’ a alguien más o a sí mismos, si por ejemplo llegan tarde a un lugar y piensan “los mexicanos somos impuntuales”.

Sin embargo, es de esperarse que cada vez escuchemos menos esta clase de afirmaciones. El Doctor en Sociología Roger Bartra asevera que “la mayoría de la población ya no acepta fácilmente los estereotipos, ya no los toma como modelo, los rechaza y se da cuenta de que vivimos en una sociedad muy diversificada, llena de matices, y que no hay una, ni 10, ni 20, sino centenares de maneras de ser mexicano”.

Las etiquetas en sí mismas no se consideran ni buenas ni malas; hay en las personas una necesidad de catalogar situaciones, individuos, objetos, etcétera. Clasificar le permite al ser humano responder más fácilmente a las situaciones que se le presentan. El riesgo es que esa clasificación puede convertirse en prejuicio y motivo de discriminación, como a menudo pasa.

Reconocernos en algún estereotipo o sentir que ninguno va con nosotros, no nos hace más ni menos mexicanos. Por ello, más que aferrarnos a etiquetas o tratar de encajar en un patrón sólo porque nos dicen que “así somos”, o por el contrario, intentar probar que no nos identificamos con él, necesitamos comprender que no existe una forma única de ser mexicanos. Entenderlo nos permitirá desarrollarnos como individuos, a la medida de nuestras verdaderas inclinaciones y necesidades. La manera de “ser mexicanos” (o de cualquier otra nacionalidad) es, entonces, ser nosotros mismos.

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