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Más Allá de las Palabras / Despedida de soltera

Jacobo Zarzar Gidi

Algunas jóvenes, que se dicen amigas de la que se va a casar, organizan despedidas de soltera invitando a un hombre que ofrece a las presentes un espectáculo denigrante y perverso. Conforme pasan las horas en dicha "fiesta", la conversación va subiendo de tono porque es acompañada de bebidas alcohólicas, de anécdotas y chistes inmorales. El "stripper" (desnudista) invitado, da comienzo a su espectáculo entre aplausos y gritos de las presentes. Las "amigas", no conformes con eso, le reúnen una cantidad de dinero extra con la finalidad de que tenga relaciones sexuales con la novia. Al final del grotesco espectáculo y de su terrible culminación, la "festejada" no recuerda absolutamente nada de lo ocurrido porque también se excedió en la bebida. Al día siguiente reconoce su gran error al reflexionar con tristeza que durante muchos años había conservado su virginidad como un tesoro para entregársela a su futuro esposo, y la perdió apenas unos cuantos días antes de la boda, en una estúpida y desenfrenada noche.

Son muchas las jóvenes que han arruinado su vida por haber permitido que las seudo amigas organizaran ese tipo de festejos antes de que ellas contrajeran matrimonio. Como era de esperarse, los novios, al enterarse de lo sucedido, ya no quisieron saber absolutamente nada de la boda, y cancelaron de inmediato su compromiso.

Los propagadores del nuevo paganismo que estamos viviendo han encontrado un aliado eficaz en esas diversiones que ejercen un gran influjo en el ánimo de los espectadores. En los últimos años están proliferando estos nocivos espectáculos que, bajo las más variadas excusas o sin excusa alguna, fomentan la concupiscencia y un estado interior de impureza que da lugar a muchos pecados internos y externos contra la castidad. Un alma que da rienda suelta a la sensualidad y al erotismo apenas unos cuantos días antes de su boda, le será imposible seguir a Cristo de cerca, y quizá tampoco de lejos. Por lo tanto, una joven no podrá cimentar sobre terreno sólido su futuro matrimonio asistiendo a ese tipo de espectáculos inmorales, y mucho menos perdiendo su virginidad con un extraño. Como todos sabemos, el Sacramento del matrimonio es un paso importante y delicado que necesita de ayuda espiritual y de mucha oración para poder sobrevivir. Si en lugar de eso, la prometida se burla de Dios y de las reglas morales establecidas participando en esos espectáculos previos a la boda, lo único que se le puede augurar es un rotundo fracaso en su vida futura.

Los Santos Padres utilizaron en su predicación palabras duras para apartar a los primeros cristianos de las diversiones inmorales. Y aquellos fieles supieron prescindir de los esparcimientos que los alejaban de su afán de santidad y que ponían en peligro su alma. Esta búsqueda de la santidad que todos llevamos dentro se ve amenazada en el Siglo veintiuno que estamos viviendo, principalmente por algunos programas que se exhiben en la televisión y que con mucha facilidad tenemos a nuestro alcance. Pidamos al Señor que nos dé la fuerza necesaria para apartar con firmeza y sin titubeos, lo que nos separe de su lado o enfríe nuestro afán de seguirle. Nuestra lealtad con Dios nos ha de llevar a evitar las ocasiones de peligro para el alma. Por lo tanto, antes de seleccionar determinados canales en la televisión o de acudir a una diversión, hay que tener la seguridad de que no será ocasión de pecado. Cuando alguien dice que no le hace daño ver esos programas o asistir a esos lugares, quizá es señal precisamente de que él o ella necesitan más que otras personas de abstenerse de ellos. Posiblemente tienen el alma endurecida y los ojos nublados para el bien.

El camino hacia la santidad no es sencillo de recorrer porque el Señor es un Padre muy exigente. Y tiene razón, porque nuestra naturaleza humana nos hace resbalar con cualquier tentación que tengamos y no sabemos hasta dónde lleguemos a caer. De allí pueden surgir hombres que no se conforman con tener una sola mujer, que destruyen su matrimonio con el adulterio y tienen hijos regados por doquier.

San Pablo nos dice que nuestro cuerpo lo hemos recibido de Dios, es templo del Espíritu Santo y no nos pertenece. La lujuria destruye la dignidad del hombre, debilita la voluntad hacia el bien y entorpece el entendimiento para conocer y amar a Dios. Un corazón impuro no ve ni escucha a Jesucristo cuando pasa y llama a nuestra puerta para que le abramos y lo dejemos pasar. Entre la lujuria y la razón, cuando se enfrentan, desgraciadamente casi siempre gana la lujuria, porque no estamos empapados de la espiritualidad necesaria y porque no frecuentamos los sacramentos de la penitencia y de la comunión.

A los primeros cristianos les decía el Apóstol San Pablo: "Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros... heredarán el reino de Dios. Debemos tener la firme convicción de que la santa pureza se puede vivir siempre, aunque sea muy fuerte la presión contraria que el mundo realiza. El cristiano que de verdad quiere seguir a Cristo ha de unir la pureza del alma a la pureza del cuerpo. Entre las virtudes humanas que ayudan a vivir la santa pureza está el trabajo constante e intenso. Todos sabemos que la ociosidad es la madre de todos los vicios...

En determinados momentos de la vida queremos sacarle todo el provecho que podamos a los sentidos. No queremos desperdiciar cada oportunidad que se nos presenta. El ver, el hacer, el desear y el imaginar, cuando los distorsionamos, nos alejan del amor de Dios. La impureza lleva consigo una fuerte carga de egoísmo, hace perder el sentido de lo divino y de lo trascendente. El precio que pagó Nuestro Señor Jesucristo para salvarnos fue demasiado alto como para que nosotros no le respondamos como El nos lo pide.

Es necesario tratar a Dios con delicadeza para que su amor acabe por llenar nuestro corazón. Además, es necesario evitar los motivos de tentaciones internas contra la castidad. Si las jóvenes que van a contraer matrimonio hacen a un lado ese tipo de espectáculos que son nocivos para su alma, están invitando a Dios a que more por siempre en el hogar que están a punto de fincar. De ser así, el Señor ayudará a los esposos a que se quieran con el mismo entusiasmo que sintieron cuando eran novios. Les hará comprender que el amor de los esposos no se termina cuando empiezan las penas y los contratiempos que la vida lleva consigo. Los auxiliará en sus más grandes apuros, cuando no se vislumbra la salida del oscuro túnel y cuando se está a punto de perder la esperanza. Los bendecirá con generosidad sanando a los hijos cuando enfermen y cuando la desesperación llegue a casa. Llevarán con paz las enfermedades y las contradicciones que el Señor permita, y las amarán, porque habrán aprendido que también el dolor viene de un Padre que sólo quiere el bien para sus hijos.

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