Desde niño, Antonio Roldán Reyna tenía un sueño, ser futbolista, de los buenos, y algún día vestir la camiseta del equipo de sus amores, las Chivas Rayadas del Guadalajara. Incluso temprano empezó a destacar como delantero y militó en el Cuautitlán que llegaría a la Tercera División.
Pero el destino le tenía preparada una gran sorpresa, porque Roldán Reyna ganaría medalla de oro en boxeo, peso pluma, durante los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados en México.
Fue su padrino Armando James, peleador estelar de media semana en la Arena Coliseo, quien lo iniciaría en el boxeo, y sería en los baños del Jordán donde entrenaba su padrino, donde Antonio Roldán cambió su vida, olvidando el futbol para dedicarse al boxeo.
A principios de 1965 Roldán se inscribió en los Guantes de Oro, a pesar de que aún no cumplía los 16 años, un torneo que fue semillero de boxeadores que serían famosos como Rubén Olivares, con quien llegaría a tener compadrazgo Roldán.
Antonio Roldán ganó muchos combates que le servirían para ser parte del equipo olímpico. El 15 de octubre derrotó a Hwad Andel, de Sudán, el 17 al irlandés Edgard Tracey, el 22 al ruso Valery Plotnikov y el 24, en semifinales, al keniano Waruingi.
Fue el día 26 la pelea definitiva contra Alfred Robinson , boxeador de color de los Estados Unidos, pero sucio a más no poder, y cuando el mexicano limpiamente entraba lo recibía con cabezazos, hasta que pararon la pelea dándole el triunfo a Roldán y la medalla de oro.
