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Los Tarahumaras, gente con 4 almas

Pobreza. El empeño en mantener su cultura ha fascinado a escritores y antropólogos. Hoy los rarámuris enfrentan una dura prueba más de supervivencia.

Pobreza. El empeño en mantener su cultura ha fascinado a escritores y antropólogos. Hoy los rarámuris enfrentan una dura prueba más de supervivencia.

EL UNIVERSAL

Un día Dios y su hermano mayor, el Diablo, estaban sentados juntos hablando y decidieron ver quiénes podían crear humanos. Dios tomó barro puro mientras que el Diablo mezcló su barro con cenizas blancas y empezaron a formar algunas figurillas. Cuando los muñecos estuvieron listos, los quemaron para que se endurecieran. Las figuras de Dios eran más oscuras que las del Diablo. Eran los rarámuris, mientras que los del Diablo eran chabochis.

Entonces decidieron ver quién podía dar vida a las figuras. Dios sopló su aliento en sus muñecos e inmediatamente tuvieron vida, pero el Diablo, a pesar de soplar, no tuvo éxito. Se volvió hacia Dios y le preguntó: "¿Cómo hiciste eso?", de manera que Dios le enseñó cómo darle almas a sus creaciones.

La anterior es una de las historias rarámuris que William Merrill, uno de los últimos antropólogos norteamericanos interesados en la Tarahumara, reprodujo en su libro Almas rarámuris (INDI, 1992), luego de su estancia en la Sierra Tarahumara en el municipio de Rejogochi, donde descubrió el "alma tarahumara".

De acuerdo con el antropólogo, el concepto de alma es fundamental en la visión del mundo rarámuri porque todas las explicaciones para sus acciones y estados físico, mental y emocional están apoyados finalmente en sus teorías sobre la naturaleza y actividad de sus almas.

"Los rarámuris emplean dos términos, 'ariwá' e 'iwigá', para 'alma', que quieren decir 'aliento'. No todos los rarámuris están de acuerdo en el número de almas que dan vida al cuerpo, el consenso es que los hombres tienen tres almas y las mujeres cuatro. Éstas se alojan en el pecho porque ahí está el asiento de la vida, el vigor, las emociones y el habla; y en la cabeza, donde está el pensamiento. El cuerpo es la casa de las almas", describió Merrill.

Según el antropólogo, los rarámuris creen que si el cuerpo es lastimado, el bienestar y seguridad de las almas se pone en peligro, y si las almas son negligentes o abandonan el cuerpo, la persona se enfermará y morirá igual que una casa que se convierte en ruinas si sus residentes la abandonan. Aunque también en el sueño una o más almas pueden viajar, mientras que otras se quedan cuidando el cuerpo.

El libro fue escrito en 1992, pero el antropólogo Juan Luis Sariego, especialista en el tema, sostiene que la cosmovisión ahí dibujada se mantiene vigente hasta hoy.

"El concepto de las almas y en general la cultura rarámuri está intacta en muchos aspectos, incluso entre los que ya no viven en la Sierra, si uno le pregunta a un niño rarámuri -que vive en las ciudades- sobre las almas le dirá que los hombres tienen tres y las mujeres cuatro, y que las enfermedades se provocan porque las almas salen del cuerpo. Un rarámuri, aún con su contacto con la civilización occidental, usando celular, quiere mantener su cosmovisión, su sistema de gobierno y su sentido de justicia -que nunca ha reconocido Chihuahua-. Los rarámuris hacia dentro son un pueblo consolidado que ha sabido filtrar lo que le interesa y lo que no del exterior", dice en entrevista.

 RARÁMURIS, LOS QUE CORREN A PIE El escritor Carlos Montemayor en Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas (Aldus, 1995) escribió que los tarahumaras se designan a sí mismos como rarámuris (rará, que significa pie; muri, que significa correr, es decir, el que corre a pie), y que su condición, su identidad, su memoria y su pensamiento están ligados a este vocablo; y sólo cuando hablan en español utilizan el término tarahumara (que alude a la rapidez de los corredores).

Mientras que Merrill se dedicó básicamente a las almas, Montemayor desmenuzó algunos de los escritos dedicados a los rarámuris, entre ellos los que hablan profusamente sobre la habilidad que poseen para correr y para resistir largas caminatas, y profundizó en aspectos de su cohesión social.

También abordó el característico aislamiento de los rarámuris y su marcado carácter de autosuficiencia, algo que ha permitido que su experiencia con el mundo occidental sea "siempre un descalabro". Para ejemplificar, Montemayor reproduce una historia escrita por el indígena Francisco Lazos en 1993, que narra cómo un mestizo convence a un tarahumara de venderle una cabra a 10 pesos. El mestizo le pidió que la matara y destazara a cambio del menudo. Hecha la tarea, el indígena le pidió que le vendiera la asadura, el cuero y una pierna. El mestizo le cobró cada pieza a cinco pesos, en total 15, así que el indígena le quedó a deber cinco pesos.

Este aspecto ya lo había avizorado el poeta francés Antonin Artaud en el libro Viaje al país de los tarahumaras, publicado en 1936, luego de su viaje a México para realizar un peregrinaje entre los tarahumaras y practicar sus ritos del peyote: "El mal, para ellos, no consiste en el pecado. Para los tarahumaras el pecado no existe: el mal es la pérdida de conciencia. Tienen para ellos más importancia los altos problemas filosóficos que los preceptos de nuestra moral occidental", escribió.

Entre las característica más citadas de los rarámuris está su sentido de la justicia. De acuerdo con Montemayor, ellos buscan la reparación del daño, la restitución de lo prestado y el reconocimiento de las obligaciones, más que en los castigos o en las condenas por un delito.

También en la cosmovisión rarámuri, la danza juega un papel fundamental. Bailan para Dios porque tienen un compromiso con él.

 ESTUDIOS SOBRE  TARAHUMARAS La Tarahumara es una de las regiones más estudiadas por académicos nacionales y extranjeros, dice el antropólogo Juan Luis Sariego, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia Unidad Chihuahua.

"Desde hace más de un siglo, la Sierra de Chihuahua ha sido un territorio de predilecta atracción para la antropología. Sea por la fascinación que siempre han ejercido los genuinos rasgos culturales de los grupos étnicos que en ella habitan, o sea por considerar este medio social como un laboratorio ideal para experimentar proyectos de cambio o edificar utopías", dice.

El maestro en antropología social refiere que en los últimos años los mexicanos son quienes se han dedicado al estudio de la Tarahumara.

El especialista refiere fue en la década de los 70 cuando se desata lo que él llama "la fiebre tarahumara". "Se empezaron a estudiar todas las aristas de los tarahumaras, desde su economía doméstica hasta su cosmovisión, pasando incluso por las políticas públicas y los derechos indígenas; los que más se dedicaron a investigar fueron los franceses, alemanes, norteamericanos y mexicanos. Además, no sólo los antropólogos sociales y físicos han estado interesados, también arqueólogos, periodistas, escritores, poetas, historiadores y médicos. La Tarahumara atrae porque ahí hay hombres que guardan sus distancias de la civilización occidental", dice.

Los vastos estudios de la zona han sido insuficientes para lograr que la Tarahumara deje de ser una de las regiones más pobres del país. "Hay algo más de 300 mil personas, es decir, unas 40 ó 50 mil familias, es grave su situación y me parece más dramático que sigan sin existir soluciones permanentes", reflexiona.

Bibliografía imprescindible

⇒ "El México Desconocido", de Carl Lumholtz.

⇒ "La Sierra Tarahumara. Una tribu india del Norte de México", de Wendell Bennett y Robert Zing.

⇒ "Los Tarahumaras", de Carlos Montemayor.

⇒ "La antropología de la Tarahumara: nuevos y viejos debates", de Juan Luis Sariego.

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