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Los 56 y el 53

SERGIO AGUAYO

Dice una encuesta que la sociedad capitalina es la más organizada, informada y criticona del país. Pese a las virtudes cívicas el grueso de los gobernantes del DF compite en mediocridad. Con ese criterio, ¿qué hacer en este año electoral?

El PAN y el PRD presumen justificadamente a sus candidatos. Y sí, en Isabel Miranda de Wallace y Miguel Ángel Mancera tienen buenos aspirantes que seguramente se completarán con Beatriz Paredes por el PRI. Pongo el acento en el PRD por la fuerza que tiene en la capital y porque en julio próximo también votaremos por 16 jefes delegacionales y 40 diputados locales (excluyo a los plurinominales). El objetivo es evitar otra camada de políticos mediocres e insensibles.

La "Encuesta Nacional de Valores: lo que une y lo que divide a los mexicanos, 2010" (http://banamex.com/envud/) es una mina de información sobre nuestra diversidad porque permite apreciar las diferencias en la cultura cívica de las 32 entidades. Según este levantamiento, la capital tiene una sólida cultura democrática y observa críticamente a los principales actores. Incluyo unas cuantas cifras comparando a la capital con el resto del país: "Nunca o rara vez confían en: partidos políticos": DF, 89% y Nacional, 78%; gobierno de la entidad: DF, 79% y Nacional, 63%; gobierno delegacional o municipal: DF, 79% y Nacional, 65%; y, finalmente, televisión: DF, 72%; Nacional, 31%".

Me siento representado en estos porcentajes porque aun cuando valoro los avances tenidos en los últimos cuatro gobiernos de mayoría perredista, siento que se han quedado cortos por sus inconsistencias e insuficiencias. Desde otro punto de vista, puede uno estar razonablemente satisfecho con los jefes de gobierno y profundamente inconforme con asambleístas y delegados.

Hace unos meses El Universal (9 de mayo de 2011) publicó un interesante reportaje según el cual 18 asambleístas entrarían en la categoría de "ninis", porque "ni proponen leyes, ni dan solución a la gestión de sus representados". Los 18 destacaban por sus faltas, sus breves estancias en el recinto, su "escasa participación en el diseño de leyes y [su] distanciamiento con la ciudadanía".

La situación empeora en las delegaciones donde florece la ineficiencia y la corrupción. Como vecino del sur he observado la devastación de los bosques en la Magdalena Contreras, Álvaro Obregón y Tlalpan. En esos reductos de tribus perredistas se toleran invasiones de zonas protegidas y se aprueban cambios de uso de suelo sin tomar en cuenta la suficiencia de vías de acceso, servicios o medio ambiente. El deterioro en la calidad de vida es tan palpable como los congestionamientos.

Un caso paradigmático es la Supervía. Buena parte del conflicto viene de que el gobierno central no hizo una consulta pública, ignoró los motivos de los inconformes y desatendió una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. En el largo conflicto por la Supervía ha sido posible aquilatar la mediocridad e incongruencias del delegado y de quienes se dicen representar a estas comunidades.

Como la Supervía no es el único conflicto entre ciudadanía y gobierno, ha ido creciendo la insatisfacción con la clase política. Las llamadas de atención están a la vista: entre 1997 y 2009 han caído las preferencias por el PRD; en la última elección federal se duplicó el porcentaje de capitalinos que anuló su voto (de un 4 a 5% pasó a un 10%). Por tanto, es lógico que, según una encuesta de Reforma de noviembre de 2011, un 53% de capitalinos sigamos dudosos sobre cómo manejar las boletas locales.

¿Qué hacer? Una posibilidad es abstenerse como lo hizo el ¡59%! de los capitalinos en las elecciones locales de 2009. La otra es acercarse críticamente a las urnas y ello conduce de manera casi inevitable al voto diferenciado. En otras palabras, cada nivel de gobierno hay que tratarlo por separado dependiendo del historial y propuestas de los respectivos candidatos. Lo peor que podríamos hacer es dejarnos llevar por la simpatía hacia algún aspirante a la Jefatura de Gobierno y darle nuestro voto a todos los postulados por el mismo partido. Puede uno cruzar la boleta correspondiente a Jefe o Jefa de Gobierno y anular el voto si no convence ninguno de los candidatos a delegado o asambleista. En otras palabras, lo que propongo es que el 53% de los indecisos prestemos atención a los 56 aspirantes a los otros cargos.

Esta misma fórmula puede aplicarse en la elección federal en donde los individuos se esfuerzan en diferenciarse. Acepto que hay clarísimas divergencias en el historial de Peña Nieto y López Obrador. Sin embargo, ambos vienen arropados por estructuras partidistas corrompidas en sus métodos de selección de candidatos. Si además nos involucramos en la vida pública demostraríamos la solidez de nuestra cultura cívica.

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Colaboraron Rodrigo Peña González, Pilar Tavera Gómez y Maura Roldán Álvarez.

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