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Sobreaviso/ Del civismo al cinismo político

René Delgado

Está por verse si en verdad el Gobierno reduce su gasto corriente, lo que es ya evidente es que el dispendio y el despilfarro político continuarán exactamente como se ha venido haciendo.

Se recortó la inteligencia y la estrategia política para darle rienda suelta a la ocurrencia, la improvisación y la puntada como norma de Gobierno. En el campo político, el despilfarro y el dispendio ya es estilo de Gobierno. Sello de la administración que hizo del cambio prometido la frustración del reclamo ciudadano.

*** Uno. En lo que se quiere presentar como una seria advertencia a los secretarios de Estado que se distraigan con las elecciones del año y, desde luego, con la sucesión presidencial, el Presidente de la República reitera que tomará acciones decididas. Esto es, tras la advertencia hecha en el anterior informe presidencial en el sentido de buscar una mayor coordinación en el trabajo del gabinete, se repite el anuncio conocido.

La acción decidida quién sabe cuándo se tomará. Bajo esa perspectiva, el reiterado fracaso de la intención gubernamental de concretar las Reformas Estructurales que el desarrollo exige vale una advertencia más. No más. La dimensión de ese fracaso reclama el diseño de una estrategia clara para darle perspectiva al Gobierno durante el trienio que le falta por transitar, pero no.

No hay decisiones, no hay estrategia, hay una advertencia más, una convocatoria al gabinete que no funciona para pedirle no distraerse. Eso es todo. Grave que ese fracaso no suponga una acción seria y la elaboración de una estrategia para plantearse un segundo Gobierno, el análisis de la advertencia presidencial resulta peor si se mira desde otro ángulo: el mandatario le pide a su gabinete no hacer lo que su esposa practica cada vez que puede. No hay oportunidad que la primera dama deje pasar para establecer que a lo mejor sí, a lo mejor no se postula como candidata presidencial. ¿Con qué autoridad el Presidente de la República le puede pedir al gabinete no distraerse si la otra parte de la pareja presidencial no deja de hacerlo? Lo peor de esa contradicción presidencial es que quien alentó la idea de darle rienda suelta a la sucesión en el Poder Ejecutivo fue el propio mandatario.

Apenas pasó la elección intermedia, Vicente Fox fue de los primeros en pronunciarse a favor de que quienes quisieran jugar a la sucesión se expresaran abiertamente. Ahora, sin embargo, insta a sus colaboradores a no jugar con esa idea, mientras que la primera dama arma revuelos políticos dentro de su partido y el Gobierno, con la tentación de proyectarse como posible precandidata presidencial. ¿Cuál es, finalmente, la estrategia que sobre su propia sucesión se ha planteado el mandatario? A esa pregunta quien, quizá, puede dar respuesta es el jefe del Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, que por lo visto es el que está fijando la agenda y los tiempos políticos al mandatario.

*** Dos. Justo en la semana en que el flamante embajador Carlos Flores pide una disculpa pública por haber comprado con recursos públicos colchones, almohadas, planchas y sacacorchos a un precio exorbitante (todo esto sin mencionar la casa y los coches que, ahí, quedan como “activos” del Gobierno), el Presidente de la República ofrenda a la austeridad la cabeza de 50 mil empleados públicos. Esa contradicción en la conducta pública, que el canciller Luis Ernesto Derbez relaciona más con el folclor que con la sustancia política, es toda una radiografía del desuso de la inteligencia y la estrategia política en favor de la ocurrencia y el cuatachismo político.

Qué bueno que el flamante embajador Flores pondrá de su bolsillo, al menos, el pago de los enseres domésticos que tanto le gustan. Si el ex administrador de la Presidencia de la República, Carlos Rojas, hubiera sabido eso, de seguro, hubiera pagado de su bolsa las toallas y las cortinas presidenciales que le costaron la cabeza. La primera conclusión que arroja esa doble moral del Gobierno foxista es que sale mucho más barato comprar colchones y almohadas, que toallas y cortinas. Sin embargo, nada de folclórico tiene el asunto. La falta de estrategia pone en evidencia que la conducta del nuevo régimen en muy poco difiere de la del viejo régimen.

Cuestión de analizar un poco más en serio lo que representa el caso del embajador Carlos Flores frente a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. El canciller Derbez con bombo y platillo dice que la reapertura de esa representación diplomática, cerrada un año atrás por falta de recursos, constituye un verdadero ahorro para la Secretaría de Relaciones Exteriores. Y, en ese pronunciamiento, viene el absurdo. El canciller confunde la transferencia de recursos de la Presidencia de la República a la representación diplomática como un ahorro y, verdad de Perogrullo, una transferencia es una transferencia y un ahorro es un ahorro.

Aparte, esa confusión del canciller, que dice ser mejor economista que diplomático, tiene un punto en extremo delicado. Se canceló la oficina de Planeación Estratégica y Desarrollo Regional de la Presidencia de la República, para abrir una representación diplomática donde hay dos embajadas más. Justo cuando el Gobierno requiere con urgencia de una estrategia, se opta por cancelar esa oficina y gastar esos recursos donde ahora hay tres representaciones diplomáticas de México. Como es sabido, en París está la embajada de México ante Francia así como la representación diplomática de México ante la Unesco y, ahora, la representación que se abrió al amigo del Presidente, Carlos Flores.

El cinismo con que se encara ese dispendio y despilfarro no tiene justificación alguna. Curiosamente, junto a Francia, en el Reino de Bélgica hay una representación diplomática mexicana que juega cuatro roles con un solo embajador, además de uno alterno. Ahí, en Bruselas, el embajador Porfirio Muñoz Ledo representa a México ante el mencionado Reino de Bélgica, ante el Ducado de Luxemburgo, ante la Unión Europea y ante el Consejo de Europa. Y, de manera semejante, se podría mencionar el caso de la representación diplomática mexicana en Italia que asume el rol ante ese país como ante la FAO.

¿Por qué, entonces, se reabrió en París una tercera embajada? ¿Por qué Carlos Flores es amigo del Presidente y la amistad está por encima de la austeridad republicana? ¿Cómo sostener ese despilfarro frente al anuncio del despido de 50 mil empleados federales?

*** Tres. Puede decir el canciller Luis Ernesto Derbez que es mero folclor el asunto de los gastos del embajador Carlos Flores en París, pero está difícil que lo mismo diga de la falta de estrategia diplomática en lo que fue la Cumbre de las Américas. Ahí, se puso en práctica una política diplomática de campanazo frente a Estados Unidos y se puso en riesgo la Cumbre Europa-América Latina que, en principio, deberá tener lugar a fines de mayo en Guadalajara. En la agenda de la cumbre recién concluida, el famoso ALCA no estaba en la agenda. No estaba en la agenda, entre otras razones, porque los países del Mercosur querían entablar o fortalecer las negociaciones comerciales con Europa antes de plantearse un tratado comercial a nivel continental. Sin embargo, en el ánimo de pasar de la confrontación a la conciliación con Estados Unidos, la cancillería mexicana colocó en el debate el famoso ALCA.

El efecto de ese “campanazo diplomático” fue doble. Por un lado, los invitados latinoamericanos se sintieron traicionados por Tlatelolco y, por otro lado, varios mandatarios europeos están reconsiderando si vale la pena asistir o no a la Cumbre de Guadalajara, cuando la negociación comercial continental le resta posibilidades a la negociación comercial transatlántica. El pretexto para excusar la asistencia de los mandatarios europeos es y será la reunión del G-8 convocada, con diferencia de días a la cumbre, en Estados Unidos. ¿Cuál es la estrategia diplomática mexicana? ¿Reparar el tramado de la relación con Estados Unidos exigía echar por la borda las otras relaciones de México hacia América Latina y de México hacia Europa? ¿Cómo explicar que un año atrás, el Presidente de la República hacía ostentación de la distancia con Estados Unidos y, ahora, sin el menor recato ni pudor político se siguen instrucciones y recomendaciones de la Casa Blanca? ¿Cómo justificar el despilfarro de recursos en cumbres que, por lo visto, nomás le resultan al canciller Derbez? ¿Cómo explicar, por lo demás, que ahora el portavoz presidencial de la postura de México ante Venezuela es George W. Bush y no Alfonso Durazo?

El punto delicado en esta colección de contradicciones es que, en el fondo, ahora queda claro que el Presidente de la República no está llevando la política exterior, la lleva -conforme la circunstancia se lo da a entender- el canciller en turno.

*** Ejemplos como los tres mencionados abundan en distintos campos del Gobierno. No constituyen una novedad por cuanto que a lo largo de los tres primeros años de la administración han constituido el estilo personal de gobernar. Sin embargo, si se sigue haciendo de la ocurrencia y la improvisación una política de Gobierno, es claro que el trienio restante de la administración será un serio problema. Quizá es mucho pedir que el foxismo establezca una estrategia para lo que debería ser el segundo Gobierno de Vicente Fox pero, acaso, no lo sea sugerir que si no se sabe qué hacer no se emprendan sin sentido acciones o iniciativas políticas que podrían dejar maltrecho al país. Si, en el fondo, la perspectiva del Gobierno es nada más administrar el tiempo para dejar pasar los tres años que faltan y salir del Gobierno como se pueda, no sobraría señalar que del civismo político que suponía el cambio prometido no se debe hacer el cinismo político que derrumbe la esperanza democrática y el deseo de imaginar un país mejor y distinto.

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