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Nosotros los proles

ADELA CELORIO

Tú, él, nosotros los proles comentamos, twiteamos y reenviamos el imparable chorro de correos en los que estimulados por la impotencia, hacemos burla, escarnio, rechifla y cuchufleta de los más recientes traspiés, demasiado estridentes e imperdonables en quienes aspiran a prestarnos el servicio más alto y comprometido que los ciudadanos podemos conceder.

Se soltó el griterío y la pública lapidación aunque quienes arrojan los piedrazos con mayor saña son los desleídos porque como todos sabemos, la lectura es poco favorecida por el gusto de los mexicanos. La pura y dura realidad es que la mayoría carecemos de una elemental cultura literaria, que por cierto, se adquiere en los libros; porque ¿dónde más? Pero bien dicen que los defectos que nos resultan insoportables en el otro, son aquellos que nosotros mismos tenemos.

Caricaturas, chistes, editoriales sobre los desleídos han sido el aperitivo más disfrutable en este inicio de la temporada más festiva del año. ¿Sabes cuál es el colmo de Peña Nieto? Que su signo zodiacal sea Leo; se burlan hasta los más chiquillos en mi familia. Por si no fuera suficiente para los desleídos suspirantes saberse objeto del escarnio público, la jovencísima Paulina Peña se lanza en defensa de su papi con un mensaje que revela un buen manejo de los códigos, el lenguaje soez y el desprecio que los herederos del PRI han tenido siempre por el pueblo que de una u otra forma acaba pagando sus lujos y sus abusos.

La comidilla pública que ha provocado el desafortunado comentario de Paulina, me recordó un escándalo parecido que suscitó la exposición fotográfica que hace algunos años presentó (en Nueva York por supuesto) la joven nieta del connotado priista Rossel de la Lama y en la que capturó a sus amigas "Las Nietas del PRI"; en el esplendor y riqueza de sus lujosos departamentos neoyorkinos decorados como diría el inolvidable Germán Dehesa, al más puro estilo art-nacó. Como en aquella ocasión, hoy quedó a la vista que Paulina es el producto de la educación clasista y discriminadora que califica a la mayoría de mexicanos como prole, asalariados (según las Ladies de Polanco) nacos, indios, o los jodidos; como dijo alguna vez Emilio Azcárraga Milmo (otro que jamás mostró el menor interés por los libros) refiriéndose a sus televidentes.

Ellos, los desleídos, ignoran que existen palabras picudas, filosas y agresivas que desgraciadamente se han deslizado en el lenguaje cotidiano de una sociedad que hoy se escandaliza con la diarrea verbal de Paulina. Yo nací en Veracruz donde la convivencia se dio naturalmente con indígenas, negros mandingas, árabes, italianos, judíos y españoles que se bajaron de los barcos y echaron raíces en esa buena tierra. Nosotros sus descendientes, producto de tanta mezcla, tendríamos que ser incapaces de usar un lenguaje discriminatorio, y sin embargo de mi abuela, de mi madre, aprendí palabras como indio, prieto, negro; cuyo uso e intención sólo he conseguido eliminar a través de las lecturas que me han ayudado a ampliar mi visión del mundo. Menos mal que la juventud es una enfermedad que se quita con el tiempo. Para nuestra sociedad que ha apostado tanto a los jóvenes, es difícil aceptar que se trata de un territorio minado, del momento en que con los huesos todavía demasiado tiernos debemos tomar decisiones que definirán nuestra vida: elegir amores, pareja, oficio o carrera, hijos o no; y ahora con más frecuencia que antes, elegir entre papá y mamá. Es un camino empinado y desigual en el que los jóvenes caen con más frecuencia de la deseable porque sin haberse hecho ninguna pregunta, tienen todas las respuestas. Porque en condiciones de fragilidad emocional han de hacerse su espacio en el complicado mundo de los adultos.

Creo que el mensaje de Paulina Peña fue más tonto que ofensivo, y en su descargo debo decir que a sus dieciséis años celebrados con el ruido y derroche que expone de la manera más obvia la cultura priista, es natural que la chica no haya tenido ni el tiempo ni el ejemplo para aprender que no existen las palabras neutras, que algunas tienen picos y lastiman; y que hay que leer mucho para aprender a usarlas. Seguramente tampoco sabe la joven Pau, que tener un papi bien colocado, disponer de dinero, vestidos caros y fiestas relumbronas; no nos hace mejores ni superiores a nadie, y que la única superioridad (si es que eso existe) es la que nos otorga el respeto con que tratamos al otro, especialmente a ese otro que es diferente a nosotros; y por la capacidad de esforzarnos todos los días en hacer de este, un mundo más habitable y justo para todos.

Es posible que por este doloroso error de juventud, Paulina Peña descubra lo que es el respeto y la buena palabra que muchos mexicanos ya creciditos todavía no descubrimos. De momento yo le aconsejaría que desconectara el twiter y se pusiera a leer.

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