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Síndrome de Tourette

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Síndrome de Tourette

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Roberto Iturriaga

Numerosas personas desconocen la existencia de un trastorno que afecta a miles de individuos alrededor del mundo: el síndrome de Tourette. Incluso es común que muchos padres de familia no sepan que su hijo lo padece.

El comportamiento social representa uno de los distintivos del ser humano.

Existen formas de desenvolverse que son catalogadas como buenas o malas, y hasta hemos diseñado un sistema de rechazo para lo que consideramos inapropiado. Así, alguien puede considerarse ‘inadaptado’ o ‘maleducado’ si ostenta patrones sociales que van en contra de lo común, por ejemplo la abundancia de tics, o que sin motivo grite, llore, o muestre violencia física, dando pie a que esa persona sea rechazada o señalada como un ser antisocial y/o peligroso.

Sin embargo en algunos casos tales actitudes no son voluntarias. Existe un trastorno neurológico que explica esas reacciones de forma científica: el síndrome de Tourette.

SEÑALES DE ALERTA

Las causas del Tourette aún se encuentran en proceso de estudio dentro de la comunidad científica. Sin embargo se sabe que está relacionado con desórdenes del comportamiento como el trastorno obsesivo-compulsivo, el de déficit de atención y algunos problemas de concentración.

Asimismo la genética actúa de forma sustancial para su aparición, pues se estima que cerca del 60 por ciento de quienes tienen Tourette engendran hijos con el mismo padecimiento.

No se ha determinado un margen exacto de edad para la aparición de los síntomas, aunque suelen empezar a manifestarse a partir de los siete años y antes de los 21. Cabe mencionar que afecta a ambos sexos, si bien en el 70 por ciento de los casos son hombres quienes lo sufren. Incluso hay estudios que vinculan el Tourette con el aumento de la hormona testosterona, que liberada de forma irregular produce comportamiento agresivo e irritabilidad.

El síntoma más frecuente es la aparición en la infancia de tics o movimientos musculares repetitivos o la emisión de algún sonido atípico y claramente involuntario. Desde luego no todos los infantes con un tic tienen Tourette, se calcula que sólo un uno por ciento de ellos lo presenta.

Aun no se ha dictaminado por qué en ciertos niños esos síntomas desaparecen en la misma infancia, mientras que en otros persisten hasta la adolescencia y en unos más se mantienen durante toda la vida.

Por otro lado, se sabe que si perduran en la adultez, generalmente se vuelven más notorios cuando la persona se somete a estrés. Y según el grado del malestar las actividades más simples como asistir a un centro comercial, pedir la cuenta en un restaurante o estar en una biblioteca pueden tornarse difíciles.

Existen otros signos vocales y motores de mayor complejidad, aunque poco comunes, tales como la palilalia o repetición de una misma palabra o sílaba; o la ecolalia, que consiste en repetir lo que alguien más acaba de decir. Y en cuanto a indicios motores complejos puede citarse la ecopraxia, que es la imitación de los movimientos de quien está cerca. Pero es preciso remarcar que son síntomas poco habituales.

Ante esta clase de impulsos, el afectado siente culpa o arrepentimiento, pues pese a ser consciente de lo que hace no es capaz de dominar sus emociones, lo cual le provoca episodios de ansiedad y depresión.

LO VITAL DEL DIAGNÓSTICO

Resulta importante mencionar la necesidad de una detección oportuna y apropiada del Tourette, pues muchos casos sin diagnosticar se confunden con comportamientos violentos o delictivos, acarreando consecuencias traumáticas para quien lo padece y sus allegados. Por eso se sugiere a los padres de familia que no duden en consultar a un médico si su hijo muestra algún tipo de tic, a fin de descartar que el origen sea este síndrome. En México se cuenta con estadísticas de un paciente de Tourette por cada 100 personas, mientras que a nivel global se habla de entre uno y 10 casos por cada 1,000 individuos.

El especialista indicado para diagnosticar el Tourette es un neurólogo, ya que usualmente un estudio clínico permite observar un daño variable en el lóbulo frontal cerebral. Éste regula las acciones conscientes y el comportamiento mediante impulsos en el sistema nervioso, y si no se encuentra en óptimas condiciones no es posible tener control sobre lo que se dice o cómo se actúa.

Actualmente no existe un fármaco que cure el trastorno, sin embargo se han desarrollado algunos tratamientos integrales que ayudan a dominarlo, en ocasiones casi totalmente. La terapia psicológica puede ser de ayuda dependiendo de la intensidad del síndrome.

Por supuesto, bajo ninguna circunstancia se recomienda a quien tiene Tourette consumir calmantes ni relajantes sin una prescripción médica previa, pues la ingesta de cualquier droga para atenuar los síntomas puede traer consecuencias irreversibles o hasta mortales.

Más allá de tratar de frenar alguna manifestación física del problema, lo ideal es mejorar la calidad de vida del paciente. El deporte, la lectura y las actividades de alto desempeño son catalogados como los auxiliares ideales contra este síndrome. E indiscutiblemente hace falta el apoyo de los familiares y personas cercanas, que deben recibir asesoría profesional para saber la forma de acompañar a su ser querido.

Correo-e: [email protected]

Fuente: Licenciado en Psicología Rafael Montañez, especialista en trastorno social.

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