De nueva cuenta el misterio de la Navidad hace su presencia entre nosotros: Dios mismo encarna en un niño humilde con el objeto de acompañar al género humano en su tránsito por esta vida, dándole un sentido de trascendente eternidad. El hombre no está solo, sino que es su mismo Padre Creador quien camina con él al través de un fenómeno histórico asociado a un mensaje de paz y de esperanza.
De la venida de Cristo en adelante el mundo ya no será el mismo, aún en estos tiempos denominados “postcristianos”, para expresar que han quedado en el pasado los regímenes políticos integrados a la práctica religiosa institucional. Sin embargo de esa realidad, el cristianismo mantiene su huella en la sociedad actual, en la civilización contemporánea y en la individualidad de las conciencias creyentes o no.
La Buena Nueva que hace que nos reconozcamos como hijos de un mismo Padre y por tanto titulares de una misma dignidad, es el fundamento histórico de los modernos derechos universales de igualdad y de libertad. La vigencia plena de tales derechos, es reto y aspiración primordial en nuestras comunidades familiares, locales, nacionales y desde luego a nivel mundial.
Por ello es importante ir mas allá del consumismo extremo que deforma la práctica de obsequiar bienes materiales y espirituales a nuestros semejantes en esta temporada. Que esta Navidad sea la oportunidad de unirnos y hacer compromisos por un futuro mejor para nosotros y las generaciones venideras, en base al mensaje de paz y de hermandad que vino a predicar el Niño cuyo nacimiento celebramos.
