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Cada cual su iglesia

ADELA CELORIO

Hay una Ley inquietante como todas las de Murphy, que afirma: "Cuando las cosas van mal, siempre pueden empeorar". Ante la nefasta y hasta ahora impune gestión de la pandilla Moreira; se podría pensar que la buena gente de Coahuila habría saldado su cuota de degradación social y quedaría exonerada de nuevas catástrofes. Pero nada es tan simple, no hay probabilidades que vencer, no hay reglas que pongan límite a la desgracia. En cada momento empezamos de nuevo, tan a punto de recibir un golpe brutal de la vida como lo estábamos en el momento anterior. Ahora la desgracia pega en los ataques sorpresivos de una absurda guerra (¿acaso hay alguna que no lo sea?). Ante la impotencia y la confusión, ante el hartazgo, hemos empezado a confundirnos. El más reciente capítulo de confusión se vivió entre quienes pacíficamente disfrutaban en Torreón de un domingo futbolero. Según los confusos informes, la balacera tuvo lugar fuera del "Territorio Corona"; pero dado el momento que estamos viviendo; es natural que la gente en el estadio haya caído en pánico. ¿Y cómo no? Atravesamos por una situación inédita para la que aún no se ha encontrado todavía una solución afortunada. Lo estamos intentando, mientras tanto todos nos permitimos opinar. Indignados buscamos culpables con lo que sólo conseguimos lastrar nuestro ánimo y el de quien nos escucha, como sucedió el pasado domingo en que el Obispo de Saltillo, ante su numerosa grey y con la autoridad moral que le confiere el púlpito afirmó: "El haberse empeñado en SU guerra (hablaba por supuesto de Felipe Calderón) le va a costar que la historia le va a juzgar por crímenes de lesa humanidad". "Él ha elegido un método equivocado que nunca quiso cambiar, no obstante los resultados que le dio" (sic). "Él se ha empeñado en sostener una estrategia equivocada a pesar de las muertes registradas en el combate al crimen organizado". El obispo juzgó y condenó porque sin duda dispone de línea directa con Dios. Siendo así, lo menos que esperamos es que el Señor le confíe la solución para esta guerra que nos está afectando gravemente. Tal vez lo que toca es pedir perdón a los narcos y asociarnos con ellos; sacar al Ejército de las calles y garantizarles manos libres, un campo de trabajo tranquilo y pues hasta podríamos hacer negocio publicitando la mariguana. Algo así como "Venga al Paraíso de los narcos". Cuando yo era niña todo era más fácil, jugábamos a "ladrones y policías" y siempre sabíamos quiénes eran los malos; ahora en cambio, hasta las voces santas de los obispos nos confunden. Cuando las escucho doy gracias a San Benito Juárez por la lucidez que tuvo de separar gobierno de Iglesia. Criticar a un sacerdote es como arrojarle a Dios basuritas en los ojos", nos aleccionaba mi abuela. Hoy sin embargo la parte visible de la Iglesia Católica tiene muy mala prensa y la verdad es que se la ha ganado: por el daño que han causado a la sociedad los numerosos casos de sacerdotes pederastas que la Iglesia ocultó convenientemente durante mucho tiempo. Por personajes tan siniestros como Marcial Maciel, o simplemente por las fotografías en las que vemos a nuestros jerarcas católicos exhibirse con un enorme crucifijo colgando al pecho mientras comparten los dorados fastos de los ricos: cumpleaños, bodas, bautizos y funerales; encienden sus exclusivos puros en las plazas de toros del mundo y acuden de muy buen agrado a los besamanos políticos. En la reciente visita de Benedicto XVI a España; país considerado hasta hace pocos años la "Reserva espiritual de Europa", además de la mayoría católica que se ha volcado en una recepción por demás cálida y respetuosa; tampoco han faltado los burdos actos de protesta. Miles de españoles sin trabajo, indignados por la pésima situación económica que atraviesan; no tienen nada que celebrar y ven con muy malos ojos el excesivo gasto público que representa la visita papal. Pero cada quien su Iglesia, yo como católica me identifico con el catolicismo anónimo, ese que sin cámaras ni púlpitos ni glamur se manifiesta siempre donde hay necesidad. Ese cuerpo católico que está presente donde hay guerra para consolar y tranquilizar en la oración. Donde hay hambre para llevar el pan. Donde hay ignorancia para llevar la letra y los libros. Para consolar y curar donde hay miseria y enfermedad. Manos piadosas que trabajan sin descanso en los leprosorios, en las cárceles, en los hospicios. Entre los ancianos más olvidados y los huérfanos desprotegidos. En las misiones de todo el mundo está mi Iglesia metiendo el hombro sin que la mano derecha se entere de lo que da la izquierda. Definitivamente me identifico con esa parte humilde de la Iglesia Católica que es nada menos que la mayor y más eficiente organización no gubernamental del mundo.

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