Tuxtla Gutiérrez, México, (EFE).- Una de las más insólitas especies animales, el manatí, llamado por los conquistadores españoles "sirena mexicana", está en peligro de extinción y en la segunda mitad de este siglo podría ser vista sólo a través de fotos.
Alejandro Ortega, especialista del Instituto de Investigaciones Biológicas de la Universidad de Veracruz, señaló que su población no supera los 2.600 ejemplares y que de no revertirse los procesos de deterioro de su hábitat la especie está condenada a la extinción.
El manatí es un mamífero marino que llega a medir hasta cinco metros de largo, de cabeza redonda y cuello corto, cuerpo muy grueso y piel velluda y tiene los miembros torácicos en forma de aletas terminadas en dedos.
En México habita, en los estados húmedos (Veracruz, Chiapas y Tabasco), una de las tres especies de manatí conocidas en el mundo.
Es de difícil reproducción: cada hembra tiene una cría cada tres años y para que ésta sobreviva a la predación, se desarrolle, alcance la madurez sexual y se reproduzca hacen falta al menos cinco años más.
Las crías no se separan de sus madres hasta los tres años y tras su independencia buscan pareja para continuar con su ciclo de vida. Los científicos dicen que la reproducción del manatí es uno de los procesos más lentos de las especies sobre la Tierra.
Para el director del zoológico de Tuxtla Gutiérrez, Carlos Guichard, el manatí es una especie rara, misteriosa y exótica y nunca fue muy abundante en ejemplares.
Guichard cree que podría haber unos 1.500 ejemplares en los estados de Tabasco (sureste) y Chiapas (suroeste), unos 500 en Veracruz (centroeste) y otro tanto en la Península de Yucatán, en el Caribe.
Estas poblaciones suelen o pueden comunicarse a través de los grandes ríos que unen a los estados del sur mexicano, llegan en ocasiones al mar y regresan por ríos a playas o lagunas.
En marzo de este año fue montada por autoridades mexicanas una operación para rescatar a siete manatíes que encallaron en una red de lagunas secas de Playas de Catazajá, un municipio chiapaneco que limita con Tabasco.
En una de las lagunas, desecada por el intenso calor, se halló a una hembra con su cría y en otra a cinco machos.
En Playas de Catazajá, los pescadores reconocen que la carne de manatí es "exquisita" y que en algunas poblaciones de ambos estados se comercializa clandestinamente como comida exótica.
El manatí, según Ortega, es de gran importancia dentro de los ecosistemas costero y de los húmedos por ser el único mamífero marino herbívoro que los habita y son ricos en peces, camarones y cangrejos.
Guichard ríe y explica que para quienes hayan estado meses en el mar sin ver a una mujer, como le pasaba a los españoles, "ver un manatí puede despertar muchos sueños", incluso que se trataba de sirenas.
Pero además los indígenas y campesinos mexicanos los confundían con monstruos marinos "sobre todo en zonas del sureste donde las aguas eran un poco más turbias, pues al ver un bulto que se movía por allí sacando la cabeza a respirar, era difícil comprender de qué se trataba", agregó.
Guichard pidió que el Gobierno declare santuarios las regiones habitadas por los manatíes y se incluyan entre las áreas naturales protegidas.
Especialistas de los estados de Tabasco, Campeche, Veracruz, Tamaulipas, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas conformaron el Comité Técnico Consultivo para la Conservación del Manatí, para ampliar los estudios sobre esta especie.
Una de las primeras propuestas del Comité es implementar en algunas regiones programas de educación ambiental y ecoturismo.
