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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

Este es el cuento de "Los Tres Jefes Policíacos". Refleja una verdad ese relato, pero debe leerse con cuidado, pues al final contiene una palabra que las conciencias rígidas podrían tachar de altisonante. Y no hay tal. Sucede como en el vocablo "fundíbulo". Se oye muy feo, y sólo significa "Máquina de madera que servía en lo antiguo para disparar piedras de gran peso". Eso quiere decir la palabreja, mas si a uno le dicen: "-No seas fundíbulo", de seguro no pensará que le están diciendo: "-No seas máquina de madera que servía en lo antiguo para disparar piedras de gran peso". Esto del léxico es cosa muy extraña. El voquible "cajeta" quiere decir una cosa en México y otra en Argentina. La voz "blinsergo" en México no significa nada y en Argentina tampoco. De hecho no quiere decir nada en ningún lado. En fin, dejémonos de lexicologías y vayamos a nuestra historia... Estos eran tres jefes policíacos: un norteamericano, un alemán y un mexicano. Discutían sobre cuál de los tres tenía los hombres más valientes. "-Mis elementos son los más valerosos de este mundo -afirma el estadounidense con jactancia-. Y se los voy a demostrar". Así diciendo llama a uno de sus policías. "-¡Rampo! -le ordena con energía-. ¡Tírese usted por la ventana! ¡Al fin no estamos tan arriba! ¡Es sólo el piso treinta y cinco!". Sin vacilar un punto el agente se lanza por la más próxima ventana. "-Eso no es nada -dice con despectivo acento el policía germano-. ¡Karadedog!". Un fornido policía teutón acude a la orden. "-¡Quiero demostrarles a mis amigos la excelencia de nuestras pistolas! -ruge el oficial-. ¡Dispárese usted una bala en el pecho para que vean el enorme agujero que hacen nuestros proyectiles!". No duda ni un instante el policía alemán: toma su pistola, apoya el cañón en la región cordial y se dispara. El jefe mexicano esboza una sonrisilla desdeñosa. "-Eso no es nada -dice-. Ahora van a ver el valor de un policía mexicano". Se vuelve hacia uno de sus hombres y lo llama. "-¡Agente Gurrumino!". "-¿Qué onda?" -pregunta con displicencia el policía desde su lugar-. "-¡Venga usted acá!" -ordena el jefe-. Responde el tipejo sin moverse: "-Venga usté si quiere". "-¿Lo ven? -se dirige orgullosamente el jefe mexicano a sus colegas-. ¡Esos son uebos!"... (NOTA IMPORTANTE: Uebos, según el lexicón de la Academia, significa "cosas necesarias". Por ejemplo: uebos de lidiar; lo que para la lucha se requiere. No hay, pues, malsonancia en ese término). Ahora bien: ¿a qué viene ese largo relato inverosímil? Sirve para ilustrar el desorden en medio del cual actúan algunas corporaciones policíacas, nido y refugio de hombres violentísimos antes que agencias dedicadas a la protección y salvaguarda de los ciudadanos. Se sabe bien que muchos delitos -asaltos bancarios, robos de automóviles, secuestros- son cometidos por policías o ex policías. Buenos agentes hay, no cabe duda, honestos y dedicados a cumplir su obligación aun con riesgo de su vida, pero es innegable que en general la población no confía en los elementos policíacos, antes bien los teme y mira con recelo. La vida cotidiana en las ciudades se ve afectada por esa situación, a la que urge dar remedio... Libidiano conoció en una fiesta a una bailarina. Dice ella: "-Mis piernas son mis mejores amigas". "-Entonces vamos a mi departamento -propone Libidiano-. Llega el momento en que hasta las mejores amigas deben separarse"... FIN.

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