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Entrevista | Joaquín López Dóriga: 'No volveré a caer'

Gabriel Bauducco

Es muy probable que tenga tropezones, pero una caída ya no, asegura Joaqupin López Dóriga al hablar de su carrera

Aunque no esté en su oficina, el sujeto vigila desde las inmensas fotografías colgadas en la pared, en las que aparece acompañado tanto por Juan Pablo Segundo como por Yasser Arafat y por mandatarios del país y del exterior. El sujeto llega -puntualísimo- y saluda con una amabilidad que nunca se le ve en la pantalla, cuando conduce el noticiero nocturno central de Televisa.

Es un hombre que en televisión se ríe muy poco y que al respecto dice casi una obviedad: “es que en las noticias hay muy pocas cosas de qué reírse”.

Joaquín López Dóriga es un poco desmemoriado con algunos nombres, algo maniático al contar los peldaños de cada escalera que sube y al mantener siempre cerrados los cajones y las puertas de los cuartos que habita. Hiperactivo y disciplinado más que ordenado, este hombre que cree en Dios pero no mucho en los curas, es uno de los periodistas con mejor imagen pública en el país... y se mueve como un león seguro en su territorio; pero sabiendo, de todos modos, que afuera hay una jungla que lo acecha.

¿Qué tiene de romántico el periodismo, Joaquín?

Todo –dice, y luego se queda en silencio.

¿Nada más qué acotar?

Todo. Es un ejercicio de romanticismo porque tienes que partir de un profundo amor por este oficio. Si no lo tienes, no tienes nada qué hacer aquí. Y es romántico porque uno va detrás de la comprobación de historias que cuenta la gente.

¿Podemos decir que está usted en su mejor momento?

Si te refieres a lo personal sí.

¿Y a lo profesional?

Pues, estoy bien. Pero estoy mucho mejor en mi ámbito personal, porque ya sé cosas que antes no sabía e hice cosas que debía hacer hecho.

¿De qué estamos hablando?

De la vida, de la fiesta.

Si este no es su mejor momento profesional, ¿cuál fue?

Es que en este oficio, cada vez que haces algo es lo mejor. Sin embargo, yo he tenido momentos estupendos.

Esta es una carrera de altibajos...

Y de resistencia...

Sí, pero ¿qué siente al saber que en cualquier momento le toca estar abajo otra vez?

Ah, lo tengo muy claro (dice, con absoluta franqueza). Cuando nunca te ha pasado no te lo planteas... o crees que subir y bajar es algo que le sucede a los demás, pero no a ti. Eso pasa cuando uno tiene de 20 a 30 años y tiene derecho a estar equivocado. Pero cuando ya has estado abajo y has tocado fondo, quizá estás de regreso en todos los sentidos. Entonces ya no te preocupa volver a caer.

¿De veras no le preocupa?

No. Porque es más importante el regreso. Además es muy probable que yo vuelva a tener un tropezón, pero una caída ya no.

¿Lo dice por seguridad o por soberbia?

Es que yo puedo dejar de hacer un noticiero de televisión. Pero eso ya no es una caída. Podría haberlo sido antes, cuando yo era más joven, pero ya no.

Mucha gente piensa que está usted ocupando el lugar en Televisa que tuvo Jacobo Zabludovsky.

Pues no. Creo que (titubea)... vamos... Yo estoy haciendo el noticiero de la noche (vacila otra vez), que está en lugar del noticiero nocturno de Televisa. Pero... yo a Jacobo le tengo un enorme respeto... lo importante es que el noticiero no es de nadie, sino de la empresa. Y el que no lo tenga claro así... yo por lo menos tengo muy claro que cada noche me presento a la cámara como si fuera el primer programa pero que, cuando termino, puede haber sido el último. Y sin ningún trauma.

La idea de que usted ocupa el lugar de don Jacobo es porque tiene el puesto más alto en el ámbito de las noticias dentro de la empresa, como lo ocupó Zabludovsky.

Pero aquí hay gente muy importante que puede hacer muy bien el noticiero. Y, además, lo que llama la atención a la gente no es solamente el conductor, sino también la empresa en la que trabajas. Por ejemplo: Ciro Gómez Leyva (de canal 40) hace un muy buen noticiero, pero en un canal muy restringido.

En fin... con o sin el lugar que tuvo el creador de la red de noticias ECO (que Televisa ya cerró) López Dóriga se ha movido siempre entre los círculos del más alto poder mexicano. Obsesionado casi siempre por llegar hasta el final de sus asuntos, por estirar la liga hasta que estuviera a punto de romperse. Usted estuvo siempre muy cerca de los hombres del poder, ¿qué se siente?

Yo no puedo entender a un periodista que esté lejos profesionalmente del poder. El problema es cuando la cercanía profesional quiere ser cercanía personal o mercantil. Yo nada más conozco la profesional y, por lo tanto, momentánea.

¿Cuándo transgredió usted esa barrera de profesionalismo?

Pues (no contesta)...

¿Con el ex presidente López Portillo?

Nunca he tenido una relación personal con él.

¿Y por qué la gente cree que sí?

Bueno (sonríe), incluso decían que era mi padre. “López hijo de López”. Lo que pasa es que él era un hombre cordial y yo era, quizás, el más joven de los reporteros que cubrían la fuente financiera cuando él era todavía Secretario de Hacienda. Y como no se sabía los nombres de la gente que andaba por ahí me decía “Güero”. Pero llamaba de igual manera a muchos más.

Estando cerca del poder, ¿qué tentaciones recibió?

Creo que son las tentaciones de la juventud... yo me quería comer el mundo. En algún momento hasta llegas a creer que ese poder te refleja... pero la ventaja que esas son cosas que le ocurren a uno cuando es más joven. Y es una ventaja, porque uno tiene tiempo de darse cuenta de que es un estúpido. Y, además tiene tiempo de componerse, ¿verdad?

Cuándo tuvo que irse de Canal 13, ¿se sintió abandonado por los hombres de ese poder que usted creía lo reflejaba?

Sí, burlado, engañado. Y sobre todo, pues no voy a decir “víctima”, pero (se ríe) casi.

¿Había compartido situaciones cotidianas con gente del gobierno?

¿Cómo qué?

Habrá comido alguna vez con un Presidente.

No, jamás. Quiero decir que nunca en un ámbito de intimidad. Porque alguna vez eso sí sucedió, pero se trataba de coberturas periodísticas, con mucha gente, no de amistad. No comí ni desayuné ni cené con López Portillo, con Miguel de la Madrid, ni con Salinas, ni con Zedillo, ni con Fox.

¿Lo haría?

No se ha presentado la oportunidad. Quizás si supiera que es para obtener información, sí.

¿Cómo era Salinas?

Un seductor, un hombre que sólo pensaba en el poder, en la historia y... yo creo que ningún Presidente llega a Los Pinos con la idea de que va a hacer las cosas mal. Es más, todos deben llegar pensando que se van a convertir en personajes que trasciendan en la historia de la nación. Salinas sedujo a este país.

¿Y Miguel de la Madrid?

Siempre tuvo un perfil bajo. Creo que a él lo marcó la tragedia de los terremotos del 85 y una crisis económica durante los seis años. Un perfil tan bajo que parecía que no tomaba decisiones.

¿Quizás no podía subir la imagen de su personalidad?

Porque no quería o porque no le interesaba. El hecho es que así es él.

¿Y Ernesto Zedillo?

Creo que es el único Presidente que no cambió estando en el poder. Siempre reservado, solitario, obcecado. Tanto que hay una frase que yo le reclamé una vez –aunque a él no le importara, por supuesto, (se ríe de sí mismo)-. En todos sus discursos decía “se equivocan quienes...” lo que sea. Quienes no pensaran como él. Pero la verdad es que Zedillo logró dos cosas que parecían imposibles en este país: una transición política y la otra fue eludir la puntual, devastadora y aparentemente inevitable crisis económica que siempre había con cada cambio de gobierno.

¿Y el actual Presidente, Fox?

Es un hombre sorprendente. Cuenta con un enorme respaldo de la población —las encuestas hablaban de un 75 u 80 por ciento de opiniones a su favor—. Un respaldo que quién sabe si pueda sostener. Todo dice que no puede. Tiene el problema básico de que creó una expectativa tal que resulta casi imposible, por no decir de plano imposible, cubrir esas esperanzas.

Este hijo de un ingeniero naval y de una doctora en filología (ya muertos los dos), que se levanta cada día a las ocho de la mañana y se acuesta muy pasada la media noche, dice que el tiempo no le alcanza para nada, ni para sus manías. Por eso mismo, en su escaso tiempo libre, goza de algunas cosas: de su familia, del mar, del ocio (que, por supuesto casi no practica), de sus poquitos amigos y de ¡los viernes!

¿El periodismo es una profesión o un apostolado?

Es un oficio, el mejor del mundo, para el cual tienes que ser muy profesional. Y, por suerte, las nuevas generaciones vienen mucho mejor preparadas. Pero lo que no cambia es el amor por este oficio.

¿Lo que no cambia es la manía, verdad?

Sí, (se ríe) la obsesión, la adicción, la dependencia.

¿Con quién compite usted?

Conmigo mismo.

¿Quiénes compiten con usted?

Eso es problema de ellos.

¿Qué relación tiene usted con Javier Alatorre (conductor del noticiero de TV Azteca, una empresa que compite con Televisa)?

Buena. Sus primeras apariciones en TV fueron conmigo.

Joaquín, ¿de qué cosas no podemos hablar usted y yo?

De mi vida y mi familia, porque son cuestiones estrictamente personales.

¿Tiene dos hijas?

Sí, pero no voy a hablar de ellas.

¿Por qué?

Porque tengo que protegerlas.

¿Construye usted la seguridad de su familia con el ocultamiento?

Claro.

¿La gente, el público, pensaba que usted llegaría hasta donde llegó?

No sé, no es importante. La gente cree en lo que yo llamo verdad documentada. Por ejemplo, cuando presento un testimonio de alguien que dijo o hizo algo sobre lo que no caben aclaraciones. Ese es el caso de Raúl Salinas, quien no ha podido decir que la cinta de la conversación con su hermana que yo presenté en el noticiero es falsa. Ahora dice que la cinta fue editada, pero no puede negar que ese que aparece ahí es él. Entonces no puede demandarme, como pretende.

Hablando de demandas, Salinas Pliego, el dueño del grupo Elecktra y de TV Azteca, lo demandó, argumentado que una columna suya hizo caer las acciones de su empresa y ocasionó una pérdida de diez millones de pesos.

Sí, es una barbaridad. De todos modos, desistió. Pero yo no hubiera podido pagar eso.

¿De veras no hubiera podido?

Nooo, no tengo ese dinero. Y si lo tuviera no quisiera dárselo a él (se ríe mucho). Él tiene mucho más que eso. Es uno de los hombres más ricos de este país.

Joaquín, dijo que prefería mil veces dejar de beber antes que dejar de fumar.

Sí, porque fumar es maravilloso.

Pero dicen que usted no se queda atrás con el trago.

Pues quien diga eso es un mentiroso. Debe ser Eduardo Andrade (el diputado del PRI que en diciembre del 2000 tuvo un altercado en cámara con López Dóriga y cuando éste le dijo que tenía “aliento alcohólico” respondió: “cuántas veces te he olido a ti el mismo aliento, mi querido Joaquín ¿o no?”).

Se dice que Don Jacobo y usted salían a tomarse sus copitas.

Es que el que diga que no toma nada, miente, a menos que tenga un problema o sea una decisión personal.

Algunas personas se molestaron por su defensa al muchacho norteamericano que trabajaba limpiando vidrios en los semáforos y enseñando inglés en un barrio humilde por diez pesos, sin el permiso de Migración.

Yo no hice una defensa. Lo que pasa es que todo el mundo se confunde. Piensan que si entrevisto a alguien del PRD soy perredista o que si entrevisto a alguien de la iglesia soy “mocho”. Y uno no siempre coincide con las ideas de un entrevistado.

Joaquín, ¿la serie “Los Reporteros”, es su hijo malogrado?

No, para nada. Con todo respeto... pero es un producto de investigación periodística como no hay otro en la TV mexicana. Esto no es “Tómbola”, cuyos entrevistadores parecían la corte de los milagros. Ni es “Ventaneando”.

Ya sé que le teme a la muerte, así es que no voy a hostigarlo con eso.

Te lo pido por favor.

¿A qué más le teme usted?

¡A los pendejos!, que a veces se vuelven mayoría y... no se les puede parar.

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Mientras conversábamos, sentados en los sillones de su oficina, el periodista más influyente del Grupo Televisa se comportó como si estuviera en una reunión con personas con las que no terminaba de sentirse cómodo. O, por lo menos, como si debiera cuidarse de cada cosa que decía. Eso quedaba clarísimo en sus conceptos algo ambiguos, en la sequedad de sus palabras del comienzo y en el tono terminante de sus declaraciones.

Un rato después se había compuesto el ambiente. De tal forma que ese hombre que se comportaba con la cautela de un detective, comenzó a aflojarse levemente y a ser por lo menos un poco más sincero.

Tiene oficio, mucho oficio. De hecho, tanto oficio que cada mediodía estaba al frente de un programa de radio, escribía una columna y conducía un noticiero de televisión. Así es que como casi todos los periodistas muy experimentados, se ha vuelto —sin que esto sea malo en él— un poco socarrón, algo sarcástico. Y eso mismo es algo que lo vuelve interesante.

Como puede verse en esta entrevista, Joaquín no se pierde en respuestas interminables. Es más bien escueto en sus palabras. Tanto es así que por momentos uno tiene la sensación de que el “Teacher” (así le dicen) le está tomando a uno lección, está probando su eficiencia. López Dóriga contesta sólo lo que hay que contestar... y ni una palabra más.

Pero tampoco hace un alarde exagerado de su estatus profesional y del poder mediático que esto le proporciona. Todo lo contrario, parece que se ha propuesto minimizar los alcances de su trabajo. Sobre todo al hablar con falsa modestia respecto de su lugar dentro del pool mediático más grande del país y su puesto de conductor del noticiero más importante de la empresa.

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