El cobarde asesinato del empresario Carlos Valdés Berlanga ha venido a sacudir una vez más a la sociedad lagunera. Este lamentable hecho se suma a los muchos asesinatos que han ocurrido en la Comarca Lagunera en los últimos años. Haga cuenta y memoria de los empresarios y profesionistas que han desaparecido o han sido asesinados. La lista ya es larga.
Si a esa lista le sumamos los que han sido "levantados", secuestrados o extorsionados pero que siguen vivos, ya necesitaríamos un par de páginas más.
Los crímenes del fuero común, como lo son el robo de vehículos y a casas habitación, asaltos con violencia, etcétera, han llegado a niveles nunca antes experimentados en la historia de la Comarca Lagunera.
El problema de la seguridad es muy serio, es preocupante y no se percibe que habrá alguna mejoría substancial o de fondo en el futuro cercano. Lo cierto es que en México existen otras ciudades con problemas similares, los índices de violencia no son exclusivos de la Región Lagunera. Absurdamente hoy nos damos cuenta que los empresarios han cambiado la competencia por atraer más inversión extranjera a las distintas regiones de México, por una competencia de tener más presencia de federales o de militares, y ciertamente no con la intención de acabar con el crimen sino sólo con la mínima esperanza de que los delincuentes emigren a otras regiones del país en donde hay menos vigilancia de federales.
Si usted lee con detenimiento los reportes de Stratford se dará cuenta que México se encuentra inmerso en un grave problema estructural lleno de vicios, las instituciones gubernamentales de impartición de justicia simplemente no funcionan, están totalmente colapsadas y han sido rebasadas por el crimen organizado. Estamos ante un problema social y económico cuyos orígenes tienen mucho fondo y mucha historia, es un tema que podríamos platicar por horas; la violencia y el crimen que ahora vemos tienen raíces profundas que serán difíciles de erradicar en la sociedad mexicana con sólo más federales o militares. Metafóricamente hablando, el crimen y la violencia tienen ya su propia fuente alimenticia y está inmersa precisamente en los valores de la misma sociedad mexicana.
No creo en las palabras de Genaro García. En las condiciones actuales siete años no serán suficientes para percibir ninguna mejoría. México no tiene una estrategia ni de seguridad, ni económica, ni social de largo plazo. México necesitará que al menos una generación completa de jóvenes experimente un ciclo económico y social diferente, una generación completa que viva y muera con valores civiles muy diferentes a los actuales y que a su vez los siembre en la siguiente generación. México necesita que una generación completa viva un cambio radical en el sistema de educación, una transformación monstruosa de las organizaciones públicas y privadas, y eso no ocurrirá en sólo siete años. No me gusta ser pesimista, pero ante la realidad de los hechos no se puede argumentar mucho más. La violencia sólo genera más violencia. Cada año se suman miles y miles de jóvenes mexicanos a una sociedad resquebrajada que no sólo no genera oportunidades, ni alternativas para tener una vida digna, sino que promueve un círculo vicioso y pernicioso que genera aún más violencia.
No es una casualidad que hoy veamos bandas de criminales con un alto nivel de sofisticación, con armas de gran poder y con un poder económico de dimensiones nunca antes vistas, con conexiones en el Gobierno al más alto nivel... Calderón ha hecho nada o muy poco para combatir el lavado de dinero, y es ahí por donde debió haber empezado. En un país con los niveles de corrupción que existen en México es fácil que los criminales con poder económico se vuelvan aún más poderosos.
He leído en este periódico las palabras de frustración e impotencia del propio hijo de Carlos Valdés Berlanga. Sólo puedo imaginar su gran decepción. La profunda tristeza y terrible frustración de ver cómo se termina la vida de un buen hombre, un buen padre, un hombre sencillo que sólo se dedicó a su trabajo y a su familia.
Puedo imaginar la desilusión de ver cómo se te va el país de las manos y la frustración de poder hacer muy poco para evitarlo.
