Como campos de batalla al servicio de cada vez más contendientes, los medios mexicanos no se dan abasto. Y nada más oportuno para abordar este problema que la presencia entre nosotros de Arcadi Espada, el autor de una provocadora guía llamada "Periodismo práctico" que empieza cada tema con la pregunta "Qué hacer con...", y continúa con el enunciado del asunto a cubrir o del reto a enfrentar: los políticos, el terrorismo, las elecciones, las militancias, los adjetivos...
¿Y qué hacer, por ejemplo, con el SME? Desde luego, ponerse a salvo físicamente -los reporteros- de las furias "sindicales", sin dejar de cubrir sus actividades. Y es que es indiscutible la capacidad de estas furias de generar hechos e imágenes con altos valores noticiosos, como la violencia y los trastornos urbanos.
Pero reporteros y editores no pueden dejar de llamarles a las cosas por su nombre. No pueden perder de vista que las siglas del SME hacen hoy alusión a una camarilla apoderada de los cuantiosos recursos del sindicato de una empresa que ya no existe. Y que sus movilizaciones no tienen más propósito que el de preservar esos intereses.
Y ya en términos de comunicación pública, tampoco se puede perder de vista que esa camarilla concentra hoy sus recursos en una estrategia de puesta en escena de aparatosas actuaciones para producir piezas mediáticas, con sus ataques a instalaciones públicas y a reporteros, sus quemas de autos y el sabotaje -ya admitido por la Procu del DF, aunque todavía no atribuido a alguien- en las mufas o tomas de corriente del servicio eléctrico en el Centro Histórico.
Y es que, a mayor exposición mediática de su capacidad para sacar de balance a la capital de la república, sin que los medios ofrezcan a la vez estos datos básicos de contexto, mayor será la capacidad de los jefes de los movilizados para doblegar otra vez a las autoridades y someter a nuevos riesgos y trastornos a los habitantes de la ciudad.
Pero, ¿qué hacer con las inagotables fosas clandestinas que cada día arrojan a los medios más cuerpos de personas cuya identidad desconocemos, pero cuyas actividades en vida quedan envueltas en especulaciones sobre si eran o no carne de cañón de alguna de las bandas rivales?
Pues empeñarse en coberturas a la vez más profesionales, más comprensivas y más compasivas con los muertos, con un mínimo respeto al derecho de presunción de inocencia que tiene todo presunto delincuente y con más razón las víctimas de las matanzas colectivas.
CAÍDOS Y POR CAER Y sobre todo, hacer un esfuerzo periodístico, como el que plantearon ayer en la Ibero Arcadi Espada y Denise Maerker, de identificación de estas víctimas, junto a las decenas de miles de caídos. Porque más que pretender que se informa con el nuevo parte policial sobre el recuento del nuevo lote de cadáveres, lo importante sería empezar a alumbrar un escenario de opacidad en el que todos los días aparecen nuevos contingentes de asesinados y asesinos sin nombre, que sólo alimentan las dudas y las sospechas sobre quiénes son los que realmente matan y quiénes los que mueren -reclamó Espada- en un escenario de confusión en el que ganan quienes actúan en las sombras y pierden la sociedad y la imagen del país.
¿Y qué hacer, finalmente, con los políticos y su guerra descarnada por el poder? Pues sí: registrar, como se ha hecho, que en la escala actual quedaron dos grandes definidores políticos: Peña Nieto por el PRI y López Obrador, por los partidos de izquierda.
Pero también habría que explorar en lo que sigue: el previsible endurecimiento de los términos de la lucha, con López Obrador dejando a Ebrard en la cuneta, y con Calderón sin márgenes políticos por la debilidad de su partido y el fracaso de la alianza con el PRD, pero con el gatillo a su alcance de los aparatos estatales para tratar de emparejar los números.
A la lista de caídos de la guerra del crimen podrían sumarse los que están por caer en la guerra política.
