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Contraluz / MOTORES DE BÚSQUEDA

Dra. María del Carmen Maqueo

El asesinato de John F. Kennedy fue de esos eventos que cimbró al mundo entero. Con mis escasos ocho años tengo muy presente el sitio y la hora desde los cuales escuché a través de la radio la trágica noticia proveniente desde Dallas, Texas. Los Estados Unidos habían perdido un gran promotor de los derechos humanos. A cuatro decenas de distancia lo seguimos recordando...

Lo anterior ocurre precisamente cuando nuestro medio se ve progresivamente amenazado por una violencia atroz, que se filtra por doquier y pone a temblar al más templado. Desde los asesinatos a mansalva que ocupan primeras planas, hasta la violencia con que nos topamos en un cruce vial, al momento de hacer una fila en la tienda, o entre los chiquillos de jardín. De alguna manera la paciencia, la tolerancia y el espíritu de concordia van siendo desplazados por sus contrapartes, y el ambiente se percibe como cargado de agujas, de suerte que al menor movimiento resultamos aguijoneados.

Atribuir este cambio en el patrón de valores a la crisis económica, o a la influencia de los medios de comunicación como causas únicas, me resultan conceptos acomodaticios tras los cuales estamos solapando el principal de los factores que tantas veces no tomamos en cuenta: La formación dentro del hogar.

Como pediatra he aprendido que atrás de un niño problemático, muy irritable, o abiertamente violento con sus compañeros de clase, siempre existen alteraciones en la dinámica familiar. El niño es la ventana más transparente a través de la cual podemos observar una realidad dentro del hogar que los adultos de muchas maneras nos cuidamos de ocultar.

En este sentido las escuelas son importantes focos de detección de patologías intrafamiliares; sin embargo en incontables ocasiones no se aprecia en su real magnitud el problema, y se llega a la conclusión de que se trata de un ?alumno problemático?, dejando de lado la familia, principal núcleo de aprendizaje social para el chico. Probablemente el maestro se haga como quien nada vio ?para no meterse en complicaciones-, o desestime la importancia de investigar las causas del mal comportamiento del niño. En ninguno de los dos casos está ayudando al niño a resolver el origen de su conducta, inclusive puede volverse cómplice en una situación perjudicial para toda la vida de aquel ser humano que apenas empieza a vivir.

Con respecto a computación conozco aún muy poco. Salvo las funciones elementales para elaborar esta columna y hacerla llegar a donde corresponde, y alguna otra gracia más, reconozco mi amplia ignorancia computacional y cibernética. Dentro de los terminajos apantalladores se encuentra aquél de ?motor de búsqueda?, el cual en este momento me sirve para hacer llegar mi idea con respecto al incremento de la violencia dentro del hogar, en la calle y en los centros de convivencia humana. Cuando tratamos de entender dicha violencia, habría que remontarnos al motor de búsqueda de cada individuo a lo largo de su vida, para entender sus objetivos, sus alcances, sus frustraciones y su agresividad.

Desde el pequeño que hace trampa para conseguir una calificación más elevada, hasta el adulto que le pone ?un cuatro? a su compañero de trabajo para aventajarlo... Desde el chico que se violenta fácilmente y es poco predecible en su comportamiento, hasta el padre que se torna terriblemente agresivo luego de ingerir alcohol... Son situaciones que habría que entender desde sus orígenes.

¿Estamos enseñando a los hijos que el propósito en la vida es siempre ganar a toda costa, sin tomar en cuenta los derechos de otros? ¿Les estamos dando a entender que una persona vale por lo que sabe y tiene, y que sólo el que sabe y tiene merece respeto. ¿Nos detectan los hijos actitudes violentas, de manejos inapropiados de dinero o de influencias? ¿Notan ellos que nosotros ?necesitemos? del alcohol, del cigarro o de algún otro tipo de estimulantes luego de una jornada difícil?

El estado del mundo se acuna en casa desde el principio; se va labrando como una fina filigrana con cada momento, con cada día, bajo la influencia de nuestros gestos, nuestros comentarios, nuestra actitud frente a la vida. El entorno no se trastorna de fuera hacia dentro; el bien o el mal parten del corazón de la madre y del brazo rector del padre, van de dentro hacia fuera. Y de quienes estamos dentro depende el mundo que les estamos heredando a los hijos.

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