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Escribir la propia vida

LITERATURA

Escribir la propia vida

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Antonio Álvarez Mesta

No hay vida humana que carezca de interés y que no sea capaz de brindar lecciones. Y si las biografías son interesantes y aleccionadoras, las autobiografías resultan fascinantes. Cuando el protagonista expone su existencia, el recuento se torna vívido y atrapa nuestra atención. Sin embargo, la objetividad que logran los biógrafos profesionales rara vez se manifiesta en estos casos. Quien narra sus vivencias procura justificar sus acciones y tal justificación pesa más que la enumeración fiel. Ya lo dijo Nietzsche: “Siempre que la memoria y el orgullo entran en conflicto, vence el orgullo”. Pero lo que se pierde de imparcialidad, se gana en intensidad y calidez.

Algunos dicen que quienes cuentan su historia incurren en graves imprecisiones; les vendría bien esta frase de García Márquez: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.

JOSÉ LÓPEZ PORTILLO

Entre las páginas de En mis tiempos, voluminoso libro de memorias escrito por José López Portillo, se aprecian por igual la amplia cultura de un político que fue profesor de Teoría del Estado y autor de obras jurídicas, históricas y narrativas, que la megalomanía de un presidente que se creyó predestinado para llevar a México a un papel preponderante y acabó derrotado por su frivolidad.

Entre los episodios de su niñez y juventud destaca la amistad con Luis Echeverría, con quien recorrió a pie la ruta de Cortés y después viajaría becado a tomar cursos en países sudamericanos. Las anécdotas son amenas, por ejemplo la de cuando siendo Secretario de Hacienda en el gobierno de Echeverría quiso emular el aguante de su amigo para no ir al baño durante las reuniones de trabajo y al no lograrlo tomó el zapato que se había quitado un gobernador para usarlo como bacinica. O la de falta de química que tuvo con el mandatario norteamericano James Carter; o el fuerte enojo de los sectores más reaccionarios cuando apoyó a la a los revolucionarios sandinistas de Nicaragua, irritación que según él precipitó la crisis del final de su sexenio.

También habla del destape de Miguel de la Madrid y de las razones para apoyarlo en su candidatura. Es revelador que los malquerientes de De la Madrid le informaran que éste tenía a psicólogos asesorándolo sobre cómo convertirse en su favorito, hecho que agradó a López Portillo y le movió a ungirlo como sucesor.

PABLO NERUDA

Por su alto valor estético destaca entre las autobiografías Confieso que he vivido del poeta chileno Pablo Neruda, ganador del Nobel. Neruda narra con una prosa a menudo poética sus inicios en la literatura, el desarrollo de su conciencia política, su trabajo diplomático en varios países y sus encuentros y desencuentros con intelectuales de todo el mundo. Asimismo habla de las mujeres significativas en su existencia, en especial Matilde Urrutia, su última esposa.

Retrata bien a todo tipo de personajes. Escritores como Gabriela Mistral, que le contagió su afición por la narrativa rusa; Miguel Ángel Asturias, con quien lo confundían frecuentemente, y circunstancia que aprovechó en situaciones de persecución política; León Felipe, al que presenta como impulsivo y ferviente anarquista; Vicente Huidobro, quien toda la vida le hizo objeto de enconados ataques; y Gabriel García Márquez, quien se quejó con Neruda de la censura que sufrieron en la Unión Soviética las escenas amorosas de Cien años de soledad. Políticos como Stalin, Mao Tse-tung, Fidel Castro, el che Guevara y Salvador Allende. Entre los mexicanos, el mitómano pintor muralista Diego Rivera, su archirrival David Alfaro Siqueiros, quien destacó combatiendo en la Guerra Civil Española, el poeta y ensayista Octavio Paz que participó brillantemente en el congreso de intelectuales antifascistas, y el general Lázaro Cárdenas que incluso ya convertido en ex presidente continuó apoyando con valentía reivindicaciones populares.

ELISABETH KÜBLER-ROSS

En La rueda de la vida Elisabeth Kübler-Ross cuenta desde su infancia en Suiza hasta sus últimos días en los Estados Unidos. La evolución de una endeble niña trilliza quien no permitió que su padre decidiera cuál carrera debía estudiar ni qué oficio ejercer, y se convirtió en una psiquiatra impulsora de la Tanatología a tal grado de llegar a ser conocida como ‘la señora de la muerte’.

El contacto cercano con moribundos y personas que se encontraban en situaciones límite como hambre, persecución y pérdida de seres queridos, afinó la sensibilidad de Kübler-Ross. Sin ser practicante rigurosa de algún credo religioso, su espiritualidad fue intensa. Su modelo sobre el proceso de duelo y las fases que incluye han rebasado los textos de Psicología y son tan populares que aparecen en películas e incluso en series televisivas como Los Simpson.

En el libro se evidencia que Elisabeth creía en la existencia de espíritus angélicos, en hadas y en la posibilidad de comunicarse con los difuntos. Esas creencias y el hecho de fundar centros para enfermos de sida y refugios para animales maltratados provocaron la ira y la agresión de vecinos intolerantes, los cuales incendiaron su finca y mataron a tiros a sus mascotas, sin lograr que dejara de trabajar por los desvalidos.

Ella afirma que aprendió grandes lecciones de los miles de moribundos con los que convivió: Contemplaban su vida y me enseñaban las cosas que tenían verdadero sentido, no sobre cómo morir, sino sobre cómo vivir.

CARL GUSTAV JUNG

En Recuerdos, sueños, pensamientos de Carl Gustav Jung se aprecian todos los elementos de la trayectoria del destacado psiquiatra suizo. Particularmente interesante es su estrecha colaboración y posterior ruptura con Sigmund Freud, así como el estudio que hizo de religiones antiguas y prácticas como la cábala, el tarot, el I Ching y la alquimia. No hubo tema vedado para él, y se atrevió a estudiar asuntos tan diversos como los estados alterados de conciencia, los fenómenos paranormales, la simbología esotérica y los ovnis.

Las siguientes palabras expresan una profunda convicción: Existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen su propia vida. Tal ideología fue uno de los motivos que le distanciaron de Freud, el cual diría que Jung renunció al conocimiento científico en aras de convertirse en una especie de profeta y maestro de misticismo. Jung por su parte lamentaría que Freud no se atrevió a ver más allá de su teoría de la sexualidad centrada en las represiones y traumas individuales, de la que se convirtió en prisionero.

En el volumen se advierte además cómo Jung fue acuñando las categorías de Psicología analítica que le darían tanta fama: los arquetipos, el inconsciente colectivo, las sincronías, el ánimus y el ánima, la sombra, el método de la imaginación activa, etcétera. Por si fuera poco, en este fascinante libro comparte sus experiencias de viajes a lugares como la India, Túnez, Kenia, Uganda, Egipto, Ravena y Roma.

SAN AGUSTÍN

Confesiones de San Agustín (nacido Agustín de Hipona, 354-430), relata la conversión de un hombre inquieto y lleno de contradicciones que tras despreciar durante años al cristianismo acabaría siendo uno de sus más apasionados defensores, alcanzando la categoría de obispo y de doctor de la Iglesia.

Cuenta que su vida de disipación empezó a cambiar cuando tras leer el libro Hortensius de Marco Tulio Cicerón, experimentó un intenso deseo de alcanzar la sabiduría. Confiesa haber sido adepto al maniqueísmo, doctrina conocida por plantear una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien (Ormuz) y el mal (Ahrimán), los cuales eran asociados a la luz y las tinieblas, y además considerando que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio.

Al constatar que incluso Fausto, el más afamado de los maniqueístas, era incapaz de disipar sus dudas filosóficas y teológicas, Agustín abrazó la fe cristiana con la ayuda de dos personas que alcanzarían la santidad: su madre, la piadosa Mónica y el extraordinariamente persuasivo arzobispo de Milán, Ambrosio.

En esta autobiografía el nativo de Thagaste (hoy Souk Ahras, en Argelia) lamenta sus errores y da la clave para alcanzar la paz que no es otra que entregarse por entero a Dios: Nos hiciste para ti e inquieto estará nuestro corazón hasta que pueda descansar en ti.

MARIO VARGAS LLOSA

En Como pez en el agua Jorge Mario Pedro Vargas Llosa de manera alterna platica sus años formativos y su corta pero muy intensa carrera política, cuando contendió por la presidencia de Perú.

Lo más difícil en la primera etapa de su existencia fue la convivencia con un padre al que por años supuso muerto porque así se lo hicieron creer su madre y sus abuelos maternos. Después da cuenta de sus años en la academia militar Leoncio Prado, en Perú, donde conoció la brutalidad de la vida castrense que retrataría vívidamente en su novela La ciudad y los perros.

A través de las páginas se refiere también a autores que mucho influyeron en su visión del mundo como el connotado Jean-Paul Sastre, pues era tanta su admiración por el existencialista francés que en su juventud Vargas Llosa se ganó el apodo de el sartrecillo valiente; y el austriaco Karl Popper, quien con su libro La sociedad abierta y sus enemigos contribuyó considerablemente para que el peruano abandonara sus ideas marxistas.

Vargas Llosa asimismo da cuenta de cómo rompió con el telurismo literario, es decir con la tendencia de algunos latinoamericanos a despreciar tajantemente toda literatura no nacionalista y de proclamada raigambre popular.

En los capítulos que habla de lo ocurrido en su carrera política da cuenta de su oposición a las medidas estatistas de Alan García, de su campaña presidencial en 1990 y la inesperada derrota frente a Alberto Fujimori.

JOSÉ VASCONCELOS

Ulises criollo de José Vasconcelos cuenta las primeras décadas de andanzas de un filósofo que fue testigo de la Revolución mexicana. Es singular que en un país donde el machismo se opone a toda intimidad, Vasconcelos escribiera sin reparos sobre su vida sentimental. Él se apresuró a advertir que su libro no aspiraba a la ejemplaridad sino al conocimiento.

Vasconcelos no fue un pensador frío y encerrado en una torre de marfil sino un hombre seguro de que por su raza hablaría el espíritu.

Según afirmaba, el título de la obra le vino porque la existencia de todo mexicano involucrado en la revolución vivió una odisea, y a la vez era necesario revalorar lo criollo o hispánico frente a un indigenismo falsificado y un sajonismo que engañosamente pretende convencernos de la superioridad de su modelo utilitarista de civilización.

Especialmente interesante es el relato sobre el famoso Ateneo de la Juventud, del cual formaría parte al lado de personalidades como Alfonso Reyes, Antonio Caso y Pedro Henríquez Ureña. El autor reconoce que su aportación al Ateneo fue mediocre porque lo cocinado por él en su interior no estaba entonces para ser leído en cenáculos, casi ni para ser escrito. Eso sí, cuando alguien le preguntaba como poniendo en duda su condición de ateneísta: “Bueno, y tú ¿qué escribes, qué haces?”, él se apresuraba a responderle: “Yo pienso”.

ISABEL ALLENDE

Paula de Isabel Allende es una obra cautivante. La autora, sobrina del presidente chileno Salvador Allende, la escribió mientras cuidaba a su hija Paula sumida en un coma profundo ocasionado por la enfermedad porfiria. Sentada a los pies de la cama en la que yace la joven, Isabel pregunta: ¿Cómo serás cuando despiertes? ¿Tendrás memoria o tendré que contarte pacientemente los veintiocho años de tu vida y los cuarenta y nueve de la mía?

Contar su existencia y la de sus familiares se convirtió en una tentativa para salvar a su hija. Lo logró de alguna manera a pesar del desenlace fatal pues podría decirse que Paula cobró vida en ese libro y nos comunicó valiosas enseñanzas. Por ejemplo, Allende testifica que el marido de Paula mereció ser descrito por ésta de una manera que a los demás varones latinoamericanos también nos convendría procurar merecer: Ernesto es un alma vieja, pero no ha perdido la inocencia, es capaz de jugar, de asombrarse, de quererme y aceptarme, sin juicios, como quieren los niños; desde que estamos juntos algo se ha abierto dentro de mí, he cambiado, veo el mundo de otra manera y yo misma me quiero más, porque me veo a través de sus ojos.

La autora se refiere también en esta obra a la presidencia de su tío Salvador y a su posterior derrocamiento perpetrado por Augusto Pinochet, conforme a los deseos de los grupos adinerados y del gobierno norteamericano.

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