Dejaré de lado por esta ocasión el tema de Santos Laguna porque es muy deprimente. Veo, por otro lado, el triunfo de un mexicano en el extranjero, en el momento preciso que nuestro país vive una crisis histórica en casi todos los rubros. El ejemplo que Javier El “Chicharito” Hernández está pregonando va más allá de lo que acontece en la cancha, que no se olvida, es su función principal.
Los aludidos mexicanos tuvieron un problema con el programa británico “Top Gear” en el que se hizo burla del estereotipo mexicano. Predicando con el ejemplo, más que con palabrería vacía, como tanto se acostumbra aquí, el Chícharo ha dado fe de que él como mexicano, se levanta temprano, entrena, es disciplinado, tiene talento y lo demuestra en la cancha. Es una forma elegante de responder, con guante blanco, callado, con humildad, sin creerse el nuevo mesías mexicano ni queriendo catequizar a nadie. La gran estrella y carisma del famoso Chícharo consiste precisamente en eso: se dedica a lo suyo, representando a México, a su familia y a sus auténticos valores.
Segundo problema diplomático de México: lamentablemente con Francia y por el problema político de Florence Cassez. El martes Javier Hernández le mete dos goles al equipo francés Olympique de Marsella y de paso los elimina. Sé que de entrada parecen dos temas muy distantes y probablemente nada los una. Pero en una segunda lectura, el Chícharo da resultados en donde los políticos mexicanos, la burocracia, nuestros dirigentes, los directivos, no los dan. La presunción todopoderosa de la idiosincrasia del mexicano es uno de sus principales problemas y lo distrae de sus reales objetivos.
Probablemente Carlos Vela sea mejor futbolista que Javier Hernández (¡por favor! ¡aún no se me echen encima, dejen me explico!) cuando ambos tenían 16 años y se preparaban para disputar el Mundial sub-17 de Perú que al final ganó México, el ahora famoso Chicharito ni siquiera fue convocado, pues Vela lo superaba en calidad. Ahora vemos dos realidades paralelas: mientras el Chicharito anota goles a racimos en la difícil liga inglesa y en la Champions, Carlos Vela antrea en el D.F cuando es convocado a la selección mexicana. Mientras el Chícharo habla poco y trabaja mucho, Carlos Vela promete y promete y luego repromete… y nada.; Mientras el Chícharo hace comerciales de grandes marcas a nivel mundial y agota sus playeras en tiendas deportivas, Carlos Vela mendiga la oportunidad en diferentes equipos, que reconocen su gran calidad pero reconocen también la falta de resultados; Mientras el Chícharo habla a la perfección el inglés, idioma del país en donde vive y trabaja, Carlos Vela aún no puede con el español y mastica un vocablo ridículamente españolizado (porque jugó en España y a los dos días ya hablaba peor que Hugo Sánchez) que nadie le compra. En fin, son dos posturas extremas del mexicano, que habiendo calidad en ambos, no basta con ello si no se tiene la actitud adecuada.
