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Urbanismo ciudadano

ONÉSIMO FLORES

¿Qué puedes hacer cuando el gobierno de tu ciudad toma decisiones que no compartes? ¿Cómo reaccionar cuando cientos de millones de pesos, de tus impuestos, son canalizados para obras sobre las que nadie te preguntó? No estoy hablando de las acciones de funcionarios corruptos o de administradores ineficientes. Me refiero más bien a lo que sucede cuando un gobernante toma decisiones dentro de la ley para implementar una "visión" que no refleja tus aspiraciones para el futuro.

Los economistas han pensado mucho sobre esto. Para algunos, como Tiebout, la ciudad es una amalgama de preferencias individuales, en la que la gente toma decisiones sobre dónde ubicarse dependiendo de la canasta de bienes y servicios que ofrece una ciudad. Su respuesta a estas preguntas es sencilla: Si no te gusta lo que ofrece tu ciudad, "vota con los pies" y múdate a donde seas mayoría. Por ejemplo, si no te gusta una ciudad autodependiente, con escasos espacios públicos, sin diversidad de usos de suelo y con densidades cada vez más bajas, puedes mudarte hacia la Condesa.

Sin embargo la gente no migra tan fácilmente. Pocos pueden costear su cambio, además de que los trabajos, las escuelas, las viviendas, y las redes familiares y de amigos no pueden sustituirse fácilmente. La gente desarrolla hondas raíces en "sus" lugares, independientemente de que las constantes intervenciones en el espacio construido puedan volverlos irreconocibles. La mejor prueba de esto es lo sucedido en Nuevo Orleans después del Huracán Katrina. La ciudad que se ha levantado de esa catástrofe es significativamente diferente, y sin embargo muchos de los vecinos son los mismos. Miles regresaron porque esa ciudad es "su" ciudad, a pesar de que ya no sea igual.

Por supuesto que hay un punto de insatisfacción tras el cual cualquiera "votaría con los pies", pero el punto es que dicha decisión implica costos muy significativos. La alternativa para quienes no quieren o no pueden mudarse es levantar la voz: Participar en juntas de vecinos, escribir editoriales, plantear alternativas, pedir explicaciones. Movilizarse con sus vecinos para obligar, de cualquier forma posible, a que el gobierno se abra al debate y justifique sus decisiones.

Hacerlo es importante, pues una de las limitaciones de nuestra democracia es que cuando elegimos alcalde prácticamente firmamos un cheque en blanco. Mucho, muchísimo queda sin discutirse o sin especificarse en una campaña electoral. Votamos por ideas resumidas en un slogan (eg "seguridad y empleos") o por un rostro que nos cae bien. Pero no es lo mismo votar por "seguridad" que estar de acuerdo en la instalación de cámaras en espacio públicos. No es lo mismo creer que un candidato representa la mejor alternativa disponible que estar de acuerdo con absolutamente todo lo que pretenda hacer en la ciudad.

Dada la falta de especificidad, el ganador cuenta con un amplísimo margen de maniobra para "interpretar" su mandato. Algo pasa tras una elección, que de pronto el "votaron por mí" equivale a decir "votaron por mi autopista urbana".

Guadalajara nos brinda un ejemplo valioso de lo que puede hacer un grupo de ciudadanos insatisfechos. Desde hace meses, diferentes organizaciones ciudadanas como "Ciudad para Todos" se han abocado a recordarle al Gobierno los compromisos asumidos en el Plan Maestro de Movilidad Urbana No Motorizada, que incluyen la construcción de 1,500 kilómetros de vías ciclistas y la recuperación de distritos para uso exclusivamente peatonal.

Lo mismo se han manifestado en contra de la "Vía Express", un segundo piso que promueve el Gobierno Estatal, que cuestionado la decisión de los alcaldes tapatíos de cancelar la Fase 2 del Macrobús, un sistema Bus Rapid Transit que ha merecido reconocimiento internacional. Estos ciudadanos han presentado argumentos, invitado a expertos y establecido alianzas con vecinos. Siempre han privilegiado el diálogo, aunque éste no siempre sea bienvenido.

El pasado 10 de enero estos ciudadanos decidieron evidenciar que lo que falta es simplemente un poco de voluntad. Con $12,000 pesos recaudados, construyeron una "ciclovía ciudadana" de 5 kilómetros de largo. Diseñaron el trazo, compraron la pintura, hicieron los letreros. Habrá quien considere esta acción un acto de vandalismo. Pero yo coincido con Geraldine Juárez, quien bautizó al resultado como una "obra maestra del wikiurbanismo mexicano".

Estos ciudadanos no están dispuestos a observar pasivamente cómo los partidos y gobernantes ignoran sus propuestas. Ni van a "votar con los pies", ni van a esperar a que venga otra elección para votar con la boleta. Con argumentos y con organización, con propuestas y acciones, nos demuestran que la ciudad democrática se construye todos los días, con la participación de todos.

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